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La espinaca extiende su temporada desde el otoño hasta la primavera pero es precisamente en el mes de marzo cuando una de las verduras que mejor hace honor a su nombre con su intenso color es reconocida por sus múltiples propiedades.
El 26 marzo se celebra en Día Internacional de la Espinaca, lo que nos brinda la excusa perfecta para abundar en la historia y las cualidades del producto que Popeye convirtió en emblema de la alimentación saludable y del vigor, aunque la génesis de esa asociación partiera de un error.
Un estudio publicado en 1870 atribuía al vegetal de hojas verdes diez veces más contenido en hierro del que en realidad tenía. De 35 miligramos por cada 100 gramos a los 3,5 reales. El error estaba en una elipsis, la de la coma, y entre la población caló el espectacular aporte férrico del plato.
La espinaca es, en efecto, rica en hierro —aunque no tanto como hacía pensar el errado informe del alemán Erich von Wolf— calcio, vitaminas A, C y K, además de en antioxidantes que ayudan a combatir enfermedades.
Su consumo se vincula con la mejora la salud ocular, el fortalecimiento del sistema inmunológico y una mejor digestión. También contribuye a la reducción de la presión arterial y previene enfermedades cardiovasculares. Su alto contenido en fibra la convierte , además, en un alimento clave para la salud intestinal.
Aliada ideal para quienes buscan mantener una dieta equilibrada, su versatilidad en la cocina permite incorporarla en ensaladas, batidos, sopas, guisos y hasta en postres. Estos días, precisamente, las espinacas son protagonistas de uno de los platos más clásicos de la cuaresma y la Semana Santa.
El potaje de vigilia las reúne con los garbanzos, el bacalao y el huevo cocido para disfrutar en días de renuncia 'carnal' de un plato de plato proteico que en Asturias nos recuerda más al Desarme . Con cuchara pueden saborearse también integradas en una reconfortante minestrone pero el instrumento cóncavo no es imprescindible, ni mucho menos, para su disfrute.
Las espinacas a la crema son otro clásico y, también emparentadas con la bechamel, triunfan integradas en la lasaña. Acompañadas de fresas pueden ser estrellas de una ensalada y junto a los huevos convertirse en verde argumento de una sabrosa tortilla.
Creps de espinacas, smoothies que apuestan por el verde, hojaldres que la ocultan, sándwiches en los que comparte espacio con el queso y las nueces, relleno de raviolis o panzerottis… las posibilidades para festejar su día a mordiscos son muchas. Prueba, por ejemplo, con esta sugerencia de Martín Beresategui, que propone juntarlas al solomillo de atún con esta salsa especiada.
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