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La cabalgata final

Salvo Unidos Podemos, que ha introducido leves cambios, todos los partidos se han atrevido a repetir plantel, programa y estrategia invasiva en esta campaña

Alejandro Carantoña

Martes, 21 de junio 2016, 12:33

Daba igual la emisora de radio o televisión que se sintonizase ayer por la mañana: exactamente a las nueve, todas estaban entrevistando a algún candidato o responsable político. Exactamente a la misma hora, en perfecta sincronía, Albert Rivera estaba diciendo en la radio que Mariano Rajoy es un obstáculo para la formación de nuevo gobierno; Mariano Rajoy estaba diciendo en la televisión lo contrario; Pedro Sánchez aseguraba que era él quien no iba a ser un obstáculo y Pablo Iglesias, presumiblemente, desayunaba en pijama mientras que iba saltando de emisora.

Ha decidido espaciar y concentrar sus apariciones, mientras que el resto de partidos han convertido sus agendas de esta semana en improbables (y quizás improvisados) maratones informativos: solo ayer, Albert Rivera tenía entrevistas en medios distintos, en puntos distintos, separadas por apenas veinte minutos. Rajoy, que siempre dice que lo mejor de ser presidente y de hacer campaña es conocer el país, debe de estar empezando a arrepentirse de sus palabras. Quemados ya los cartuchos de baja intensidad, ha llegado el momento de un esprint final con la artillería pesada. En el caso del PSOE, con el reciente anuncio de que cerrará campaña con la oportuna resurrección de algunos antiguos líderes (especialmente de Zapatero); en el caso del PP, con la insistencia machacona, casi invasiva, en su solvencia; en el caso de Unidos Podemos, con una medida combinación de discursos acerados (Monedero en Oviedo el pasado fin de semana y de Garzón esta tarde en Gijón) frente a la mesura etérea de Iglesias. El más arriesgado, con todo, es Rivera.

Ha venido repitiendo desde la precampaña que impedirá por todos los medios que Rajoy sea presidente, instalando la idea, así, de que un pacto entre Ciudadanos y el PP es de todo punto imposible.

Sin embargo, ayer introdujo un pequeño matiz que de pronto aclara y vaticina lo que viene a continuación: que cuando dice que vetará al candidato popular se refiere a eso, al candidato, y no necesariamente al partido. Lo deslizó con un titular nada sutil: explicando aquello de que está «convencido» de que Rajoy dará un paso atrás para evitar unas terceras elecciones. Esto es, el retruécano definitivo: que aunque el candidato de un partido sea el más votado, el candidato más votado no tiene por qué encabezar el partido elegido.

Es un galimatías que abre la puerta a uno de los pocos escenarios insólitos que nos quedan por vivir. De cumplirse el análisis de Rivera, el PP habrá inventado una forma de hacer campaña que seguro se estudiará durante generaciones: cómo construir un candidato, cómo auparlo a la posición de liderazgo indiscutible e incuestionable dentro del partido y, a renglón seguido, apartarlo en el tramo parlamentario de la formación de Gobierno.

El cupo de hiperexposición, que cualquiera sabe que quema a los candidatos, quedó más que satisfecho con la campaña de diciembre. Esta vez, sin embargo, todos los partidos se han atrevido a repetir plantel y programa y estrategia invasiva en el tramo final: solo uno Unidos Podemos ha introducido leves cambios. Quizás esa sea la ficha que movilice a todas las demás, con resultados imprevisibles.

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