El oro verde brota ecológico en Asturias

La fortuna quiso que el jiennense Andrés Ibarra se topara con un inmenso aguacatero en el transcurso de un inventario forestal en Asturias. Pensó que era una rareza y se preguntó a sí mismo si existiría alguno más. La sorpresa fue mayúscula al descubrir el «tesoro oculto». Multitud de árboles crecían en fincas cercanas a la costa, casi todos ellos plantados por particulares sin más ambición que la estética. Los esquejes se convertían en robustos árboles con el paso de los años hasta que un día comenzaban a dar sus frutos, tiernos, carnosos y en abundancia.

Comenzó el riguroso estudio de los suelos, las condiciones climáticas y la revelación: Asturias era una tierra perfecta para el cultivo del producto que anhela medio mundo. La temperatura en la costa es suave, los suelos ácidos y las lluvias entran dentro de los parámetros deseados. Hasta a quince kilómetros del litoral asturiano, los árboles crecen fuertes y sanos.

Ibarra y su socio, Javier Cívicos, alumbraron Aguacastur, su plantación de Cabranes con dos líneas de trabajo en paralelo. Cultivan su propia producción, cuyos frutos saldrán al mercado por primera vez en 2022, y ofrecen asesoría para el cultivo y el montaje a terceros. El ruido de su trabajo ha traspasado fronteras y cántabros, vascos e incluso navarros acuden a ellos al albor de la fiebre del oro verde.

Son testigos del paulatino crecimiento del fenómeno en Asturias, que podría limitar algunos de los efectos negativos del boom del aguacate. Al fruto se le reprocha la desforestación del Amazonas y los problemas sociales en Chile por el abuso de los terratenientes. Producirlo en ecológico, -están a la espera de la certificación del Copae, cuya lentitud lamentan- traería luz y valor añadido.

Las proyecciones con las que trabajan, conservadoras, cifran la producción para el primer año de recogida en tres kilos por árbol, llegando hasta al menos los sesenta en un futuro. En su plantación de Valbuena brotarán entonces 42 toneladas de aguacates sostenibles.