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Los tiempos han cambiado y la conciliación familiar empieza a ser una realidad, también en el mundo de la alta cocina, aunque aún haya muchas aristas por limar en la igualdad entre mujeres y hombres ante los fogones. Por eso mismo, por los problemas que aún existen, este tema fue protagonista de uno de los debates de la jornada de ayer en FéminAs, y fue la guisandera de Casa Eutimio, María Busta, quien rompió el hielo y alzó la voz por ella y por todas las generaciones anteriores que tanto lucharon. «Creo que las mujeres convivimos con una cruz, nos quieren hacer sentir malas madres, pero a mí mis hijos me quieren aunque pasen más tiempo con su padre», decía convencida y feliz de llegar a todo, en equilibrio, gracias al padre de sus tres hijos.
Porque, afortunadamente, «los hombres cada vez se involucran más y el mundo femenino va alcanzando más y más retos», señalaba también Fina Puigdevall, de Les Cols. Y sus palabras las respaldaba Elena Arzak, chef en Arzak. «Mis hijos nunca me han echado en cara que no estuviera y yo, que viví con una madre que también se dedicaba a la hostelería, nunca me planteé llamarla mala madre por estar trabajando», señalaba.
Martina Puigvert asentía ante esa afirmación porque ella, que es la hija de Fina -y ahora su compañera de trabajo-, prometía que «mi madre algo hizo bien si ha conseguido que sus tres hijas trabajen en la gastronomía». Tiene razón en lo que dice, aunque su progenitora, cuando ellas eran pequeñas, habrá tenido seguro que hacer malabarismos para llegar a todo. «Yo intento que las jornadas sean lo más coherentes posibles, pero, aún así, hay que hacer un croquis para estar en todo», reconocía Busta.
Y esa lucha no es problema exclusivo de la cocina, sino que se extiende a diversos gremios. «La mujer va conquistando espacios y es un camino que ya no tiene vuelta atrás», apuntaba Puigdevall, al tiempo que Puigvert la aplaudía: «Las generaciones nuevas tenemos la responsabilidad de entender la sostenibilidad, no solo en cuanto a ecología, sino también en cuanto a la gestión de personas y a normalizar la conciliación».
Normalizar pasa también porque las empresas personalicen según las necesidades de cada trabajador. «Cada persona tiene que ser especial, no se puede comparar a una pareja que tiene unos abuelos que los ayudan con otra que está sola», señalaba Arzak. «Hay que dar facilidades, porque lo que peor me puede parecer es que una mujer o un hombre deje de tener hijos por culpa de su trabajo».
Además, todas llas recordaban que viene muy bien reducir los horarios de la hostelería, para que «más gente quiera trabajar en este gremio, antes nuestras jornadas eran maratonianas», indicaba Busta. «Ahora cada vez se van marcando más los horarios y los clientes lo están entendiendo, los vamos educando», proseguía, y se cargaba de razones: «Yo quiero igualdad y no aspiro a una utopía, quiero realidad. Hay que buscar un equilibrio para que se le dé valor a nuestra profesión y para que tengamos una vida digna que tenga unos horarios dignos».
Todas las participantes en el debate estuvieron de acuerdo con esta guisandera y todas tienen claro también los deseos que tienen para el futuro. Puigdevall, por ejemplo, sueña con que sus hijas «puedan tener continuidad en el proyecto en el que estamos trabajando ahora y que se sientan realizadas». A lo que su hija, Puigvert, apostillaba: «Yo quiero encontrarme en la vida con proyectos muy reales y sostenibles, que sean transparentes y coherentes, en cuanto a filosofía y en cuanto a los equipos». Lo decía porque «siempre se ha mimado mucho al comensal, pero también ha llegado el momento de cuidar al equipo, que es parte de la familia».
Elena Arzak aplaudió estas palabras y deseó, en primer lugar, «que en el futuro, haya muchas Martinas», porque «las mujeres somos muy válidas y no hace falta que nadie nos lo venga a decir», reivindicaba. «Tenemos que darle mucha importancia a la formación, una formación que haga que las mujeres cojan fuerza y seguridad en sí mismas», hacía hincapié.
Escuchándolas, desde luego, queda claro que hemos avanzado muchísimo, aunque aún quede un buen trecho por recorrer. De lo que ayer ninguna tenía duda es de que «en un ambiente en el que hay muchas mujeres, todo se soluciona muy rápido».
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