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El olor de las castañas asadas es un viaje a la niñez. Su aroma inconfundible toma las calles y uno se recuerda, diminuto pero con sensación de grandeza, asido a la mano tantas veces agarrada, al cuerpo tantas veces abrazado. Se van yendo quienes nos introdujeron a la ilusión de la vida y sus sabores, a la grandeza de los placeres sencillos, al arraigo gastronómico.
Pasan las personas pero quedan los frutos. Y los recuerdos, cobijados la memoria, resurgen desempolvados casi involuntariamente, despertados por un aroma o el sabor que identificamos con un tiempo que sentimos como mejor.
Obran el sencillo milagro las castañas, aroma de otoño. Los puestos toman su sitio en Oviedo y en Gijón para perpetuar la tradición que disfrutan, lo aprenderán con el tiempo, tanto quienes gustan de los cucuruchos como quienes caminan ajenos a ellos porque su mera presencia ataca a los sentidos. Desde el olfato colonizan la memoria.
Las castañeras hacen su agosto en otoño, los niños descubren el 'amagüestu' en colegios y actividades extraescolares y guisos, salsas, postres… aprovechan el producto de temporada. Recetas con castañas hay muchas pero la más clásicas, sin duda - tanto, que hunde sus raíces en el medievo- es el pote de castañas.
El humilde fruto espantó el hambre en la zona rural asturiana, en donde se convirtió en importante sustento. Ricas en fécula, glucosa, sacarosa, dextrina y materia albuminoideas, bien podían incluirse en un guiso como hervidas, con o sin piel, o asarse para convertirse en 'castañes amagostaes'.
El pote de castañas era entonces el pote, sin más. Las cocineras las dejaban secar y así las conservaban para echar mano de ellas durante los meses duros, incorporándolas a la olla tras horas de remojo, como hacemos hoy en día con las legumbres secas.
El Llar de Viri replica la receta y también incorpora el fruto como acompañamiento, por ejemplo, del venado y lo convierte en dulcísimo flan. Pero sigamos con la cuchara y los platos humeantes. La crema de castañas es perfecta para los días de frío. Puedes cocinarla partiendo de un caldo con apio, cebolla y clavo y añadiendo castañas peladas y hervida y mantequilla para rematar triturándolo todo y añadiendo nata líquida.
Convertida en salsa ensalza la caza y también se da la mano de los hongos, otro regalo de temporada. Abraza el universo dulce en formas diversas: pastel de castañas y chocolate, mousse, tarta, pudin, bañadas en almíbar…
Las castañas son al otoño lo que los helados al estío. El tiempo de disfrutarlas es ahora y también el de tejer nuevos recuerdos.
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Cristina Cándido y Álex Sánchez
Rocío Mendoza | Madrid y Lidia Carvajal
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