La 'revolución' callada de los cocineros rurales

A Xune Andrade (restaurante Monte, en Lena), Iris Jordán (Ansils, en Anciles, Huesca), Juan Carlos García (Vandelvira, en Baeza, Jaén) y Alejandro Hernández (Versátil, de Zarza de Granadilla, Cáceres) les separan cientos de kilómetros pero siguen un camino en común. Todos han sido tildados de locos. Ellos son, entre otros, los 'hijos pródigos' de la cocina rural, jóvenes entusiastas que partieron y regresaron al pueblo para impulsar proyectos gastronómicos singulares y con mucha personalidad.

Madrid Fusión Dreams les ha brindado un espacio porque, desde sus restaurantes distinguidos con una estrella Michelin, demuestran cómo pueden alumbrarse proyectos bonitos y vitales desde el terruño y el origen.

«Necesitaba, quizás desde una perspectiva egoísta, encontrarme conectado con el entorno y el paisanaje», explica Andrade, cuyo relato es similar al de sus compañeros de tertulia: la incomprensión del entorno, los 'ceros' en los servicio, la desconfianza... hasta que la crítica comienza a hablar de él y la guía Michelin los situa en el mapa mundial de la gastronomía. «Es triste que tenga que venir una guía francesa a explicar a mis vecinos, que están a mi lado, que soy bueno y que lo hago tiene valor», reflexionó el chef jienense.

La vida en el mundo rural, incluso con un macaron brillando en la fachada, no es sencilla y los problemas tienen su propia idiosincracia, pero permite a estos jóvenes llevar la vida que quieren y desarrollar «un acto de amor», el de la cocina, «conectados con la naturaleza, las personas y las estaciones de forma orgánica».

En una edición –la vigésimo tercera– de Madrid Fusión en la que se rinde tributo a los 'revolucionarios', cocineros que pusieron patas arriba el universo gastronómico tres décadas atrás, la pregunta quedó en al aire: ¿Llegará la nueva revolución de la mano de los hijos pródigos del campo?

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