¿Qué fue primero el huevo o la gallina? Ésa duda, trasladada al campo financiero, generó que el Premio Nobel de Economía del año 2013 fuese concedido a los economistas Eugene Fama, Robert Shiller y Lars Hansen, defendiendo los dos ... primeros teorías opuestas. Desde tiempos inmemoriales existe la batalla entre quienes defienden que las bolsas anticipan el comportamiento de la economía real y los que sostienen que el comportamiento bursátil genera la realidad económica.
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Volviendo a los galardonados con aquel Nobel, tenemos, por un lado, a Eugene Fama (Boston, 1939), el cual es un acérrimo defensor de la 'Teoría de los mercados eficientes'. Fama sostiene que hay muchísimas evidencias de que el comportamiento de los mercados financieros es imprevisible totalmente, ya que en el precio de una acción está contenida toda la información existente en el mercado en un momento dado. En consecuencia, para que cambiase la cotización tendría que haber nueva información y esa es totalmente impredecible, lo que nos conduciría a un 'random walk' (camino aleatorio). Según esa teoría, si la bolsa sube es porque hay nuevas noticias o expectativas razonables de que las empresas van a mejorar en el futuro. Es decir, según el enfoque de Fama, la bolsa estaría anticipando la pronta resolución del problema del covid y la próxima normalización de la vida económica y social. No obstante, dicho repunte también estaría influido por la ausencia total de alternativas, ya que la renta fija ofrece rentabilidad negativa y otros activos como el oro o los inmuebles gozan de menor liquidez y tampoco tienen buenas expectativas. Es decir, la bolsa podría estar subiendo solo porque no hay refugio para el dinero, debido a las políticas monetarias expansivas de la FED y del BCE, dirigidos respectivamente por Janet Yellen y Lagarde.
El segundo enfoque de aquellos laureados de 2013 sería el de Robert Shiller (Detroit, 1946), padre del concepto de 'Exuberancia irracional', idea también utilizada por el mítico Alan Greenspan (Nueva York 1926), en sus tiempos al frente de la FED, cuando advertía a los compradores de acciones de los riesgos de las 'llamaradas especulativas'. Según Shiller, a veces, se produce la llamada 'profecía autocumplida', según la cual los pronósticos generan la realidad. Bajo esa óptica, muchos inversores podrían estar acudiendo a las bolsas atraídos por la 'conducta rebaño', pero la presión compradora haría subir los precios de las acciones y esa especie de boom bursátil acabaría trasladándose a la economía real o… dando lugar a una burbuja que pincharía, al no tener detrás una razón sólida que justifique dicha subida. Dentro de esa euforia difícil de explicar estarían el hecho de que IAG haya subido un 145% en pocos meses, con sus aviones parados en tierra, o la subida fulgurante de hoteleras como Meliá o que el IBEX35 español haya subido un 35% en el último semestre. A nivel internacional el Dow Jones neoyorquino y el Nikkei japonés subieron un 80% desde el inicio de la pandemia.
Si hay un medidor admitido universalmente como termómetro para ver si las bolsas están caras o baratas, es la comparación entre dos variables: por un lado, el PER (Price Earning Ratio) o número de veces que el beneficio de una acción está comprendido en su precio (si una acción vale 20 € y el beneficio por acción asciende a 2€/año, eso quiere decir que tiene un PER 10). La otra variable es el tipo de interés de la renta fija. Ambos medidores son poco fiables en estos momentos, porque cuando una empresa tiene pérdidas carece de sentido hablar del PER y en cuanto a los tipos de interés, están artificialmente bajos y distorsionados debido a las ingentes y continuas compras de títulos de renta fija (letras, bonos, obligaciones, etc.) que realizan la FED y el BCE.
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En el argot bursátil, se denomina 'bull (toro) market' al mercado alcista y 'bear (oso) market' al mercado bajista. En esa lucha de toros contra osos, parece que ganan los toros aunque nadie sabe muy bien la razón.
Estamos ante uno de los momentos más inciertos y difíciles de explicar de los mercados financieros desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Los riesgos y las oportunidades son como la cara inseparable de una moneda que gira y gira, como la vida o el mundo, como decía aquella canción de Jimmy Fontana que forma parte de los recuerdos de mi niñez.
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