El candidato a la Alcaldía por el PSOE, Luis Manuel Flórez, Floro, frente al espejo. ARNALDO GARCÍA

El jesuita que volcó su vida en las personas con adicciones

Luis Manuel Flórez 'Floro'. El impulsor de Proyecto Hombre en Gijón es un enamorado de la montaña que pasó del Gedo a la Compañía de Jesús, donde colgó los hábitos en 1991 para casarse

IVÁN VILLAR

Domingo, 7 de mayo 2023, 02:27

Luis Manuel es Floro desde que a finales de los años 70, mientras estudiaba en la Universidad Pontificia de Salamanca, uno de los compañeros con los que residía «en una casa grande de pasillos muy largos» empezó a llamarle así para diferenciarlo de otro Flórez ... con el que convivían. Y 'Floro' se le quedó para todo el mundo, sumando con los años como distintivo adicional, para el común de los gijoneses, «el de Proyecto Hombre», entidad que impulsó y lideró desde finales de los años 80 hasta una jubilación en 2019 que no significó su desvinculación total, pues sigue formando parte de la fundación que respalda ese proyecto y abierto «a colaborar en lo que me demanden».

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Floro nació el día de Reyes de 1954 en La Moral, un pueblo de la parroquia langreana de Tuilla en el que creció rodeado de minería y del que recuerda una abarrotada escuela unitaria, los baños en un río Candín que bajaba negro... Nieto de minero y maquinista (fusilado) e hijo de carbonero, cuando cumplió 12 años toda su familia se trasladó con él a Gijón para que estudiara un oficio en la Fundación Revillagigedo, donde pasaría siete años que culminaron con una Maestría Industrial en Construcciones Metálicas. Los primeros meses los pasaron en la pensión que una prima de su madre tenía en la calle Ezcurdia y en la que se alojaban jugadores del Sporting como Tati Valdés o Lavandera. Finalmente se instalaron en la calle Alarcón, un piso por el que Floro prácticamente solo pasaba «para comer y dormir», pues su vida y amigos los tenía en El Natahoyo, barrio donde con 16 años también conoció a Mina, hoy su mujer, y en el que con los años acabaría instalándose, no antes de una vida llena de vueltas.

TRABAJO. Con la Reina Sofía, en 2014, durante los actos por el XXV Aniversario de Proyecto Hombre. INFANCIA. Floro, en sus primeros años, caminando entre la nieve. JUVENTUD. La montaña y el esquí estuvieron siempre entre sus principales aficiones.

El primer giro lo dio en 1974, cuando recién finalizados sus estudios en el Gedo decidió ingresar en la Compañía de Jesús. A dos años de noviciado en Valladolid le siguieron tres de estudios filosóficos en la Universidad Pontificia de Salamanca y otros dos trabajando como educador en el antiguo hospicio de San Cayetano, en León, instaurando pedagogías por entonces innovadoras, más sociales de las que existían hasta la época. Por aquellos años aspiraba a convertirse en un cura obrero. Y aunque sí se ordenó como sacerdote, en Salamanca, fue su siguiente destino, Madrid, el que marcó otro quiebro en su vida.

Allí fue en 1981 a estudiar Teología en la Universidad Pontificia de Comillas y conoció muy de cerca, en barrios como San Blas y también en la cárcel de Carabanchel, el grave problema de las adicciones, lo que le llevó entre otras acciones a crear una coordinadora de apoyo y formación para las familias. Y en 1986 planteó a la Compañía de Jesús la posibilidad de trasladarse a Vigo o Gijón a trabajar con las personas adictas y sus familiares. Aprovechando unas vacaciones en Asturias hizo lo propio con el Arzobispado, que le trasladó todo el apoyo. Y así, Floro regresó a Gijón -se instaló en la parroquia de Tremañes junto a curas obreros como Cándido Viñas- para poner en marcha la Fundación Cespa y Proyecto Hombre. «Una de sus virtudes es saber hacer crecer la parte buena de las personas y de su equipo. Le gusta conciliar y su trato siempre ha sido sencillo, cercano y campechano, conectando muy bien con las familias, voluntarios y usuarios de nuestros centros», destaca el actual presidente de Proyecto Hombre en Gijón, Julio Jonte, quien le sucedió después de casi un cuarto de siglo trabajando mano a mano con él. «Siempre me admiraron su capacidad de escucha y su sensibilidad con el dolor ajeno. También que toma notas de todo, de una manera muy ordenada», añade.

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En casa

«Desde que éramos adolescentes ha sido un íntegro luchador por la justicia social»

Mina Blanco

Esposa

En el partido

«Conoce bien Gijón y sus barrios. Le conozco y admiro desde hace años»

Paz Fdez. Felgueroso

Exalcaldesa

En el trabajo

«Sabe hacer crecer la parte buena de las personas y tiene un trato sencillo y cercano»

Julio Jonte

Proyecto Hombre

Su actividad en Gijón le hizo merecedor -coincidiendo con su jubilación- de múltiples reconocimientos, entre ellos la Medalla de Plata de la ciudad. También le llevó a ocupar de 2011 a 2015 la presidencia de la Asociación Nacional Proyecto Hombre. Fueron 33 años -y casi tres mil altas terapéuticas- que a él le enseñaron «que nunca hay que dejar a nadie atrás ni tirar la toalla».

Con la actividad social bien centrada, el siguiente giro en su vida tuvo un carácter más personal. En 1991 abandonó la Compañía de Jesús para casarse con Mina Blanco, con quien tiene dos hijas que le han dado, a su vez, cuatro nietos. «Es una persona muy alegre. Y cuando está en familia o entre amigos, muy teatrero. Enseguida coge la guitarra y se pone a cantar», afirma su esposa, quien también destaca de Floro que «es muy amigo de sus amigos, de forma incondicional y pase lo que pase», aunque «no admite las mentiras». De su más que reconocida actividad pública se limita a apuntar que «desde que éramos adolescentes destacó por su integridad y por ser un luchador por la justicia social. Siempre lo tuvo muy claro y nos lo transmitía a todo su grupo de amigos».

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Y ya jubilado, nueva vuelta de tuerca con una salto a la representación política que ya le ofrecieron en 2019 pero descartó por motivos personales. Ahora sí acepta la aventura, «porque estoy bien y quiero devolverle a Gijón muchas de las cosas que me ha dado». Entre sus apoyos en el PSOE destaca el de la exalcaldesa Paz Fernández Felgueroso, quien destaca que «algunas veces, venir de fuera de política te da un aire más fresco», lo que no significa ignorancia sobre los problemas de la ciudad. «Conoce bien Gijón y sus barrios, con sus peculiaridades. Desborda ilusión y, desde mi experiencia, creo que tiene buenos mimbres para la Alcaldía», destaca la exregidora de una persona «a la que conozco y admiro desde hace años y a la que considero inteligente, honrada, perseverante y dialogante».

Si no está en Gijón, lo más fácil es que se le pueda encontrar en los Picos de Europa, que visita en cuanto tiene ocasión para disfrutar de su gran afición, la montaña, en la que inició en los años 70. Sus 50 años los celebró subiendo al Urriellu, que era uno de sus grandes retos personales.

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