Ha tenido que ser un virus, un maldito virus, el artífice de que por fin el teletrabajo despegue en España, uno de los países europeos en los que menos implantada está esta modalidad laboral. Pero lo ha hecho de forma repentina, inesperada e impuesta. ... Así, ha pasado de ser una utopía para la inmensa mayoría de los trabajadores españoles (siete de cada diez querría poder practicarlo) a ser una realidad obligada para varios millones de personas que han conseguido de esta forma mantener su empleo a flote... desde sus casas.
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No ha habido un periodo de transición y, por tanto, de preparación y formación, sino que ha llegado de golpe y porrazo con la publicación el pasado 14 de marzo de un decreto en el que se declaraba el estado de alarma en España y se establecía el trabajo a distancia como una «medida prioritaria» que las empresas debían adoptar frente al cese temporal o reducción de la actividad. Así es como se cambió la oficina o las aulas del colegio por el dormitorio, salón de casa o hasta la cocina. Cualquier lugar es ahora válido... siempre que se cuente con un ordenador y conexión a internet.
En este último mes muchas empresas y trabajadores se han visto obligados a teletrabajar en un país en el que apenas se practicaba. La pregunta que ahora muchos nos hacemos es: ¿Ha llegado para quedarse o una vez que pase esta crisis seguirá aplicándose de forma muy residual como hasta ahora? Los beneficios reconocidos que trae esta modalidad laboral son muchos, entre los que se encuentran una mayor flexibilidad y un ahorro de tiempo para los trabajadores al evitarse los desplazamientos, lo que favorece la conciliación familiar. Pero no solo hay aspectos positivos para los empleados, sino también para las empresas, que tienen un menor consumo de luz, agua, gas y demás suministros. Y el impacto es además importante para el medioambiente, ya que la reducción de los desplazamientos reduce la contaminación, tal y como se ha demostrado en este periodo, y también los accidentes.
Sin embargo, «el teletrabajo no puede sustituir al trabajo», sostiene Guido Stein, profesor de Dirección de Personas del IESE, aunque sí profetiza que «ha venido para quedarse». Defiende que se trata de un «complemento interesantísimo» y considera que las reticencias que había para implantar esta modalidad «se nos han quitado». Por ello piensa que «sí puede funcionar mejor» que un tercio de la plantilla esté trabajando físicamente y dos tercios lo hagan desde casa. «Probablemente un 25%-30% de tu tiempo sí puedas hacerlo on line, porque el otro 70%-75% lo hagas súper off line», precisa.
También Alberto Gavilán, director de Recursos Humanos de Adecco Staffing, está «absolutamente convencido» de que el teletrabajo ha llegado para quedarse una vez que se han roto las «barreras» por las que no había triunfado, entre las que cita una cultura del presencialismo, la necesidad de relacionarse con los compañeros o la tecnología. «Esto es una prueba de fuego y creo que las personas y empresas se han adaptado muy bien», concluye.
Esto es lo que ha permitido a muchas compañías sobrevivir en este mes largo de crisis sanitaria y con un horizonte de recuperación todavía desconocido. Así, seis de cada diez empresas (un 61,6%) han implementado el teletrabajo durante este periodo de confinamiento, de las cuales, más de la mitad (un 47,5%) lo están aplicando para más del 60% de la plantilla, esquivando de esta manera el ERTE que han presentado el 42,8% restantes. Según este estudio publicado recientemente por Randstad y basado en una encuesta a 450 empresas españolas, el 42,8% de ellas ha logrando mantener su actividad o producción durante esta crisis gracias al trabajo a distancia.
Pero es un hecho que no todas las compañías pueden teletrabajar, en unos casos porque solo pueden desarrollar su actividad de manera presencial, en otros porque pudiendo hacerlo no están preparadas para ello. Ésta es precisamente una de las denuncias que hace UGT. «El Gobierno reclama a las empresas y a las Administraciones Públicas la necesidad de fomentar el teletrabajo como medida de prevención, pero ni la mayoría de las empresas ni las personas trabajadoras de nuestro país están capacitadas para ello», se lamenta este sindicato. De hecho, el 19% de los ocupados afirma estar poco cualificado para hacer uso de tecnologías digitales en su puesto. Se trata de una de las cifras más altas de toda la Unión Europea, lo que sitúa a España a la cola en cuanto a las capacidades digitales de sus trabajadores y la convierte en una de las economías menos preparadas para afrontar la transformación digital, según explica la organización liderada por Pepe Álvarez. Supone así cuatro puntos por encima de la media europea (15%) y países como Alemania, Reino Unido o Países Bajos ostentan un porcentaje que es la mitad de España.
«Esto no vale para cualquiera», sostiene Sancho Lerena, presidente de la compañía informática Ártica ST, quien apunta que «teletrabajar exige una madurez importante tanto en la organización como en los trabajadores», aunque –anima– «se puede adquirir», ya que las empresas que no se adapten «acabarán lastradas por sus propias limitaciones y desaparecerán». «Las viejas recetas de un mundo anclado en el presencialismo ya no valen», asegura.
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¿Quiénes son los profesionales que sí que pueden teletrabajar? Solo puede hacerlo 4,4 millones de los más de 19,7 millones de ocupados, lo que supone apenas un 22,3% del total, aunque este porcentaje varía notablemente según las distintas ocupaciones, tal y como señala Randstad en otro informe. Así, la mitad de los que pueden teletrabajar son técnicos y profesionales científicos e intelectuales (casi 2,2 millones), seguidos a distancia de contables, administrativos y otros empleados de oficina, que suman el 20% del total (890.930). En el caso de perfiles de dirección y gerencia (781.300), estos suponen el 17,7% de los profesionales que trabajan y en el caso de perfiles técnicos y profesionales de apoyo (472.980), el 10,7%.
Por su parte, un 62,5% de los funcionarios de la Administración General del Estado (AGE), más de 100.000, trabajan a través de modalidades no presenciales, según datos aportados por el Ministerio.
«El teletrabajo es sin duda una opción muy positiva», señala Valentín Bote, director de Randstad Research, ya que «permite al profesional seguir llevando a cabo su actividad laboral habitual mientras ahorra tiempo improductivo que le permite conciliar su vida personal con la profesional y, a su vez, la empresa contribuye a la satisfacción del empleado, lo que sin duda redunda en una mayor eficacia, y en consecuencia, en resultados de negocio más productivos».
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Bote señala que contar con medidas de teletrabajo y flexibilidad en estos momentos «supondrá una ventaja competitiva y diferencial para hacer frente a esta crisis, en la que aquellas empresas que ya lo tuvieran implantado o hayan sido capaces de reaccionar a tiempo, verán minimizado el menoscabo económico».
El coronavirus en cifras
Sara I. Belled Ariel ferrandini
Pese a los beneficios reconocidos que trae el teletrabajo, hasta ahora España era de los países europeos que menos lo utilizaba. En 2019, algo más de 1,6 millones de empleados lo hicieron aunque fuera de forma ocasional, lo que supone apenas el 8,3% de los trabajadores, según datos de la última EPA. Se trata, por tanto, de cifras muy alejadas a la media comunitaria, donde el porcentaje se eleva hasta el 15%, con datos de Eurostat de 2018.
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El nivel se reduce aún más, hasta el 4,8%, para quienes trabajan desde casa más de la mitad de de los días: poco más de 950.000 personas. Nada que ver con los países del centro y norte de Europa, que son los que más apuestan por esta modalidad, como Holanda (14%), Finlandia (13,3%) o Luxemburgo (11%).
Me temo que muchos, quizá hasta demasiados, de los que ahora están trabajando desde sus casas tienen una queja generalizada: ahora no tienen horario. Éste es uno de los riesgos que trae consigo tener la oficina en el hogar: el peligro de que la jornada laboral se alargue hasta horas intempestivas e incluso se extienda en fines de semana. Es decir, se confunde erróneamente el teletrabajo con la plena disponibilidad. Por ello, más del 40% de los españoles se sienten muy estresados por el trabajo en remoto en este periodo de confinamiento, algo provocado también por el hecho de que sólo el 11% de los que están trabajando están solos, mientras que el 40% de las mujeres y el 21% de los hombres tienen a cargo el cuidado de niños o mayores, según una encuesta publicada esta misma semana por el IESE.
Ante esta situación en la que en ocasiones se producen abusos, desde UGT advierten de que es «importante mantener una separación sólida entre el trabajo y el tiempo libre y respetar el derecho a desconectar en estos tiempos difíciles». Desde el sindicato urgen a las empresas a respetar las leyes vigentes tanto en lo referente al horario de jornada como en el derecho a la desconexión digital, para no recibir emails ni llamadas laborales si no es en tiempo de oficina, «garantizando el necesario equilibrio entre trabajo y vida privada».
Así, UGT hace un llamamiento a que, una vez finalice la crisis sanitaria, se comience a regular el teletrabajo de una forma más exhaustiva en los respectivos convenios colectivos, ya que hasta la fecha sólo lo recogen el 3,24% de los firmados. Esto significa que de los cerca de 20 millones de ocupados que hay en la actualidad, apenas 376.000 lo tienen establecido en un acuerdo.
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