-¿Qué es lo que más le preocupa ahora a Unai Sordo?
- La pinta que tiene la economía y el aumento de precios que hace que muchos trabajadores tengan serios problemas para llegar a fin de mes. Los efectos de la guerra en Ucrania en términos de encarecimiento de la cesta de la compra y de ralentización severa de la economía están teniendo efectos sociales muy perniciosos.
-Todos los veranos escuchamos que el otoño será «caliente». Este también. ¿En qué condiciones se va a llegar?
-En el otoño se pondrá encima de la mesa el conflicto latente entre el incremento de los precios, los millones de personas con muchos problemas para llegar a fin de mes, y el bloqueo que se está dando en la mejora de los salarios en convenios colectivos. Los últimos datos del Banco de España hablan de un incremento muy importante de los beneficios empresariales, y las empresas estén repercutiendo una buena parte de los costes energéticos a los precios (ahí está la inflación subyacente superior al cinco y pico por ciento), pero las propuestas salariales de los empresarios son débiles. Esto augura una escalada de conflictividad laboral.
-¿Comparten, por tanto, las nuevas medidas del Gobierno como esenciales en este momento?
-No solo las compartimos sino que son de inspiración sindical. Hablamos de la necesidad de un impuesto a los beneficios de las eléctricas, también de la banca producto de la subida de los tipos de interés, y en general de las grandes empresas que tienen bastante margen en sus beneficios para que haya un impuesto de sociedades mucho más ambicioso. Ahora pagan por debajo del 5%. Son medidas que están bien orientadas, pero creo que todavía son insuficientes y el tiempo lo dirá. Adolecen además de un mínimo diálogo social porque se están gestionando desde la unilateralidad del Gobierno o del presidente del Gobierno.
-Es decir, son buenas, pero podrían ser mejores.
- En general no están mal orientadas, pero sería bueno establecer un marco de diálogo social, más ambicioso, teniendo en cuenta los buenos resultados que dio en la anterior crisis, la pandémica, y que nos están apelando a hacer un pacto de rentas. Y es curioso que quien apela a eso, las medidas que tendría que poner las tome unilateralmente. Es un poco la cuadratura del círculo.
-Queda ver también cómo se aterrizan.
-Empieza a haber una percepción social de que muchas de las medidas que se decretan tienen difícil implementación, generando una gran confusión. A veces se disloca la expectativa que se crea ante una medida y su operatividad real, y tiene que ver con la tramitación y su complejidad.
-¿No cree que podrían fomentar mayor desigualdad? Porque aunque se prohíbe repercutir los impuestos en los ciudadanos siempre hay subterfugios y servicios asociados afectados.
-A veces se dice ¡ojo! que imponer un incremento fiscal a la banca hará que los repercutan en las comisiones bancarias. ¡Es que ya lo han hecho! Se han encarecido un 11% en un año. Creo que no hay que ceñirse únicamente a medidas de rebaja fiscal y acompañarlas de una limitación en la subida de precios, aunque suene intervencionista. El momento es tan delicado que vale la pena ser un poco más audaces a la hora de tomar decisiones sobre la limitación de algunos precios básicos. Hay márgenes para hacerlo sin poner en riesgo la viabilidad de ninguna gran empresa, salvaguardando los intereses de los consumidores, sobre todo los de rentas más bajas y medias.
-Algunas voces bancarias hablan ya de posible pérdida de empleos.
-Lo mismo que las comisiones. Todas las entidades financieras han hecho ya unos planes de reestructuración de plantillas enormes. Anuncian cosas que ya han hecho. Lo que creo es que hay que quitar el miedo a la gente. Son medidas de sentido común. No son de carácter radical.
Salarios dignos
-Pacto de rentas o acuerdos salariales, ¿qué urge más?
-En el pacto de rentas tiene que ir el pacto salarial, pero solo un pacto salarial no define un pacto de rentas. Y eso o no se entiende o no se quiere entender. Un acuerdo salarial debe ir acompañado de una serie de medidas de tratamiento al resto de las rentas. Si el Gobierno pone sobre la mesa medidas como una política fiscal más ambiciosa, una revalorización de las pensiones o la subida del salario mínimo, se facilita un acuerdo salarial. Pero si toma sus medidas unilateralmente nos condena a hablar solo de ese acuerdo salarial, que es muy importante, pero es otra cosa.
-¿Cuánto cree que tienen que subir los salarios?
- Si yo dijera los salarios en 2022 tienen que subir lo mismo que la inflación, el 10% ahora mismo, no estaría siendo realista y me dirían que tienen un efecto de inflación de segunda ronda. Pero lo que decimos es que partamos de una subida inicial, que podría situarse en el 3,5% en 2022, para a lo largo de 2023 y 2024 operar con cláusulas de garantía salarial. Así al cierre de cada año se compensará a los trabajadores por la diferencia entre lo pactado de salida y la evolución interanual de la inflación. Se evita cualquier espiral inflacionista, pero se da una garantía de que en el ciclo de dos años y medio no hay una devaluación de los salarios, al menos de los marcados por convenio colectivo. Pero la CEOE no quiere ni oír hablar de esas cláusulas de revisión. Quiere que haya pérdida de poder adquisitivo.
-Afirman los empresarios que falta mano de obra, pero que los salarios no son el motivo.
-Eso es un cuento. En España la falta de mano de obra en algunos sectores tiene que ver con las condiciones de trabajo y de vida que se les oferta a los trabajadores. Y luego puntualmente, allá donde se produzca algún desacople temporal entre la cualificación que se requiere para un puesto y la formación lo que hay que hacer es adaptar los planes formativos de manera ágil. Pero esto es la parte pequeña del problema. La realidad es que la gente no quiere trabajar con salarios de subsistencia que no dan para vivir.
-¿Y qué me dice del 'salario emocional' como complemento?
-Es otro invento de autoayuda para justificar que la gente no tenga unas mínimas condiciones.
-¿Es una leyenda urbana que la gente no quiera trabajar porque esté cobrando ayudas sociales?
-Ojalá fuera verdad porque querría decir que España tiene un sistema de protección de rentas disuasorio de los trabajos de miseria. Pero es mentira porque un problema de España en sus políticas públicas es que la protección de rentas es muy limitada.
-¿Notan cierta desmotivación social incluso en la movilización?
-La gente está bastante impactada por una secuencia de crisis muy rápida, inédita y dura. Y en un año que iba a ser de recuperación intensísima de la economía, nos vemos atrapados en una espiral de precios y en una guerra en Europa. Esto golpea la conciencia colectiva y deja la gente en 'shock'. Pero matizaría el tema de las movilizaciones: hace tiempo que no veía una huelga como la del metal en Cantabria o, cambiando de tercio, la manifestación del Orgullo en Madrid. Otra cosa es que alguien interprete que al hablar de movilización solo vale la convocatoria de una huelga general cada dos por tres y que ellos nunca van a hacer porque quieren una desestabilización política. Pero me encuentro con muchos sectores movilizados en los que hace tiempo que no ocurría, y otras que sin ser tan espectaculares son inéditas, como la protesta en el sector de las TICs.
-Hablando de huelga general, se afirma que de haber un gobierno de derechas, los sindicatos ya habrían convocado una.
-Eso es no conocer a los sindicatos en España. Otro mantra: que nosotros nos movemos por impulsos políticos. No es verdad. ¿Vamos a convocar una huelga general porque se suba el salario mínimo o por una reforma laboral que multiplica por cinco los contratos indefinidos? ¿Hay gente que se piensa que somos idiotas? No nos hemos caído de un guindo y sabemos por qué nos quieren emplazar a una huelga general sectores que en la vida la van a hacer y que son abiertamente antisindicales. No nos vamos a dejar manipular, no porque el gobierno sea de izquierdas, sino porque los sindicatos tenemos nuestra autonomía y no vamos a hacerle de infantería a ninguna estrategia política.
-¿Está descartada por tanto?
-Descartada no puede estar nunca porque depende de las circunstancias.
-Pero en estos momentos no está en el pensamiento sindical.
-No. Pero imagínate que el Gobierno dice que no revaloriza las pensiones, ni el SMI, y que modifica la reforma laboral porque es muy restrictiva con el contrato temporal. En esa situación te contestaré otra cosa, pero mientras eso no ocurra identificamos donde está ahora el problema, que es en la falta de corresponsabilidad empresarial. Es verdad que las medidas del Gobierno las está tomando de manera unilateral y no está facilitando ese pacto de rentas. Y ahí le hacemos una crítica. Pero de ahí a convocar una huelga general...
Transiciones nada justas
-Arcelor habla de parar instalaciones por el coste energético.
-El coste energético en las industrias electrointensivas era ya un problema de primera magnitud, de competitividad de la industria asturiana y española. Se ha limitado el precio del gas a la hora de definir el mix energético y esto está abaratando de forma importante la factura eléctrica. Pero para las electrointensivas hay que tomar medidas mucho más estructurales porque es un factor de pérdida de competitividad muy importante.
-¿Les preocupa este aviso?
-Sí, pero estos anuncios de Arcelor son recurrentes. Vamos a ver en qué condiciones se plantea. Las reducciones temporales de actividad si se negocian y se llega a acuerdos y no suponen la pérdida de empleos son temas que habitualmente se han dado en estas empresas, pero veremos cuáles son las pretensiones.
-¿Se corrió muchos en el cierre de las térmicas?
-Más que correr mucho, quizás las transiciones en España se han hecho con unos ritmos en los cierres de sectores estratégicos y con otros no suficientemente adecuados de la apertura de alternativas en la generación energética. Y ahí hemos tenido los problemas. Desgraciadamente las transiciones no han sido justas. A veces no han sido transiciones. La guerra está abriendo las dudas sobre la pérdida de capacidad de generación energética. Hay decisiones que no tienen marcha atrás y lo que hay que hacer es acelerar esa transición. Hay que desarrollar una política industrial para generar infraestructuras para energías renovables. El momento es crítico.
-En todo este contexto, ¿cómo ve a Asturias?
-Asturias es el paradigma de una desindustrialización no bien resuelta del todo y que tiene efectos malos en el nivel de población, no tanto en el de rentas, porque al haber rentas públicas sosteniendo a esas personas que perdieron el empleo el nivel de vida general es aceptable, pero con una percepción de futuro difícil.
Aquí siempre ha habido sectores económicos que generaban mucha comunidad entorno a ellos y esa percepción de que eso quiebra es muy perjudicial incluso para la autoestima de un territorio. Pero no hay que dar ningún pie a la desesperanzada y pelear, Está habiendo un proceso de cierta relocalización empresarial y de desarrollo de nuevos sectores y tecnologías, y hay que aprovechar la oportunidad para situar un escenario de cierta industrialización y creación de empleo.
-¿A Unai Sordo le gusta la política?
-Más que gustar me tiene que interesar porque es una variable con la que tienes que trabajar.
-¿Qué opina del proyecto de Yolanda Díaz?
-Es un proyecto necesario. España está en la antesala de una disputa electoral que será de las más importantes de las últimas décadas. Por primera vez es posible que se configure una mayoría demasiado mediatizada por fuerzas estrictamente reaccionarias y neofascitas. Esto obliga a que los espacios políticos progresistas tengan la mayor diligencia a la hora de armar un proyecto de país y candidaturas fuertes.
-¿Unai Sordo está dispuesto a 'Sumar'?
-(Sonríe). Ese es otro mito urbano. No tengo ninguna veleidad política en ese terreno.
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