Los cinco años de Sánchez, siempre en la montaña rusa
Del 28-M al 23-J ·
El presidente lanza su traca final cuando se cumple un lustro de su victoriosa moción de censura contra Rajoy con un mandato sin respiroSecciones
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Del 28-M al 23-J ·
El presidente lanza su traca final cuando se cumple un lustro de su victoriosa moción de censura contra Rajoy con un mandato sin respiroEl presidente del Gobierno ha sellado la suerte de una de las legislaturas más turbulentas que se recuerdan cuando toda su estrategia había ido encaminada justamente a lo contrario, a consumarla hasta el último minuto junto a sus socios de investidura y al compás del ... lucido escaparate de la presidencia española por turno de la Unión Europea. Cuando, por añadidura, el profundo aturdimiento infligido a la Moncloa y al conjunto de los socialistas por un catastrófico 28 de mayo parecía sumir el escenario en una pesadilla difícil de espantar.
Pero Pedro Sánchez, lo ha demostrado, reacciona a los golpes, decide y ejecuta: de perdidos, al río de un adelanto electoral a toda prisa para abortar el posible florecimiento de voces internas en su contra tras la debacle; resucitar la confianza en que todavía hay partido frente a la apisonadora de la derecha comandada por Alberto Núñez Feijóo; y apelar a la concentración del voto cogiendo a Yolanda Díaz con lo puesto, que es menos que antes del veredicto del 28-M. La suerte favorece a los audaces, recita la política desde la 'Eneida' pasada por el tamiz de Maquiavelo. Sánchez se reta este 23-J al más difícil todavía: sobrevivir al propio 'sanchismo'.
En un elocuente guiño del destino, este viernes, 2 de junio, se cumple un lustro desde que el secretario general del PSOE prometió su cargo ante el Rey después de haber salido victorioso de la primera moción de censura triunfante en democracia. Su osadía, trufada de confianza en sí mismo y de una voluntad de poder arraigada en su ADN, lanzó la remoción de Rajoy; el trabajo entre bambalinas de Pablo Iglesias con los independentistas catalanes y vascos y el cambio de caballo del PNV hicieron el resto.
Hasta los 'sanchistas' de primera hora, pocos y desplazados después de las áreas de influencia, se frotaban los ojos ante la conquista del poder por aquel desconocido diputado que se había hecho con la secretaría general del PSOE cuatro años antes frente a alguien tan icónico en el partido como Eduardo Madina, víctima de ETA y apreciado por su compromiso intelectual, porque así lo quiso la entonces todopoderosa Susana Díaz.
«No sirve pero nos sirve», cuentan las crónicas que fue el maniobrero vaticinio de una Díaz que, a todas luces, no vino venir con quién se la estaba jugando. Las viejas luminarias del PSOE tampoco, a las que Sánchez pasó por encima en 2017 ganando las primarias a la dirigente andaluza y al exlehendakari Patxi López meses después de haberse negado -su ya celebérrimo «no es no»- a permitir la investidura de Rajoy y haber sido defenestrado en un comité federal de cuchillos largos.
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Inmanejable, Sánchez pretendió hacerse fuerte en la secretaría general volando libre. Cuando Díaz le cortó las alas que ella misma le había proporcionado, el hoy presidente vino a tirar de Gramsci, el ideólogo de cabecera del Podemos inaugural, para pasar del «pesimismo de la inteligencia» al «optimismo de la voluntad»; se cogió un Peugeot 407 para reunirse con la militancia en todo el país hasta ganarse el retorno al liderazgo presentándose como un David frente al Goliat 'aparatero'.
Se cruzaron apuestas sobre cuánto iba a durar al frente de aquel Gobierno en solitario emergido de la moción de censura en el que sentó a ministros tan dispares como la reputada Nadia Calviño y el presentador de televisión, de fugaz presencia por una cuita fiscal, Maxim Huerta. Durar, lo hizo poco más de medio año, ahogado por una de esas crisis catalanas -la hoy olvidada del mediador en el 'procés'- que le han perseguido pese a la 'política del reencuentro' con el independentismo de ERC. Fue la primera vez que tuvo que disolver las Cortes heredadas del 'ciclo Rajoy'. Y ganó aquellas elecciones de abril de 2019 aventando el miedo a la ultraderecha tras la 'foto de Colón' de Pablo Casado y Albert Rivera en la que se retrataron junto a Santiago Abascal.
El 'sanchismo' y el 'riverismo', que habían forzado una investidura fallida tres años antes cuando ni de lejos sumaban, se encelaron en sus respectivas estrategias para no conformar el que habría sido el primer Gobierno de coalición desde la Segunda República con una mayoría absoluta de 180 escaños. La nueva política, de la que el presidente también es hacedor solo que, en su caso, al frente de una sigla histórica, forzó la máquina de unos nuevos comicios el 10 de noviembre de ese mismo año, a los que Sánchez concurrió renegando de Podemos por lo mucho que iba a quitarle el sueño, rescatando los mensajes más duros contra el independentismo catalán y dando su palabra de que no pactaría con EH Bildu.
Un magro resultado de 120 escaños trocó las promesas en apenas 48 horas, las que llevaron al presidente, en otra arriesgada decisión, a perdonarse el insomnio y rubricar, ahora sí, el primer bipartito de Gobierno de la democracia. Éste sustentado en una precaria mayoría minoritaria que ha erigido a la izquierda abertzale post-ETA en socio esencial de una convulsa legislatura junto a una ERC y un PNV que, a diferencia de los de Otegi, no parecen haber extraído este 28-M beneficio alguno electoral del sostenimiento del 'sanchismo'.
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El devenir de estos tres años y medio desde que el líder socialista reeditó su presidencia, el Día de Reyes de 2019, es la historia de un vía crucis cotidiano que ha obligado a Sánchez a lidiar con sus aliados en el Consejo de Ministros y a negociar, ley a ley, con el bloque de la investidura. El jefe del Ejecutivo acudió a su duelo al sol con Feijóo de este domingo congratulándose de los tres presupuestos generales aprobados y de la agenda social refrendada por el Congreso.
Pero la legislatura, nunca con puntada firme, se ha ido deshilachando hasta desembocar en la anomalía política de que el partido que lidera el Gobierno saque adelante la reforma de una ley estrella de su socio menor -la del 'solo sí es sí'- apoyándose en la derecha con la que rivaliza en todo. Este venía a ser el colofón de los giros de guion del mandato de Sánchez hasta que el contundente revés en las urnas le ha empujado a jugar la baza definitiva. La traca final. El 'rien ne va plus' para que el 'sanchismo' no termine arrasando al socialismo.
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