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Cuenta que en 2015, en una reunión familiar, un tío suyo le espetó «¡Puto loco! ¿Qué haces?». Todo porque él había comenzado a dar pasos políticos con la formación de la que hoy es presidente en Asturias, así como secretario general del grupo parlamentario en el Congreso de los Diputados. Un hemiciclo al que espera volver José María Figaredo (Gijón, 1988) tras las elecciones del próximo 23J, a las que concurre como candidato de Vox por Asturias. Y lo hace pese a que la política nunca fue el camino vital que su familia soñó para él.
Tanto es así que su padre, el empresario José María Figaredo Rodrigáñez, viajó a Madrid en una ocasión con el único motivo de hablar con él y decirle que «nos hemos esforzado mucho para darte una educación y no debes meterte en política».
Vital
Ovetense: Le 'nacieron' en Gijón en 1988, pero es de Oviedo. Está casado y tiene dos hijos.
Laboral
Abogado: Licenciado en Derecho y ADE por el ICADE, forma parte del bufete González-Bueno&Asociados.
Política
Vox: Entró en 2013, es el presidente en Asturias. Diputado en el Congreso desde 2019.
Y pese al cariño que tenía y tiene por su padre, fallecido en 2021, y la devoción que sigue manifestando hoy por su madre, Ana Álvarez-Sala, a la que perdió repentinamente en 2016 y que le inculcó la parábola de los talentos, el candidato de Vox tiene claro que «si volviera a nacer, haría lo mismo».
Es decir, volvería a presentarse a Santiago Abascal y ofrecerse para echar andar Vox en Asturias en los inicios de la formación en España. Volvería a entrar en política, pero también volvería a ser ser un ovetense nacido en Gijón (su madre veraneaba en Somió y su ginecólogo lo era también del gijonés Hospital de Cabueñes), el hijo único de José María y Ana, pero que siempre estuvo, y está, rodeado por un batallón de primos, especialmente Cristóbal, con los que vivir eternos veranos en Somió.
Todavía ahora, con menos tiempo libre, en la casa familiar llegan a reunirse 60 miembros de esa misma familia, en una alegre locura estival a prueba de bomba.
Volvería a ser un apasionado de las motos, aunque alguna le fuera confiscada, puesto que su madre estaba muy preocupada por esa afición de su hijo a darle gas a la Vespa. Esa ya no la tiene, pero sí otras, alguna de gran cilindrada, que confiesa mantener «más por cariño» que porque «esos hierros puedan hacer algo ya».
Volvería a estudiar en el Colegio San Ignacio de Oviedo y Derecho y ADE en Madrid. Y volvería a aprender inglés en Irlanda y convertirse en políglota con su dominio del francés. Y a fichar por un bufete con mucho nombre, al que dejó en tres meses, porque se aburría. Lo suyo era el Derecho Procesal, incluso el Administrativo. Y el arbitraje, por lo que se pasó jornadas de 20 horas diarias destripando expedientes. De nuevo a todo gas, en una lectura febril contrarreloj para entregar a tiempo el informe.
Todo eso volvería a repetir José María Figaredo como también volvería a ir una y mil veces a aquella boda de un primo suyo que se casó en abril de 2017. No era un buen momento para el hoy candidato de Vox. Su madre había fallecido en 2016 y, aunque él ve la muerte de un ser querido como «un agujero muy grande», y aunque reconoce que «no es lo mismo encontrártelo cuando llevas media hora caminando, que media vida», lo cierto es que el adiós inesperado de su madre le dejó muy tocado.
Tanto que no creía él que fuera real aquella persona que conoció en la boda de su primo. Una joven sevillana con la que poco más de dos años después, en junio de 2019, se casó.
Ella fue clave en mantener la cordura entre trabajo, política y familia, sobre todo cuando la salud de su progenitor apuntó un mal pronóstico. Ambos se trasladaron a Oviedo para atender a José María Figaredo padre, que pudo conocer al siguiente de la saga, su nieto, aunque no llegó a ver a su hijo convertido en padre por segunda vez.
Sí le dio tiempo a ver, no obstante, que el experto en arbitraje continuó viviendo su vida a todo gas, compatibilizando trabajo, política y familia, pero empezó a dejar de lado a sus eternas amigas de dos ruedas. Un coche familiar con dos sillitas ha sustituido a los 850 centímetros cúbicos de su moto más potente.
Y con las motos, también han quedado aparcadas las cervezas después del curro, la lectura sosegada e, incluso, el meterse en vena una mezcla musical que incluye a Extremoduro, Dover y Hombres G. Como aparcadas quedan las vacaciones eternas en Somió y los saltos a la playa de Estaño desde la peñona. En lo único que no frena es en sus ganas de volver al Congreso. A todo gas va directo al 23J.
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