![Una comarca en constante reconversión](https://s2.ppllstatics.com/elcomercio/www/multimedia/201812/26/media/cortadas/mineria-nalon-kwyC-U7073960914h1E-624x385@El%20Comercio.jpg)
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PALOMA LAMADRID
LAVIANA.
Miércoles, 26 de diciembre 2018, 01:26
En la calle Peñamayor de Blimea había catorce negocios abiertos hace dos décadas. Hoy solo quedan cuatro. Podría ser una anécdota, pero es una constante que se repite en otros muchos puntos de la cuenca del Nalón. Persianas bajadas, edificios deshabitados y colegios e institutos con aulas medio vacías componen el panorama de estos concejos, antaño prósperos y ahora mermados por la falta de actividad económica. Un problema que se acrecentará a partir del 31 de diciembre. Ese será el último día de más siglo y medio de minería del carbón en el Nalón. En Asturias solo permanecerá abierta el pozo San Nicolás, en Mieres.
Aunque la carta de defunción de la minería del carbón fue firmada por la Unión Europea en 2016 el grave problema que afronta la comarca del Nalón es la consecuencia de anteriores reconversiones mineras e industriales que no han tenido, ni de lejos, el resultado esperado. Basta con echar un ojo a las estadísticas para comprobar que la cuenca languidece cada año más.
La más preocupante es la pérdida de población en cuatro de los cinco concejos que conforman esta comarca. En comparación con el censo de 1998, solo Sobrescobio arroja un saldo positivo: un 5% más de habitantes, hasta los 834 que hay en la actualidad. Así lo ponen de relieve los últimos datos recogidos por el Instituto Nacional de Estadística (INE). Este pequeño crecimiento se debe, principalmente, al auge del turismo rural en Sobrescobio. El resto de municipios, por el contrario, han experimentado elevadas mermas de vecinos. El más afectado, en este sentido, es San Martín del Rey Aurelio, que tiene 16.584 habitantes, un 23,7% menos que hace dos décadas. De cerca le sigue Caso, con una pérdida del 23,2%, hasta las 1.575 personas que residen ahora en el concejo limítrofe con León.
El mayor municipio del Nalón también ha visto menguar su padrón en las dos últimas décadas. En concreto, Langreo tiene 40.529 vecinos, un 18,9% menos. Respecto a Laviana, el recorte es del 10,9%, de modo que su población queda en 13.236. La conclusión lógica es que los vecinos del Nalón abandonan sus concejos de origen ante la falta de un tejido económico que les ofrezca alternativas para ganarse la vida. A simple vista, puede resultar paradójico que estos municipios se sitúen entre aquellos con las rentas más altas en Asturias. Según los últimos datos recopilados por la Agencia Tributaria, correspondientes al ejercicio 2016, San Martín del Rey Aurelio tiene una renta bruta media de 24.417 euros por habitante, casi como Langreo, cuya cifra se eleva en solo dos céntimos. Laviana presenta una mayor riqueza, con 24.960 euros.
En cambio, Caso se sitúa en la parte baja de la tabla, con 16.603 euros por habitante, mientras que de Sobrescobio no hay información oficial al tratarse de un municipio de menos de mil habitantes. Esta desigualdad se explica por las elevadas jubilaciones que cobran los antiguos trabajadores de la minería del carbón, que cuentan con un régimen especial de cotización. Actividad que tuvo mucho más impacto en San Martín, Laviana y Langreo que en los otros dos concejos del Nalón.
Las frías estadísticas se traducen en obstáculos que parecen inamovibles para los habitantes de la cuenca del Nalón. De su antaño esplendoroso pasado industrial, representado por Duro Felguera, la Sociedad Ibérica del Nitrógeno o la Cooperativa Eléctrica de Langreo solo quedan migajas. Hunosa ya no es ni sombra de lo que era. El pozo Carrio, en Laviana, que da trabajo a 121 personas, da sus últimos coletazos. El lunes, la jaula bajará por última vez. Con él, se acabó el carbón en Nalón. Su cierre se suma a minas históricas como el Sotón, en San Martín del Rey Aurelio, y María Luisa, en Ciaño, que cerraron en 2014 y 2016, respectivamente. El Sotón ha sido reconvertido. Con el plan de diversificación de Hunosa, el Sotón puede visitarse. El carbón como reclamo turístico.
Cerca de Carrio vive y trabaja Ramón Álvarez, de 55 años, quien hace un lustro tuvo que reinventarse, cuando fue despedido de la Fundación Comarcas Mineras (Fucomi) junto a otros tres compañeros de los once que formaban la plantilla. «Aún recuerdo cuando Graciano Torre (exconsejero de Industria) nos dio la carta el día antes de Nochebuena», señala. Rememora esos tiempos tras el mostrador del kiosco-librería que regenta en Blimea, en esa calle Peñamayor que languidece.
«Después de estar dos años en el paro, surgió la oportunidad de coger este negocio; no tenía experiencia alguna en este terreno, toda la vida había sido asalariado», explica. Ahora su rutina diaria es muy diferente a la que seguía antaño. Trabaja de lunes a domingo -«no me puedo permitir el lujo de tener un empleado»- y las perspectivas de futuro no son buenas. «Lo veo más negro que el carbón porque, además, tenemos la población más envejecida de España», apunta.
Álvarez se lamenta de que «no hay alternativas» y augura que sus hijos, de ocho y doce años, tendrán que buscarse la vida lejos de la cuenca del Nalón. «Aquí se está viviendo de las pensiones; cada vez cierran más negocios y lo poco que hay se lo llevan las grandes superficies instaladas en suelos de Hunosa», expone. Para evidenciar esta caída de la actividad económica y de habitantes, este blimeíno no necesita recurrir a grandes cifras macroeconómicas: «En la década de los noventa, se hacían 25 fotos de carné al día en esta librería; ahora hago seis a la semana». Sandra Alonso, de 53 años y vecina de Laviana, también pone de relieve la sangría demográfica que han sufrido los concejos del Nalón. «Media cuenca vive en Gijón», señala en referencia al éxodo de extrabajadores de la mina que eligieron la capital de la Costa Verde para disfrutar del retiro. «Para eso sirvieron las prejubilaciones», añade. Un descenso en el padrón que se ha dejado notar en 'Pochi', el negocio familiar de decoración que regenta en Laviana, a lo que se suman las consecuencias de la crisis iniciada en 2008. Alonso no quiere ser pesimista y asegura que «hace dos años la cosa empezó a mejorar y parece que ahora está un poco estable». No obstante, reconoce que los jóvenes lo tienen complicado para labrarse un futuro y «un porcentaje muy alto se ven obligados a irse».
Pero, en esta recta final hacia el cierre de los yacimientos de carbón, está claro que los más perjudicados son quienes trabajan directamente en ellos. Es el caso de Diego González y Marcos García, electromecánicos que llevan a cabo labores de bombeo en los pozos María Luisa y Sotón, así como en las instalaciones del Ecomuseo Minero del Valle de Samuño. «Entré en Hunosa en 2009 y entones éramos casi 400 en María Luisa; ahora quedamos veintipico», apunta González, de 40 años y vecino de Sama. «No hubo solución al cierre», añade García, de 37 y residente en Pola de Siero, que se incorporó a la hullera pública en 2010. Les preocupa la situación de la empresa, que acaba de firmar con los sindicatos la hoja de ruta que guiará sus pasos en los próximos años y que pasa por mantener la actividad en el pozo San Nicolás para suministrar de carbón a la central térmica de la Pereda y continuar con el lavado del mineral en el Batán. Y critican las posturas adoptadas por los distintos partidos políticos, «que desde 2009 se echan la culpa unos a otros».
Así las cosas, el porvenir se presenta complicado. «Veo el futuro sin nada de minería y me pregunto: ¿a dónde vamos a ir nosotros?; todo lo que abrieron con las ayudas fue cerrando», pone de manifiesto García en alusión a las empresas que florecieron en las cuencas asturianas gracias a los fondos mineros y que cesaron su actividad en cuanto dejaron de recibir ese dinero, como Venturo XXI y Ornalux. Esperan que el plan de empresa que están elaborando la dirección de Hunosa y los sindicatos ofrezca viabilidad a la compañía. Por su parte, García opina que, con un pozo y La Pereda, como recoge la nueva hoja de ruta de Hunosa, «seguramente haya solución».
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