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AIDA COLLADO
GIJÓN.
Jueves, 25 de enero 2018, 18:47
Donde más amigos encuentran las centrales térmicas no es en el Hemiciclo ni en los consejos de administración de las grandes empresas eléctricas. Es entre los expertos en Energía de la Universidad de Oviedo. La ecuación es muy sencilla: «Las renovables no dan para cubrir ... la demanda energética de Asturias». A día de hoy, la fuente eólica es de ellas la mejor posicionada. Y no siempre hace viento. Ni llueve. En un año seco, como este, la producción de la Hidráulica en el Principado cae al 7% o el 8% del total de energía generada. Así las cosas, las nucleares, el carbón y el gas son las fuentes que sustentan el sistema eléctrico. Dado que las nucleares tienen una vida limitada y, en no muchos años, desaparecerán del mapa, prescindir de las centrales térmicas supondría «depender de un único combustible, el gas» y estar a merced «de los precios» que este pueda alcanzar en el futuro. En otras palabras, explica el experto Ismael Prieto: «Es una burrada desde el punto de vista económico y estratégico». Una postura coincidente con la del profesor del Departamento de Energía Juan Carlos Luengo: «El precio del carbón es más estable que el del gas. Cerrar las plantas de carbón es una barbaridad, en general, y para Asturias, en particular, sería fatal».
¿Sería técnicamente posible? «Sí, pero es muy arriesgado», insisten. No es que el gas no tenga sus ventajas. Según señalan desde el departamento, sus plantas se encienden muy rápidamente, en unos 15 minutos, lo que las convierte en idóneas «como complemento de la energía eólica si cae el viento». Las térmicas de carbón, sin embargo, tardan hasta seis horas en comenzar a funcionar a pleno rendimiento. Además, las plantas de gas son fáciles de construir. Pero España cuenta con más de cincuenta repartidas por todo el país y muchas de ellas están paradas, lo que invita a pensar que en vez de construirse nuevas centrales en Asturias -para recuperar parte del empleo perdido con el supuesto cierre de las térmicas-, la región importaría energía de otras comunidades. «Sería un desastre económico tremendo, por el empleo directo e indirecto que hoy en día suponen las térmicas», incide Luengo.
Ambos apuestan por la continuidad del carbón. Básicamente «es la energía que tenemos y es la más barata. Todo el mundo va en su contra por culpa, en teoría, de las emisiones de CO2, pero si lo analizamos con un poco de sensatez vemos que no emitimos nada en comparación con otros países», como China. «No se puede depender solo de un combustible», zanjan.
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