Mañueco y Gallardo se felicitan tras el debate de investidura en Castilla y León. E. P.
Pacto en la Comunidad Valencia

El tormentoso ensayo de los pactos PP-Vox en Castilla y León

El acuerdo, con el que Feijóo transigió recién llegado a Génova, ha estado marcado por las turbulencias

Martes, 13 de junio 2023, 22:24

No es que Alberto Núñez Feijóo no quiera gobernar España con Vox, que no quiere si puede evitarlo. Es que preferiría no hacerlo con nadie después de encadenar cuatro mayorías absolutas en Galicia. El presidente del PP es un discípulo aventajado de la máxima política ... de que el poder no se comparte. Pero si consiguio construir un singular ecosistema en su territorio natal en el que el partido de Santiago Abascal no encuentra sitio, el resto del país es diferente. El ajustado triunfo de Alfonso Fernández Mañueco en las elecciones autonómicas de febrero de 2022, precipitadas por la dirección del PP entonces comandada por Pablo Casado, supuso un recibimiento incómodo para Feijóo y el recién estrenado líder tras el cisma interno transigió rompiendo el tabú de los acuerdos con la derecha radical.

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Dieciséis meses después, ya con el dirigente gallego plenamente instalado en la planta noble de Génova y enfilado tras el triunfo del 28-M a la Moncloa, la Comunidad Valencia reeditará, por la puerta grande de una autonomía clave en la distribución del poder territorial español, el ensayo castellanoleonés salpicado de turbulencias. Estragos políticos, con el vicepresidente de la Junta, Juan García Gallardo, a la cabeza, que están escribiendo su último episodio estos días a cuenta de la crisis por la relajación de los controles contra la tuberculosis bovina promovida por la Consejería de Agricultura en manos de Vox.

«Hay que heterosexualizar ese deporte (el fútbol) repleto de maricones», fue una de las inconveniencias en Twitter que persiguió a García Gallardo desde que fue elegido candidato por Abascal. Ya en el Gobierno, protagonizó sendas escandaleras al calificar de «tragedia familiar» un asesinato machista y al concederle a Noelia Frutos, una procuradora socialista con discapacidad, que iba a hablarle «como si fuese una persona como otra cualquiera». La mayor trifulca llegaría con el protocolo antiabortista que obligó a Génova a intervenir para zanjarlo.

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