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La situación se complica cada vez más. Los nueve días de paro del transporte se notan en las estanterías de los supermercados y también en las del pequeño comercio. Todos hacen un encaje de bolillos para abastecerse y algunos ni siquiera lo logran. Hay tiendas que han decidido cerrar o anuncian que lo harán cuando terminen el género del que disponen. Fuentes de Mercamadrid aseguraban ayer que estaban al 90% de provisiones, pero que resultaba casi imposible expedirlas hacia Asturias.
Mientras, el comercio asturiano ve cómo día a día los precios se disparan, influidos por la escasez y el alza de costes, pero también por la guerra de Ucrania y el acopio de productos realizado por los ciudadanos. Sobre todo se trata de los dos primeros factores, pero también hay algo de profecía autocumplida derivada del juego de la oferta y la demanda. Ante un hipotético encarecimiento de ciertos productos, el consumo se ha elevado un 23%, según la consultora Nielsen. En el caso del aceite se ha disparado un 289%. Solo así se entiende que el de girasol haya duplicado su precio, de 1,17 euros el litro a 2,5. Eso si se encuentra. Mientras, el de oliva se ve arrastrado como sustituto del anterior y en una semana, una marca blanca, ha pasado de 4,35 euros a 4,75.
Los establecimientos reconocen que capean el temporal como pueden. El abastecimiento se logra, sobre todo, con producto local, el que menos problema tiene para llegar, mientras escasea aquello que no es asturiano. A más distancia de origen, mucho peor. Faltan las verduras y hortalizas de Andalucía o Murcia; el pollo y el cerdo, sin mataderos aquí, viene «con cuentagotas» y el pescado, con la mayor parte de la flota amarrada, depende de las pequeñas lanchas o de descargas puntuales en las rulas asturianas.
Hay que hacer un sudoku diario al que se suman los costes disparados que se tienen que repercutir «sí o sí» en el precio final. Un pequeño sondeo por el gijonés Mercado del Sur revela incrementos de entre el 10% y el 20% de media, pero que se elevan por encima del 100% en ciertos productos. «La cebolla dulce ha pasado de 0,99 a 1,99 en una semana y el pimiento verde estaba a 1,99 y ahora está a 2,69», explica Ángela Lorenzo, de La Frutería, que cada día ve cómo «falta un producto nuevo». Coincide María Tuero, de Frutería María: «Faltan muchas cosas, sobre todo, lo que viene de Almería, como calabacín, tomate, fréjoles... La verdura en general. El tomate pasó de 2 euros a 2,5 y ahora ya ni hay». La docena de huevos XL ha pasado en una semana de 1,98 euros a 2,5, la leche está disparada.
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Abastecerse también es una cuestión de estrategia. Hay que buscar almacenes más pequeños, para evitar piquetes, y mejor hacerlo en furgoneta, aunque toque dar más viajes. Feito y Toyosa, uno de los líderes de la distribución en Asturias, sufre las protestas en la puerta y allí poco se puede encontrar ya. «No estamos comprando nada. Estamos trabajando 12 de 136, y muchos haciendo limpieza», se lamentan. Su caída afecta en cadena a cientos de tiendas.
En El Campu la Llera, María Luisa López reconoce que tiran de producto de cercanía. También notan la escalada de costes y la falta de fiambres, embutidos, quesos... Y Cristina Menéndez, de Carnicería Rosi, aclara la importancia de la proximidad, hasta el punto de que han pasado a recurrir al matadero de Gijón en vez de al habitual de Noreña.
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Con el pescado la ecuación es más compleja. Se depende del transporte, sí, pero también de la temporada, el tiempo y que la flota salga. La mayoría está amarrada a puerto también por los altos costes. Sin embargo, hay pescado: rey, besugo, lubina, merluza... Están entre un 10% y un 15% más caros. Alguna pescadería ha ido en furgoneta hasta Mercamadrid para abastecerse, otras tiran de las lanchas de menor tamaño que salen a faenar.
Pero no solo se trata de los productos de alimentación en sí mismos. «Las bolsas al vacío nos han subido un 20% y ya nos han avisado de que antes del verano lo harán un 45%», asegura Sonia Fernández, de Pimienta y Perejil. Han tenido que suspender la venta 'online' por el paro del transporte. Se abastecen, sobre todo, de productores pequeños y locales, y el género no les falta, pero viven de cerca la desesperación de muchos de ellos ante la escalada de costes. Luego llegan las quejas de la clientela. Pero entienden las protestas, porque «la gente tiene que comer», aunque las sufran.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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