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Creo que ya lo había dicho antes. Confieso que soy un glotón. Y lo hago como todos los esclavos del placer o de las drogas cuando quieren curarse de su adicción. Reconocer «soy un alcohólico», como paso previo para dejar de serlo. Pero como no ... soy un renegado y reivindico a lo largo de la dieta de la buena mesa el derecho al placer más inocente, más sabio, más histórico, de comer bien, desde la evidencia sostenida por algún materialista dialéctico de que el fuego y la cocina consiguieron delimitar la condición humana. Sobre todo cuando un arte se singulariza mediante la creatividad de los individuos y no depende de la transmisión de pautas retóricas.

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