Borrar

Lucio Blázquez, el logotipo de la cocina madrileña, ha convertido su restaurante en el espejo de la España democrática. Hizo su aprendizaje culinario en la calle con más pedigrí del 'foro', la Cava Baja, donde arrieros, pícaros de Flandes, canónigos e hidalgos de salpicón diseñaron ... lo mejor de la cocina capitalina. Enterrador oficial de las dos Españas, exhibe como eslogan eso de 'En tripa vacía no cabe alegría', y ha demostrado que es más fácil cambiar de ideología que de gustos culinarios. Este tabernero de guisos rotundos ha hecho la auténtica reconciliación nacional: repartiendo huevos estrellados y chuletillas de cordero a diestra y siniestra. Se negó absolutamente a coquetear con la Nouvelle Cuisine y se quedó con los callos a la madrileña. Poderes fácticos, restos de centurias que hacían guardia bajo los luceros, lumpen de burguesía castiza, banqueros con gomina, predicadores del cuarto poder, mujeres hermosas, toreros pintureros, 'guiris' llenos de dólares y las dos Españas machadianas comen en su casa como lo hacían Cervantes, Lope de Vega o Quevedo, a la manera tradicional de Madrid.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

elcomercio Huevos estrellados