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Carlos García-Ovies y Ana Barandiarán
Gijón
Domingo, 27 de octubre 2024, 02:00
Con la última huelga del transporte se paró el país. Fue en marzo de 2022, cuando el gasóleo se había disparado tras la guerra de Ucrania. La protesta la impulsó una plataforma ajena a las organizaciones sindicales, que puso en pie de guerra a los autónomos, sometidos a condiciones precarias. El paro que ahora se ha convocado tiene características y motivaciones diferentes. El llamamiento parte de las centrales CC OO y UGT, con la reivindicación de una jubilación anticipada para todos los conductores profesionales de autobuses –los de mercancías han alcanzado un acuerdo con la patronal–, ante la «penosidad y peligrosidad de su actividad».
Su demanda parte de la base de que otros colectivos como los maquinistas ferroviarios o los pilotos ya disponen de esquemas especiales por los que cada año cotizado cuenta por más, lo que les permite acceder mucho antes a la jubilación. Los conductores de autobús exigen unos coeficientes reductores similares y quieren, además, que se empiecen a concretar medidas ya porque llevan años reclamándolo. Justifican su reivindicación en que con la edad sufren achaques y pierden facultades con lo que se dispara la siniestralidad en carretera, una problemática especialmente grave, puesto que transportan vidas humanas.
Por estas razones, entre otras, las organizaciones sindicales han convocado siete días de huelga desde este lunes, 28 de octubre, que se convertirá en indefinida desde el 23 de diciembre. De este modo, quieren presionar al Gobierno y a las patronales del sector, que se resisten al incremento de costes en cotizaciones que supone su reivindicación. De no llegarse a un acuerdo de última hora, las principales ciudades del país, incluidas las asturianas (Oviedo, Gijón, Avilés o Mieres, entre otras, tendrán servicios mínimos), sufrirán este lunes riesgo de colapso del tráfico, puesto que el paro convocado por UGT y CC OO afecta de forma directa al transporte interurbano y al urbano, pero también al escolar o los servicios de grúa.
A sus 51 años, Francisco Uceda posee una larga trayectoria en el sector del transporte, primero como conductor de camiones y, posteriormente, la mayor parte de su vida laboral, como chofer de autobús. Actualmente, cubre la ruta interurbana Gijón-Avilés, un trabajo en el que destaca «el estrés del día a día de la autopista y de la circulación continua», además del sedentarismo propio de la profesión.
Aunque en su caso puede dormir en su casa tras la jornada laboral, uno de los aspectos diferenciales respecto al transporte de mercancías es que, en este caso, van personas a bordo, con la responsabilidad que ello conlleva para los conductores. «Con el paso del tiempo, el desgaste del trabajo de cara al público, especialmente desde la pandemia, se nota. La edad también, ahora cuando comemos tenemos que hacer primero la digestión, porque no puedes conducir con el sol de cara y hay que tomar muchas precauciones», explica Uceda, que remarca que cuando vas conduciendo, «aunque parezca que estás relajado, tu cuerpo está en tensión, sobre todo en una región como esta con la climatología que la caracteriza».
La falta de relevo generacional también afecta a los conductores de autobús. «La mayoría de los trabajadores nos vamos haciendo mayores. Cuando yo empecé empezamos muchos de mi quinta, pero esto no ocurre ahora, quizá porque los jóvenes se dan cuenta de que desgasta mucho».
Incide Uceda en que una de las fuentes de estrés de su profesión es el transportar vidas en cada viaje: «La responsabilidad no es que te pegues un golpe tú, sino todas las personas a las que llevas y que cuentan con llegar y, además, hacerlo a la hora establecida. Y cuando esto último no sucede los que damos la cara somos nosotros», lamenta. «Anteponemos la salud de los clientes e incluso de la nuestra porque somos los principales responsables de la seguridad», argumenta Uceda, que considera que la huelga es necesaria para presionar al Gobierno y a las empresas a «tomar medidas que se solicitan desde hace 10 o 15 años».
Manuel Fernández, vecino del avilesino barrio de Versalles, lleva casi dos décadas ligado al sector del transporte por carretera, en concreto ejerciendo como conductor de camiones a escala nacional y, sobre todo, internacional, y ha probado tanto las mieles como la dureza de la profesión en sus propias carnes: «Hace años, este era un sector privilegiado, pero hoy es el último en cuanto a condiciones de trabajo, con jornadas de hasta 15 horas todos los días». El acuerdo alcanzado sobre la aplicación de coeficientes reductores a la edad de jubilación trata de compensar, en cierta medida, las condiciones del sector.
Uno de los principales factores de desgaste de estos profesionales, especialmente en los conductores dedicados al transporte de larga distancia, es la ausencia de conciliación familiar: «Estamos de guardia las 24 horas del día, pendientes de los viajes que surjan y de atender a los clientes. No te puedes comprometer con nadie ni planificar tu vida, es lo que tiene este sector». Además, los descansos se realizan en condiciones que distan de ser las óptimas: «Dormimos en el camión la mayor parte de la semana». Fernández señala, además, otro de los hándicaps de esta profesión es el tema de la comida, pues «el sueldo no da para comer de restaurante todos los días».
Como ocurre en otros sectores, en el del transporte por carretera existe un problema de falta de relevo generacional, una mezcla, asegura, de dos problemas, el de las condiciones, por un lado y el del acceso, por el otro, ya que, resalta, «sin contar las clases de autoescuela y el carnet, de inicio hay que soltar unos 1.200 euros». «Es triste que la gente con 60 años esté en un camión y los que tienen 20 no tengan la opción de poder hacerlo», lamenta.
Además, con el paso de los años, llegan los problemas físicos, fruto de las largas jornadas y de dormir en la cabina: «Tengo que ir una vez al mes al fisioterapeuta, porque los años pesan, aunque eso no arreglan todos los problemas de cervicales, espalda, cadera y piernas. Levantarte de la cama y tener que esperar cinco o diez minutos para incorporarte del todo acaba haciendo mella».
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