La diversión como máxima y la creatividad como bandera
Innovación. Picofino ·
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Innovación. Picofino ·
En menos de un lustro, ha recibido más de diez premios internacionales y se ha posicionado en el mercado gourmetTito Rodríguez, alma mater de Picofino, acaba de aterrizar. Llega de Suiza, donde todo ha ido sobre ruedas, lo que significa que sus productos desembarcarán en el país helvético. Un nuevo hito para una marca que no cesa de romper moldes desde que cinco años atrás se presentara en Gin Planet, evento de EL COMERCIO.
La internacionalización comienza a despegar y, entre los primeros destinos, se cuentan Austria, México, Francia, Dinamarca y ahora también la verde nación alpina. Quién lo hubiera dicho unos años atrás, cuando el publicista elaboraba su propia ginebra por mera pasión y la compartía en un día de fiesta con su entorno. Ellos insistían en que debía comercializarla y él respondía: «Ni de coña».
Pero un amigo le convenció a envidar: «Llevas 25 años creando marcas para los demás. ¿Por qué no haces una para ti y te diviertes?». Comenzaba el juego. Gestó la marca durante dos años y decidió que el 'gin' no llegaría solo al mercado, sino escoltado por otros dos productos que nadie hubiera elaborado antes: un vermú de ginebra y una crema de ginebra con trufa.
Ese afán por crear algo que nunca antes hubiera existido le ha hecho merecedor del Premio Agroalimentario de Asturias a la Innovación. No tardó mucho en sacar nuevas propuestas: el vermú de naranja gin fusión, la crema de ginebra y turrón o los mejillones con escabeche de vermut Picofino.
Crece el proyecto pero no mengua el propósito. Aquí ha venido a divertirse y él mismo desarrolla cada producto, aunque por el camino haya encontrado nuevos aliados, como Carlos Díaz, de conservas El Viejo Pescador, con quien regresa de su aventura suiza exprés y con quien da vueltas al momento aperitivo ejerciendo ambos de picos finos.
El último 'boom' en llegar al mercado han sido las gildas, que ensartan aceituna, anchoa del Cantábrico, piparra y un sabrosísimo pimiento baby relleno de queso al vermú, su vermú. Desde agosto ha vendido la friolera de 60.000. Fue el bocado de la Feria Internacional de Muestras de Asturias e incluso rompió el stock.
Cuando ideó Picofino, él ya sabía que la imagen sería bonita. Lo es, pero es ese un mérito menor, habida cuenta de que la suya es una de las agencias más potentes del país y que él es un experto en desarrollo de marca. «Lo que quiero transmitir es que lo bonito de verdad está dentro», insiste.
El equilibrio entre lo que proyecta y lo que esconde tardó poco en convencer a El Corte Ingles que, cuatro meses después de que la triada de productos iniciales llegara al mercado, los reclamó para sí. Ahora las tiendas gourmet que los venden se cuentan en centenares. La llegada de la pandemia lo aceleró todo y la penetración en el mercado fue tan rodada que el despegue fue meteórico.
Las ideas siguen bullendo, los premios llegando –suman diez internacionales– y arribarán nuevos productos vinculados con la ginebra y el vermú para sacar lustre al aperitivo, convertido ya en un momento experiencial y aspiracional que, lejos de pasarse, cada vez está más de moda. El desembarco será paulatino porque el marketing, bien lo sabe el creador de Picofino, es importante y cada recién llegado requiere una comunicación propia. Nada queda al azar y todo al disfrute.
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