Pedro Sánchez, líder del PSOE, el pasado martes durante su visita al HUCA.

Estar sin estar

Alejandro Carantoña

Jueves, 16 de junio 2016, 11:10

Quien haya tenido la mala fortuna de someterse a una operación de apendicitis esta semana ha podido darse de bruces en un pasillo del hospital con Pedro Sánchez. «Mira a la izquierda», le reclamaba un paciente: «Nosotros somos la izquierda», sentenciaba. El mismo mensaje en torno al cual orbita su campaña, el mismo que centró su acto electoral en La Corredoria (un amigo decía con sorna: «Creo que ya tengo otra vez a Errejón debajo de la ventana de casa»), pero a domicilio. Como base, era blanca y genérica: como base, carecía de cualquier referencia explícita a los planes del PSOE para Asturias. El paso de Sánchez por la región, así, servía ante todo para que el ex presidente Álvarez Areces pudiese exhibir su orgullo hospitalario y para que Javier Fernández, a quien le sale la vena Charlton Heston («¡De mis manos frías y muertas!») cuando se menta a Podemos, bramase un sonoro: «¡No pasarán!» desde el estrado.

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Es decir, fuera de los actos centrales, los candidatos y primeros espadas se convierten en anuncios con patas, en peleles que se pueden ver y tocar y fotografiar y a los que se les puede pedir sensatez para el futuro: así, se genera una sensación de cercanía (Podemos lo sabe bien, y por eso está haciendo trabajo de proximidad amplio y contundente en grandes plazas) no necesariamente cierta, pero sin duda efectiva. Y, tal y como están las cosas, quizás decisiva.

Agotados los discursos, así, es hora de remangarse y tomar las calles: uno puede pasear por una acera cualquiera de España y estar a punto de ser atropellado por una recua de fotógrafos, periodistas, community managers y jefes de prensa. Entre el enjambre, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, con una sonrisa inmaculada bajo el granizo de «¡guapa, guapa!» y de «¡ladrones, ladrones!», por turnos, mientras que reparte simpatía entre electores en potencia, en eso que los populares han dado en llamar «paseo electoral».

El resultado es un «yo lo vi, yo lo toqué, yo le dije lo que opinaba» que habría de servir de empuje, pero que carece de empaque para el elector preocupado por asuntos concretos: como mucho, Sánchez se habrá percatado de la distancia que hay entre el aeropuerto de Asturias y Oviedo, o quizás del estado de la Y.

Hoy está previsto que Mariano Rajoy visite la región, después de dos extenuantes días en los que se ha comido un helado en Almería y ha reivindicado su sensatez y experiencia en un campo de alcachofas de Tudela. También está previsto, por tanto, que ponga el piloto automático y no alcance a proponer ninguna medida efectiva, más allá de reforzar todo lo bueno que ha ocurrido en esta última legislatura y todo lo estupendo que es el país que habitamos.

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Ciudadanos, por su lado, apuesta por una mayor presencia mediática y algo menos de baño de masas, como queriendo transmitir el rigor, seriedad y compromiso de sus propuestas: procura no volverse tan emocional como Podemos, tan condescendiente como el PP ni tan organizado y masivo como el PSOE. Las fórmulas, en cualquier caso, comparten algo: la ausencia. No la ausencia física, que tiene fácil remedio, sino la ausencia de proximidad efectiva, de preocupación, de mimo: se puede estar en todas partes, pero inevitablemente se acaba por estar sin estar.

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