La planta regasificadora de Enagás, ubicada en terrenos de la ampliación del puerto de El Musel. E. C.

El Musel, estratégico como centro logístico de gas licuado para el transporte marítimo

La entrada en funcionamiento de la regasificadora de Gijón reforzaría la posición de España como referente en el repostaje de barcos

Susana Baquedano

Lunes, 11 de junio 2018, 01:48

La industria del transporte marítimo mundial alcanzó un acuerdo histórico el pasado mes de abril para reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero. Más de un centenar de países –que se reunieron en el marco de la Organización Marítima Internacional en Londres– establecieron objetivos de lucha contra el cambio climático para ayudar al cumplimiento de los Acuerdos de París. El compromiso es reducir hasta 2050 al menos un 50% sus emisiones respecto a las de 2008. Pero antes del año 2020 todo el transporte marítimo deberá cumplir con los requisitos de bajo contenido de azufre, y la única opción viable que lo posibilitaría es el uso del gas natural licuado (GNL) como combustible alternativo.

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En la actualidad son 123 los buques que usan GNL en todo el mundo y 102 los que están en la cartera de pedidos o en construcción. Pero al igual que ocurre con el transporte terrestre alternativo, es necesario el desarrollo de una infraestructura de recarga adecuada en términos de prestaciones (tiempo de repostaje) y disponibilidad.

España, por su posición geográfica –puerta del Mediterráneo y del Atlántico–, aspira a convertirse en una referencia mundial en el denominado en inglés 'LNGbunkering'. «La Península podría tener la suficiente infraestructura como para que los buques de todo el mundo puedan parar en nuestros puertos y recargar GNL, lo que abriría un nuevo negocio para el sector gasista español», explicó Antonio Llardén, presidente de Enagás, en el Foro Industrial del Gas organizado recientemente por GasIndustrial.

España es líder en terminales de carga y descarga de gas licuado en Europa y destino de cerca del 40% del que llega a la Unión Europea a través de sus seis terminales de regasificación operativas en las que descargaron 291 buques metaneros durante 2012.

Nuestro país cuenta hoy en día con siete –seis en funcionamiento y la de El Musel pendiente de entrada en operación–, de las 22 plantas de gasificación que existen en Europa (aparte de la Gijón, están en Barcelona, Cartagena, Huelva, Sagunto, Mugardos y Bilbao). Además, en Gran Canaria y Tenerife se encuentran dos plantas en proyecto. Las plantas de regasificación permiten diversificar los puntos de entrada y la procedencia del gas natural, lo que refuerza la seguridad de suministro de esta fuente energética. Además, los puertos españoles están bien posicionados en lo que será la alternativa energética del futuro. A su estratégica posición geográfica se unen las infraestructuras de las que ya disponen.

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En este contexto, el puerto de El Musel, con una regasificadora a la espera de activarse en el momento en que la demanda crezca, jugaría un papel fundamental. Enagás, propietaria de la planta de El Musel, considera que esta infraestructura «puede jugar un papel clave como centro logístico para la prestación de estos nuevos servicios y para la aplicación de los nuevos usos del gas natural, en un contexto de descarbonización del transporte».

La demanda, la clave

Para la apertura de la regasificadora asturiana es clave que haya demanda. Lo dijo el ahora ex ministro de Energía en una entrevista recientemente publicada por EL COMERCIO. Con el cambio normativo, Álvaro Nadal confió en que cambien las condiciones para hacer más atractivo el sistema gasístico español para operaciones internacionales. Ahora, la pelota está en el tejado del Gobierno del PSOE, concretamente en el nuevo Ministerio de Transición Ecológica que dirige Teresa Ribera y del que depende Energía.

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«Es la pescadilla que se muerde la cola; no habrá barcos de este tipo mientras no haya surtidores de gas y no hay surtidores si no hay demanda, pero sin duda, en la construcción naval se va a producir muy pronto una explosión de consumidores de gas». Lo afirma Álvaro Platero, presidente de Astilleros Gondán, el primero en Europa en construir barcos con GNL.

A su juicio, «el gas no es el futuro, sino ya el presente, por cuestiones medioambientales, de ahorro de consumo, económico, etcétera. Todos los fabricantes de motores y armadores lo están demandando y fomentando su uso como combustible alternativo». Platero considera que «sería interesante» que «ya que en Gijón tenemos una regasificadora, pudiera entrar en servicio».

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Pues bien, su puesta en funcionamiento está más cerca después del cambio normativo que se produjo el pasado 25 de mayo. El Consejo de Ministros aprobó ese día el real decreto que levanta el anterior, de 2012, que prohibía nuevas autorizaciones en el sistema gasista. La nueva normativa regula los peajes que reconocen las funciones que se han venido planteando desde Enagás, como el 'bunkering' y el almacenamiento de gas.

La regularización y puesta en marcha de la instalación de El Musel ha venido siendo una de las reivindicaciones del Gobierno asturiano desde que concluyó su construcción, en octubre de 2012, y en la que Enagás invirtió más de 380 millones de euros. El Gobierno central decidió mantenerla en 'periodo de hibernación', basándose en un informe de la Comisión Nacional de la Energía que consideraba que la planta gijonesa no sería necesaria al disponerse holgadamente de capacidad para atender la demanda interna con el resto de instalaciones ya en funcionamiento.

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La regasificadora gijonesa, uno de los 'proyectos estrella' del puerto, ha tenido, además, obstáculos de índole judicial. Tras las denuncias presentadas por varios colectivos ciudadanos, el Tribunal Superior de Justicia de Madrid requirió a Enagás para la demolición de la planta.

Ya en el año 2008 la plataforma contra la regasificadora advertía de que la planta incumplía la distancia legal de seguridad (2.000 metros como mínimo) con las viviendas más próximas, las situadas en el barrio de El Muselín. Pero en octubre del año pasado, el TSJM dictó un auto por el que rechazaba la petición de demoler la planta. Una vez salvado ese proceso y después de la aprobación del nuevo decreto, queda la autorización administrativa para que la planta de El Musel pueda entrar en funcionamiento.

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