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«Este es un proyecto nuevo con diferencias significativas sobre los anteriores». Con esta frase comenzó su intervención el director general de Explotaciones Mineras del Cantábrico la presentación de la iniciativa Proyecto Salave, desarrollada en el Colegio Oficial de Ingenieros de Minas del Noroeste ... de España, por la que se pretenden extraer 32.000 kilos de oro de un yacimiento en Tapia de Casariego. José Manuel Domínguez estima que la explotación aurífera tendrá un beneficio de unos 140 millones de euros durante sus 16 años y medio de vida, un año y medio de construcción, dos de restauración y 13 de pura explotación. Los cálculos de la empresa pasan además por crear unos 200 empleos directos, con preferencia de contratación para los residentes en la zona, y otros 1.000 indirectos, en una inversión que superará los 100 millones de euros.
Pero para que todas esas cifras se hagan realidad primero hay que pasar un largo proceso administrativo que ya ha dado comienzo. El Proyecto Salave se encuentra ahora mismo en trámite ambiental, en el punto de información pública. Si el responsable de EMC defendió que se trata de un proyecto «nuevo» es porque las diferencias con otras iniciativas anteriores para explotar uno de los yacimientos de este tipo «más importantes de Europa» son «muchas». La iniciativa que aquí se plantea en unos terrenos próximos al polígono industrial de Mántaras es, para empezar, subterránea.
El planteamiento pasa por extraer no oro, sino sulfuro de oro. Los trabajos consisten en sacar el material de debajo de la tierra, molerlo y someterlo a un proceso físico de flotación en el que solo actúan elementos naturales y no agresivos como «el aceite de pino». De lo que se trata, explicó el director general de EMC, es de separar así los elementos estériles, fundamentalmente granitos, de los elementos con sulfuros. Son estos los que en última instancia contienen el oro. Pero la intención no es extraer el valioso elemento de ellos, sino vender directamente esos sulfuros en mercados internacionales. «Desgraciadamente, no veremos el oro», bromeó José Manuel Domínguez, quien explicó que en todo este proceso no se utiliza el cianuro.
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La zona de ocupación del proyecto variará en función del momento de desarrollo del proyecto y va de las tres a las cincuenta hectáreas. Pero, tal y como está diseñado, se plantea que toda la zona afectada recupere al cierre de la mina los usos que ya tenía. Los promotores defienden además que todas las técnicas que se emplearán permitirán que las actividades de la zona, ganadería, agricultura, pesca y turismo, puedan seguir desarrollándose sin mayor afección.
El proyecto contempla la extracción de las aguas subterráneas para bombearlas después a través de un emisario submarino a 800 metros de la costa. Según explicó el director general de EMC, esas aguas están limpias y, aunque se someterán a controles periódicos, no necesitan tratamiento alguno para su evacuación, ya que no estarán en contacto con las actividades mineras. El emisario, defendió Domínguez, tampoco supondrá mayores molestias en la zona, más allá de las propias de su construcción, un proceso que se desarrollará con técnicas que minimicen las afecciones. A medida que el mineral se vaya extrayendo de la zona de explotación, la previsión es rellenar todos los huecos generados.
En lo que se refiere a las aguas propias de otros trabajos, el proyecto contará con plantas de tratamiento. Además, la intención es reaprovechar esas aguas en tareas propias de la mina. La iniciativa plantea además que todos los trabajos en superficie se hagan dentro de naves que, una vez finalizados los trabajos, se desmontarán, devolviendo el terreno a su estado actual. «Lo que es un bosque, será un bosque; lo que es un campo, será un campo; lo que es un cultivo, será un cultivo», señaló José Manuel Domínguez.
El material que se extraerá de la mina será de dos tipos: los inertes, granito en su mayoría, y los activos, objeto último de la explotación. Aquellos materiales que no se puedan aprovechar servirán para el relleno de la mina. Pero los activos que resulten inaprovechables tendrán un tratamiento especial. El proyecto señala que se colocarán en unas balsas subterráneas debidamente selladas y, a su vez, se compactarán en cemento y cal. «Cualquier partícula activa quedaría inactivada. Es como tener una cápsula de hormigón enterrada, inactiva y con una membrana aislante», señaló José Manuel Domínguez. Los promotores del proyecto esperan que la iniciativa sea dada de paso por el Principado y poder ponerla en marcha entre los años 2026 y 2027, aunque son conscientes de que el proceso administrativo será largo.
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