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Azahara Villacorta
Jueves, 17 de diciembre 2015, 01:35
«Aunque nos veáis con todos estos asesores, los candidatos no somos tontos», se arrancó Susana López Ares, la primera en llegar anoche al debate entre los cabezas de lista asturianos al Congreso, que midieron fuerzas incluso antes de entrar al set por el número de integrantes de sus equipos de campaña que les acompañaban. De los cinco que rodearon a la socialista Adriana Lastra, a la austeridad que acostumbra a imponer la tijera popular, que dejó a López Ares con uno.
Así que, como a los mejores púgiles en el ring dialéctico, un enjambre de consejeros áulicos esquinados arropó a cada candidato en modo corrillo. Que si haciendo una foto para la web aquí, que si proponiendo una conversación banal para distender allá, que si ahora voy y lo tuiteo y todo así. Yeso que López Ares derrochó estilo marianista desde maquillaje, donde se le escapó un taco que podía ser un ruiz, pero que fue otro. Ah, que al ser ella de centro y liberal, sí puede.
La economista de Ponferrada de riguroso blanco y negro, tan tendencia, legging ceñido imitación de cuero dominatrix, zapato plano, bolso caro y la imprescindible perla, que siempre favorece mucho se aprestó a demostrar tras la visita de su presi a Cudillero perdón, Cangas de Onís que se enfrenta a quien sea sin mandar a Soraya, ni plasmas de por medio. Aunque tampoco al punto de llevarse los apuntes arrancados de un blog de espiral con aplomo de registrador de la propiedad:ella pidió a producción «un clip de mariposa».
Y no fue de extrañar, porque de su muñeca pendía la ayuda del cielo y de esa patria nuestra objeto de museo:dos pulseras con la bandera de España, otra con la salense Virgen del Viso, una cuarta que le garantizaba la protección de la Santina y la quinta, con el poder salvífico del azabache de Ribadesella, arrebatándole, de paso, símbolo a la más riosellana del PSOE.
Pero Lastra que soltó el mismo taco que su rival histórica al ver a Rajoy magullado, qué malos son los selfies es también mucha Adriana, así que se subió a unos tacones de aguja para salvar los palmos que las separan, como queriendo auparse también en esos sondeos que se les resisten por más que ella tire de nombres de pila de santones con familiaridad. «Es que hay gente que es peligrosísima. A mí me da mucho mucho miedo, cuando voy con Felipe o con Pedro, que siempre atraen a multitudes, que pueda pasar eso».
Junto al cuadrilátero de atriles no llegó la sangre al río, pero nadie dejó nada al azar en ese lenguaje no hablado que en Sofía Castañón se traduce en una sonrisa perenne muy en la línea de las arengas del líder máximo, y en Manolo Orviz, en la gravedad que se le supone a la izquierda de hoz y martillo que no se anda con mandangas. Ella, de morado Podemos, bolso de mercadillo y chapa de Ni una menos. Él, con insignia roja y vaquero currela.
También andaba por allí Nacho Prendes con una carpeta naranja Ciudadanos bajo el brazo. Desconocemos si por consejo de sus asesores. Y entonces le lanzaron un gancho para KO:«Antes era rosita. Rosa UPyD». Pero a él le dio lo mismo, porque tampoco es tonto.
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