ANA RANERA
GIJÓN.
Martes, 14 de septiembre 2021, 01:42
«El presente y el futuro son femeninos», se convencía ayer Pamela Villagrá, durante la sesión de FéminAs Talks, en la que más de una veintena de personas relacionadas con el universo gastronómico reflexionaron acerca del papel que ahí tienen las mujeres, así como en la cocina tradicional. Lo hicieron en intervenciones de apenas tres minutos en las que daba tiempo para recordar, reivindicar y para mirar al futuro de los fogones. «Dentro de unos años ni hablaremos de género, solo hablaremos de talento», opinaba Villagrá.
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De eso hay y mucho entre las mujeres y de todas las edades. Lo sabe bien Narda Lepes, que tiene en su restaurante como camareras a mujeres mayores de sesenta porque «todo lo que haya que enseñar, se enseña, y ellas tienen mucho que aportar», contaba. Eso es porque «valemos para muchas más cosas que los señores», lanzaba la presidenta de la Real Academia de Gastronomía, Lourdes Plana: «Somos polivalentes».
No solo ocurre eso en España, se extiende, por ejemplo a Italia, como contaba Viviana Varese. «Allí hay muchas mujeres cocineras, pero pocas chefs», indicaba. Precisamente, sobre ese término hizo hincapié Alexandra Sumasi: «¿Por qué no chefesa?», se preguntaba. Aunque, más allá de las palabras, lo verdaderamente importante es «poner la gastronomía al nivel que merece», decía Laura Pintos. Y, para ello, es fundamental el pasado. «Tenemos que defender la tradición, porque es cultura», apostaba la guisandera María Busta. Para eso hacen falta «ganas de hacer cosas, da igual que seas chico o chica», señalaba Charo Carmona. Hay que disfrutar del «patrimonio inmaterial», como definía Fernando Rueda la cocina. Un patrimonio que se entiende «con el corazón», en palabras de Justa Nobre y que, muchas veces, viene de lejos. «A todos en mi casa nos encantaba hacer labores», decía Charito Cruz.
La cocina requiere de mucho trabajo, pero es «mucho más satisfactoria cuando es un proyecto propio», opinaba Camila Ferraro. Pese a todo, «la mujer es una fuerza imprescindible en la cocina», opinaba Ignacio Medina o, lo que es lo mismo, «es brutal», decía Lola Montes.
Esa importancia se extiende de las ciudades a los pueblos porque «hay que reivindicar la vida rural», opinaba Rosa Rivas. La secundaba Guillermo Elejabeitia, quien reconocía que «los de ciudad aprenden en los pueblos». Mismamente, cuando conocen a las guisanderas porque «en las grandes casas de comida asturianas siempre ha habido mujeres», apuntaba Carlos Maribona. Al fin y al cabo, mujeres, cocina y tradición van de la mano, porque la frase más repetida ayer fue la que pronunció Clara Pérez: «Yo aprendí a cocinar por mi madre».
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