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Las patatas son escolta de infinidad de recetas. No hay despensa donde no tengan un hueco. Su sabor, su precio y su capacidad saciante las convierte en el alimento ideal para completar un plato. Huevos, albóndigas, filetes, callos…convierten el tubérculo en la mejor pareja de baile.
Las patatas no son malas, aunque les persiga el sambenito del placer culpable. Todo depende de su elaboración. Versátiles y nutritivas, han sido un alimento básico en muchas culturas y constituyen una excelente fuente de carbohidratos complejos, perfecta para proporcionar energía sostenida. Formadas por un 75-80 por ciento de agua, contienen importantes micronutrientes como vitamina C, potasio y magnesio, esenciales para funciones corporales clave como la salud cardiovascular y el equilibrio electrolítico. Su paso por la sartén puede convertir, sin embargo, un alimento saludable en uno con altas calorías y grasas poco saludables.
Durante la fritura, las patatas absorben gran cantidad de aceite, lo que aumenta su contenido calórico. Las altas temperaturas generan, además, compuestos como la acrilamida, químico que puede ser perjudicial en grandes cantidades. Este método de cocción, combinado con un exceso de sal, puede contribuir a problemas como obesidad, hipertensión y colesterol alto. Y de ahí parte su demonización. Las patatas fritas se han convertido en un símbolo del 'fast food' y de los ultraprocesados. La búsqueda de alternativas saludables para satisfacer el antojo de algo crujiente no implica una renuncia a su consumo. Una de las opciones más recurrentes es desplazar sartenes y freidoras por el horno o la 'air fryer'.
Las patatas se cortan en rodajas finas o bastones, se rocían con un poco de aceite de oliva y se condimentan con especias como paprika, ajo en polvo o romero para hornearse a alta temperatura hasta que queden crujientes.
Otra opción es sustituir las patatas por bastones de zanahoria, que aportan betacarotenos, o boniato al horno, dulce y rico en fibra o incluso de calabacín. Ambos se pueden cortar como las patatas fritas, hornear con aceite de oliva y sazonar al gusto. O incluso por garbanzo, ricos en proteínas y fibras, cocidos y horneados con especias como comino, cúrcuma o pimentón.
Hay quien prefiere tirar de los 'chips' de vegetales deshidratados: kale, remolacha, calabacín o incluso col son ligeros y conservan gran parte de sus nutrientes. O de vuelta a las patatas, aunque renunciando a ese punto 'crunchy', pueden disfrutarse cocidas, hervidas, asadas o hechas al vapor. Con piel y bien lavadas para dejar de lado fungicidas y tratamientos químicos, conservan una mayor cantidad de nutrientes, entre ellos la fibra y son más fáciles de digerir.
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