El bocado asturiano que llevó a rebañar a Robert de Niro

La Suite Real del Hotel Ritz de Madrid fue escenario de la estratosférica pitanza. A los fogones, Mauro Colagreco, Joan Roca, Quique Dacosta, Martín Berasategui y Carles Tejedor, mano derecha de José Andrés. El cocinero asturiano no pudo acudir a la cita por su compromiso con su ONG World Central Kitchen, que le ha llevado hasta Ucrania para alimentar a los refugiados. A través de él, no obstante, Robert de Niro se deleitó con una delicia asturiana.

A Jose Manuel Viejo, propietario de La Huertona, le sonó hace unos días el teléfono. Al otro lado de la línea, Carles Tejedor llamaba para pedirle un favor: necesitaba 400 gramos de angulas «para una cena muy importante». No le contó más. Hasta dos días después no supo quién las degustaría y el boato de la cena.

El cocinero compra a diario, en temporada, el alevín de la anguila en la Rula de Ribadesella. Al final vende cien kilos al año. Las adquiere, las guarda cuatro o cinco días en el vivero para que afinen y las cuece. El viernes por la noche las envió (ya preparadas) a Madrid. Una vez arribadas a la capital, fueron directas a una cámara frigorífica a dos grados, temperatura ideal para que queden perfectas.

«Estas cosas siempre hacen ilusión», reconoce Viejo. Por varios motivos: el personaje, la promoción y el hecho de que su producto forme parte de una cena «impagable» con algunos de los mejores cocineros del planeta. «Esto no es una comida. Es algo increíble», ensalzó quien inmortalizó a Vito Corleone.

Robert de Niro degustó las «últimas -en palabras de Carles Tejedor- angulas de La Huertona» junto a los «primeros» guisantes lágrima y chicharrón de soja. El chef tenía cierto miedo a que no entendiera el producto. El actor rebañó el plato con el dedo.