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'Dying' es pura honestidad, pura verdad. La muerte llega a la pantalla grande en la película del alemán Matthias Glasner. Es la séptima cinta ... de un realizador también conocido por su trabajo al frente de series que le hizo ganar el premio al mejor guion en Berlín y con la que compite en Albar en el FICX. Nada convencional, con un metraje de tres horas, surge de lo personal: «Mis padres murieron de manera muy seguida, estuvieron enfermos durante más de diez años pero su muerte fue repentina y coincidió con el nacimiento de mi primer hijo, me vi de repente en una situación de crisis personal, no podía dormir, y me puse a escribir, porque a mí me gusta, me hace feliz hacerlo, y aunque la gente pueda pensar que es un proceso complicado, para mí no lo fue, porque me gusta contar historias». En seis semanas había escrito doscientas páginas, el guion completo, que no pensaba en ese momento que se iban a convertir en película. «Fue un proceso personal, no pensaba que le pudiera interesar a nadie porque era algo muy privado», relata el director, que de forma paralela pensó que si alguien quería producirla y había actores con ganas de dar vida a esos personajes, por qué no hacerlo, por qué no llevar a la pantalla esa historia sobre la familia inspirada en LA suya propia pero capaz de apelar a la de todos, capaz de llegar a públicos diversos y dispersos. «Tenía como condición que se hiciera tal y como yo lo había escrito, no quería que se alterara o modificara de alguna manera, porque me parecía único este guion, nunca había hecho un trabajo tan crudo, tan primitivo».
Confiesa que quizá la película no está muy bien estructurada por este extraño proceso de gestación, pero prefiere el director pensar que es así porque «es cruda, es honesta, es la vida misma». Concibió la cinta como un experimento, que buscaba que desde la intimidad llegara a lanzar «un mensaje universal». Y en virtud de las reacciones del público, lo ha logrado. La primera sorpresa fue llegar a la Berlinale y después ha visto cómo en otras culturas también se recibe su película con idéntica empatía: «Todo eso quiere decir que el experimento ha funcionado, que los sentimientos, el amor, son algo universal, me gusta pensar que durante tres horas el público está pendiente de esos personajes, que los siente como reales, es como si estuviera conociendo a personas reales aunque no pueda hablar con ellas».
Pero no siente que la película haya sido para él algo terapéutico. Al margen de ese origen en sí mismo, es ficción, es como cualquier otra película. «Todo es lo mismo, el proceso fue igual que el de crear cualquier otra película, pero no considero que sea necesario que el público sepa que trata sobre mi familia, sino que sienta los personajes como propios y esto intento hacerlo con todas mis películas», señala. Quiere que el público haga un viaje con él. Y es curioso que él hizo un viaje con Almodóvar de manera paralela con 'Dolor y gloria'. «Cuando yo estaba preparando la película, leí una entrevista con Almodóvar que decía que su filme más que su vida era una carta de amor al cine, y eso me gustó mucho, y para mí es lo mismo, mi película es una carta de amor al arte, no solo al cine, también a la música», revela el realizador alemán.
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