Germán Blanco, en la montaña, abriendo su botella de vino y con los callos preparados. E. C.

Hacer cima y descorchar

Germán Blanco siempre lleva vino cuando va a la montaña. El arroz con leche, su postre preferido, y los callos, tampoco deben faltar en sus aventuras

Miguel Llano

Gijón

Sábado, 15 de abril 2023, 11:17

Dice el enólogo Germán Blanco que «escalar es como el vino». Que quizás quieras hacer cima siempre y que quizás quieras hacer el mejor vino del mundo. Pero que lo importante es volver al coche y no tener stock. «Volver al coche», porque mañana ... es otro día. Y no tener stock porque «las bodegas pequeñas necesitamos vender». Eso sí, si no hace cima no abre la botella que lleva consigo para celebrar el haber llegado a lo más alto. Una más en la bodega esperando que el próximo intento salga mejor.

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Cuenta que lleva toda la vida en la montaña. Y que no siempre le han sido las cosas fáciles. Que empezó a ir a la montaña con el padre Bernardo y el hermano Valdivieso del Sagrado Corazón de María cuando era un crío y que ahora si lo acompañas, se adapta a cualquier ritmo, «como si hay que ir a un kilómetro por hora». Eso sí, para este año tiene un reto: «Ir a los Alpes y subir el Cervino y el Montblanc la misma semana». Irá con Martín Morillón, que aunque es más de cerveza, poco a poco va acostumbrándose al vino. Martín es su guía, «la gente es un poco arriesgada, cuando haces cosas un poco complicadas debes llevar guía», sentencia.

Al que sí le gusta el vino y, también comer bien, es a su compañero de aventuras, Herminio Suárez, del restaurante Ciudadela de Gijón. Con él, bajando de los Huertos del Diablo y el Ranchón, entre Asturias y León, en esta fotografía que ilustra esta crónica, disfrutó de unos callos de Octavio Villa, «aliñados por Herminio con un poco de chorizo y jamón y cortados más pequeñinos, al estilo asturiano» y unos tarros de arroz con leche de Los Caserinos. «A mi el arroz con leche es lo que más me gusta. Cuando era muy pequeño y me preguntaban qué chica me gustaba, yo respondía que la que supiera a arroz con leche».

El vino para la ocasión, en la que sí hicieron cimas, fue uno propio: 'La Nave, de Casa Aurora', una de sus bodegas. Tiene tres: en la Ribera del Duero, Quinta Milú, la inicial; en el Bierzo, Casa Aurora, la propia y ahora también produce vino de la Rioja, La Bicicleta, para la que compra uva y alquila espacios. En total más de 100.000 botellas al año para las que hace otros tanto kilómetros de coche, 100.000, cada 365 días.

Dice que con su mujer y sus hijos han llegado al acuerdo de que en vez de irse una semana cada mes, se vaya de seguido: «Prefieren que me vaya dos meses seguidos. Me fui el 23 de febrero de mi casa a Oporto y ahora volví el 31 de marzo». Es la época en la que aprovecha para ir a ferias, «a cada una voy cada dos años y si son muy caras, no voy».

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Y, luego, claro, las viñas, en tres lugares diferentes. «En vendimia llevo un saco de dormir en el coche». Lo dice él: «se me junta todo y además, ahora con el cambio climático es literal. Antes iba más escalonado: empezábamos en Rioja, luego Bierzo y la final Ribera del Duero. Ahora va a la vez y mucho antes. Dos o tres semanas. El cambio climático es real, sin duda».

Para Asturias, para las zonas altas y de montaña «le van a venir bien. Hay zonas del Penedés donde no llueve. Ahora solo lo piensan, pero igual no pueden seguir cultivando la vid. Y la vid es un cultivo de sequía extrema. Pero están llegando un punto...»

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A él, este año en su zona del Bierzo, le fue muy bien. «Estoy en la parte alta yo solo, pero ha llovido y ha madurado lentamente. Casi tan buena como la del 18. Esa sí fue buena» y suelta lo que si este artículo no fuera lo que es, hubiésemos elegido de titular: «Quien en el Bierzo no haya hecho vino bueno en el 18... igual tiene que dedicarse a otra cosa». Durante la conversación que mantenemos da muchos más: «En el extranjero igual que en España lo que más vendemos es el vino barato, cambia un poco el precio y el idioma, nada más. En España es un hecho que se acidifica, porque nos falta acidez»; al vino se le echa de todo; el 60% de los que dicen que no echan levaduras, echan levaduras; en blancos las encimas las usa todo el mundo, yo me atrevería a decir que un 98% de las bodegas de Rueda las usan». Así descontextualizado parecería un bocazas, pero no lo es: «Yo no las utilizo porque soy pequeño y es mi filosofía, pero si me contrataran en una bodega grande, usaría levadura, sin duda». Eso sí, es partidario de poner en la etiqueta «todo lo que se echa, los ingredientes», porque si no «estamos engañando». Y él lo hace. Informar bien, se entiende.

Quizás a los no preparados se nos pueda engañar fácil con el vino, pero a la montaña y a la vida no: «Yo que soy profesional disfruto de vinos viejos muy complejos, claro. Pero si me preguntas qué vino me gustó más, me voy a acordar del momento, de la compañía». Pues ese es titular aquí y otro día, si acaso, ya llegaremos a la cima, quizás sea esta: «Me veo entrenando por la senda de la Camocha, subiendo al Pico el Sol. Quiero ser un jubileta que pasee por el muro».

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