
Pepe Ron - Bar Blanco Restaurante. Caldereta al Maestro Asturiano
Caldereta de don Calixto
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Pepe Ron - Bar Blanco Restaurante. Caldereta al Maestro Asturiano
Caldereta de don Calixto
«Somos una casa de comidas contemporánea, seria y honesta»A. S. González
Sábado, 8 de julio 2023, 10:20
En 1959 Pepe Ron y Engracia Linde cogieron el traspaso de un local modesto de Cangas del Narcea. Sin darse cuenta y mucho menos importancia, comenzaban a escribir la historia de lo que a día de hoy es todo un referente de la gastronomía local y regional. Desde el suroccidente asturiano, Pepe Ron, el hijo, 'recocina' la comarca y su paisaje, convirtiendo en seña de identidad el culto a las raíces y el producto pero agregando un 'punch' rocanrolero.
-Los Ron Linde suman más de seis décadas al frente del Bar Blanco. ¿Cuál es la receta del éxito?
-Últimamente le he dado vuelta a lo que somos y donde estamos y creo que, si existe una receta mágica, está basada en el equilibrio entre lo que fuimos y mamamos, lo que aprendimos desde niños y nuestro propio estilo, más contemporáneo. De todo ello sale una cocina honesta, sincera, muy respetuosa con el entorno, con Cangas del Narcea... Hay también muchísimo trabajo y sacrificio, primero de mis padres y, después de la segunda generación, mis hermanos Quique y Suso, que falleció, pero también hubo épocas en las que colaboró mucho.
-Lleva a gala haberse criado en el chigre.
-Quienes somos hijos de chigrero tenemos un plus más, desde críos vivimos el mundo gastronómico, el contacto con los guisos y los productos, la capacidad de dedicar horas... Mi privilegio es haber sido nacido y criado en El Blanco.
-Casi sin querer, se ha convertido en embajador de su tierra.
-Cangas del Narcea es una maravilla. Tuve y tengo oportunidades de ir a Madrid pero, si no lo hice hace treinta años, ahora menos. Siempre he tenido claro que quiero estar aquí. Me apoyo mucho en los proveedores y ese es uno de nuestros valores más importantes. Primero nos vendió la madre, ahora los hijos y es por lo que tenemos que luchar; lo que ahora llaman kilómetro cero, tan de moda, lo llevamos haciendo toda la vida en los pueblos.
-Ha sido una carrera de fondo.
-Mis padres cogieron el traspaso en 1959. Mi madre llevaba un par de años trabajando en la cocina del bar y mi padre venía de una marisquería en Madrid. Tenía un gran sentido del gusto, era buen guisandero. De hecho, fue él quien enseñó a mi madre. Ella algo sabía pero el punch era suyo. Aquí había angulas, nécoras, carabineros cuando no los había en casi ningún lado. Él fue un adelantado. Pepe el del Blanco era la hostia pero murió muy joven, con 44 años...
-Y llegaron tiempos duros
-Para mi madre no fue fácil. Nosotros teníamos edades complicadas, pero había que tirar adelante... Y lo hizo. Hasta los veinte años, yo no me di cuenta de lo que quería. Tuve la suerte de hacer la mili en el País Vasco, coincidí con mucha gente que ahora son grandes cocineros y me enganché a la cocina. Empezamos de chavaletes y llevamos muchos años.
-¿Los guisos de Engracia siguen siendo esencia en su cocina?
-Por supuesto, tenemos los pies en la tierra y sabemos de dónde venimos. Siempre tuve claro que el Bar Blanco es un equilibrio entre la tradición y la tradición actualizada. En nuestra carta tiene que haber un pote asturiano y convive, sin complejos, con el mejor steak tartar de Asturias. Somos muy democráticos, hay quien viene en busca del guisote y de los callos y otros quienes buscan más rock and roll y chispa. Conjugar estas dos cosas es el éxito de la casa. Es la versión 2023 de la cocina de mi madre, manteniendo el sabor, las ganas y mejorando en todo lo que podamos.
-¿Qué le queda al Bar Blanco de bar?
-El Blanco es inconcebible sin su barra. Es fundamental para disfrutar del aperitivo, del vermú, el chateo, para picar algo... Hemos conseguido que dos generaciones alternen en el mismo sitio. Está el padre y está el hijo: los paisanos toman sus vinos y los jóvenes también. No hay muchos lugares que puedan presumir de ello. Otro orgullo más.
-Aun así, son restaurante de referencia en la zona
-La palabra restaurante igual nos queda grande. Somos una casa de comidas contemporánea, seria, honesta, trabajadora y con buen producto. Una de las grandes casas de comida de Asturias, con mucha raíz, fondo y la mirada puesta en la tradición.
-Y ahora llega la Caldereta de Don Calixto
-Y no sabes la ilusión que me hace. No busqué nada, las cosas van llegando y es cierto que estoy en un momento dulce. Siempre pensaba, ¿me la darán algún día? De verdad que estoy encantadísimo, sobre todo compartiendo el premio con restaurantes como Atrio o cocineros como Carlos, de Los Llaureles.
-El Bar Blanco alcanza en 2024 la edad de jubilación. ¿Pisarán el freno?
-No me gusta levantar el pie, me va el rock and roll. Me dicen, 'no paras nunca' y la verdad es que no sé hacerlo. Me gusta lo que hago y me meto en 40.000 charcos. Me acaban de ofrecer llevar la parte gastronómica del 'Prestosu Fest' y ahí voy, para adelante con todo.
-¿El trabajo es su vida?
-Es mi medio de vida. Le dedico muchas horas, pero también intento separar momentos. Me gusta viajar, salir como todo el mundo. Lo que no sé es delegar. Sé generar equipo y manejarlo pero necesito estar, quiero estar, siento que debo estar. Voy a morir sin saber hacerlo pero todo no se puede hacer bien.
-El Blanco es un proyecto familiar, pero con ustedes se agotael relevo.
-Es mi talón de Aquiles, ni mi hermano ni yo tenemos hijos. Me da pena; en realidad, me fastidia muchísimo pero voy a intentar que esto siempre funcione. No sé con quién, pero el Blanco tiene que seguir tal y como es, no valdría de otra forma. Debería ser con alguien que piense como yo. De todos modos, faltan muchos años para todo eso. Ahora estamos en la cresta de la ola.
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