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José Juan de Blas (Oviedo, 1950) y su hija Paloma (Madrid, 1984) –cuarta y quinta generación de Camilo de Blas– forman el tándem perfecto. Veteranía y juventud. Ambos comenzaron su trayectoria profesional fuera de la confitería, –como médico y química– y ambos dejaron sus carreras para ser «los guardianes» de unos sabores únicos. Los dos, también, tienen muy claro que el suyo es un negocio familiar en el que, como ellos, toman igual protagonismo los trabajadores –34 forman la empresa, 15 de ellos pasteleros– y los clientes. Sus Majestades los Reyes, el chef José Andrés o los artistas Víctor Manuel y Ana Belén son fieles a esta confitería, creadora del pastel carbayón, una delicia que cumple un siglo. Desde la tienda de la calle Jovellanos de Oviedo, escenario de películas como '¿Dónde vas Alfonso XIII?', 'Jo, papá' o 'Vicky Cristina Barcelona', atienden a este diario. Camilo de Blas, premio a la Trayectoria de las Calderetas de Don Calixto.
–¿Qué significa para ustedes este premio?
–Paloma de Blas: Es un honor y un reconocimiento al trabajo de tantos años. 110 en Oviedo, 148 desde León. Que a una empresa centenaria nos reconozcan la trayectoria y encima nos premien la innovación que hemos ido haciendo a lo largo de los años –entendida como saber adaptarse a las generaciones, a los tiempos– es un reconocimiento enorme.
–José Juan de Blas: ¿Sabes qué es lo más fácil para saber adaptarse? Tener una generación detrás.
–PB: Es muy enriquecedor que convivan dos generaciones y en nuestra empresa siempre han convivido, mantienes que se hagan las cosas como siempre se han hecho y se junta con las ideas nuevas.
–Una suerte que Paloma dejara su profesión para fortalecer el negocio familiar.
–JJB: Sí, porque esto hubiera desaparecido y no podía desaparecer. Al margen de la economía o de todo lo que quieras, en Camilo de Blas hay algo mucho más importante: estar asociado a las vivencias de las personas desde su infancia. Sentir el Camilo desde cuando eres niño, con los buenos recuerdos; eso tiene tanto valor que la gente lo siente como algo suyo. A mí me ven como alguien que cuida de que no desaparezcan sus recuerdos bonitos.
–PB:Y luego detrás de todo eso hay mucho trabajo, a veces los jóvenes tendemos a pensar que el comercio tradicional es simplemente estar detrás de un mostrador atendiendo a la gente, que eso es súper importante, pero también hay muchísimo trabajo de estrategia, de planificación; a mí esa parte empresarial también me atrae mucho.
–El carbayón cumple cien años. Se presentó en agosto de 1924 en la Feria de Muestras de Gijón. Es una seña de identidad.
–JJB: Sin duda es el pastel más emblemático.
–¿Es lo que más venden?
–PB: Sí, 150.000 unidades al año en 2023.
–JJB: Fíjate, cuando un producto tuyo llega a convertirse en genérico, algo bien estás haciendo. Hemos pasado a ser como la aspirina, el kleenex... La única pena que va en contra del pobre árbol carbayón, centenario.
–La importancia de Camilo de Blas tiene que medirse también por todo lo que ha pasado: un pavoroso incendio, la guerra civil, la Revolución del 34 o la pandemia.
–JJB: Es verdad. En la pandemia, yo decía, 'pero ¿cómo nos va a poder?' No era chulería, era simplemente que a ver quién se atreve a dejar que su empresa se hunda después de lo que han pasado antes, que han salido a veces de debajo de las piedras. Contaba mi madre que en tiempos de posguerra no había nada que hacer, trabajaban un día a la semana, el único día que conseguían productos de calidad. Se sentían un poco como violentos al dar el sueldo a la gente nada más que por un día; pero yo creo que eso fue la mejor publicidad para saber que tú, por encima de todo, no traicionas tu ideología, tus valores, a esa filosofía de trabajo que es que como no tengas la calidad que buscas, no vendes. Y eso a ti te marca. A mí no se me ocurre rebajar la calidad. Estropear un producto te cuesta poco.
–El pasado se olvida fácilmente.
–JJB: Cuando volvimos hace unos años a Gijón, yo me pregunté si la gente se acordaría de los años 60, cuando estaba mi tío abuelo; entonces, una chica me dijo: 'Me encantó volver a comprar pasteles allí porque me recuerda a mi padre cuando los traía los domingos y aquellos pasteles me sabían a gloria' Y siguió: '¿Sabe por qué ahora lo valoro tanto? Porque mi padre lleva tres años sin conocer a nadie, con alzheimer, y le llevé estos pasteles como homenaje, cuando se lo puse en la boca y después de dos o tres años sin hablar, dijo: Caaamilo de Blas'. Se me pusieron los pelos de punta. Esta historia es real, es lo más bonito que te pueden decir en la vida. Te está diciendo que ese sabor lo tiene grabado a fuego, lo ha despertado del sueño.
–En Oviedo tienen dos tiendas, otra en Gijón. ¿Prevén ampliar el negocio?
–PB: Ahora está muy complicado encontrar personal, los costes de los locales son altísimos... Formar a un pastelero son muchos años. Lo que estamos haciendo para crecer es tener puntos de venta nacionales en tiendas gourmet. Como hito, en los últimos años nos incorporamos a El Corte Inglés y al Aeropuerto de Asturias, además de vender por internet.
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