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Las paradas de hornos altos son frecuentes. Suceden, en muchos casos, para acometer tareas de mantenimiento o por alguna avería, y también cuando el mercado va mal y es necesario ralentizar la actividad. Supone un impacto para la producción, tiene sus efectos en las subcontratas ... y en los trabajadores, que son regulados, pero la situación se normaliza unos meses después, cuando los pedidos remontan o toca parar otra instalación similar en Europa. Sin embargo, la amenaza que se cierne ahora sobre el horno alto 'A' de Gijón no es igual: en pleno proceso de descarbonización, está llegando al final de su vida útil y existe el temor a que si se para no vuelva a arrancarse.
La dirección de Arcelor baraja detenerlo ante la debilidad de la demanda y el exceso de importaciones de acero extracomunitario que inundan el mercado. No hay una decisión definitiva, pero la parada se empieza a preparar por si en noviembre hay que llevarla a cabo. El problema es que se ha fijado el final definitivo de la actividad del horno para diciembre de 2025 y, aunque un año puede ser muy largo, ese periodo también se antoja poco tiempo para una parada provocada por un mercado asfixiado sin visos de mejorar y un último arranque antes de cerrarlo para siempre.
Descarbonización Los hornos altos son instalaciones muy contaminantes y, para que funcionen, las empresas necesitan costosos derechos de emisión de CO2. Las factorías reciben asignaciones gratuitas, aunque no siempre son suficientes, y la situación se va a complicar más. A partir de 2026, esos permisos gratuitos van a ir reduciéndose y, además, habrá menos en el mercado. Con ello, su adquisición será cada vez más cara. A esto se suma que muchos hornos altos están llegando al final de su vida útil, como el horno 'A' de Gijón. En el actual contexto, las empresas descartan remodelarlos para seguir porque no creen que vayan a ser viables y se pueda amortizar la inversión.
Debilidad de la demanda Los principales sectores consumidores de acero están atravesando serios problemas y eso provoca una caída de la demanda de los productos siderúrgicos. Industrias como la de la automoción no logran remontar y eso impacta en los pedidos. Una prueba de ello son las dificultades que está atravesando un país como Alemania y algunas de sus empresas emblemáticas. Volkswagen, por ejemplo, amenaza con cierres de factorías allí por primera vez en la historia.
Exceso de importaciones Mientras la siderurgia europea analiza si le merece la pena o no asumir grandes inversiones para descarbonizarse y sufre una tremenda contracción de la demanda, el acero extracomunitario no deja de entrar al mercado común y puede hacerlo con precios más bajos, ya que no tiene que asumir los mismos costes ambientales, regulatorios y laborales que el local. Además, en muchos casos, principalmente si procede de China, llega subvencionado. Hay sobreproducción mundial y el gigante asiático es el principal responsable de esta. Tiene 11 compañías entre las 20 que más toneladas expiden. La debilidad de su industria en los últimos meses está provocando que no pueda absorber buena parte de su propia producción y la intenta colocar en otros mercados, como el europeo. A esto se añaden las restricciones comerciales de países como EE UU, que mantiene las impulsadas por Donald Trump, lo que también deriva al Viejo Continente acero que iría a su territorio. Todo ello impulsa una caída de los precios.
Hay precedentes que no invitan al optimismo. El último, relativamente cercano en el tiempo e incluso geográficamente, por eso de producirse también en el sur de Europa. Arcelor paró en octubre del año pasado uno de los dos hornos altos de la planta francesa de Fos-sur-Mer. Lo hizo en aquel momento por la debilidad del mercado. Situada cerca de Marsella, se trata de una factoría que, con frecuencia, compite por contratos e inversiones con las asturianas y que, en muchas ocasiones, ha sufrido las mismas acusaciones de falta de productividad. Este mes de julio, la multinacional confirmó que el cese de la actividad iba a ser «duradero» y que la planta seguirá solo con un horno alto debido a «los costes de producción no competitivos». Incluye, de hecho, esta parada dentro del proceso de descarbonización y avanza que, «en 2026, tras su renovación, el horno alto 1 sustituirá al 2», pero no plantea que los dos vuelvan a coincidir. Para entonces está previsto que funcione ya una planta de reducción directa del mineral de hierro (DRI), similar a la anunciada para Gijón, pero la inversión está igual de bloqueada que la asturiana y todo son dudas.
No es el único precedente. Cada vez que hay una gran crisis suele 'caer' alguno de los hornos altos de la multinacional, que se encuentra con muchas más facilidades para producir fuera de Europa que dentro, y el mercado del acero es global. Ya sucedió antes. En 2011 se apagaron para siempre los dos hornos de Lieja (Bélgica); en 2012, tras otra parada inicialmente temporal, la siderúrgica decidió cerrar los de Florange (Francia) y, después de la baja demanda de acero de 2019, en 2020, en plena pandemia, clausuró definitivamente el horno de Cracovia (Polonia). Ahora la crisis es más aguda, porque se unen la debilidad del mercado con la necesidad de ingentes inversiones para la descarbonización.
De ahí que, en Asturias, se intente salvar por todos los medios posibles una parada, porque además el horno alto no tiene remplazo, ya que la planta de DRI no está ni mucho menos asegurada. Y, aunque se importaran los prerreducidos de hierro necesarios para que funcione la nueva acería eléctrica de Gijón, solo con el horno alto 'B', la de Avilés perdería capacidad. Necesita más arrabio. Por ello, gobiernos y sindicatos presionan para que tenga su propio horno eléctrico híbrido.
No obstante, a favor de las plantas asturianas juegan varios factores, entre ellos, que en los últimos meses los hornos altos gijoneses han logrado mejorar su posición competitiva, lo que les permite defenderse mejor ante una situación adversa como la actual. La inyección de gas de cok en el horno 'B', que reduce su consumo energético y evita emisiones, o la internalización de ciertos trabajos que hacían subcontratas, han colocado las instalaciones asturianas entre las mejores de Europa.
Además hay otro asunto que no es baladí: los hornos asturianos son los únicos de España. En el caso de Francia, sin embargo, hay más instalaciones de este tipo que las de Fos-sur-Mer. Por otro lado, con la parada del horno de la planta gala, Arcelor ya ha reducido su capacidad en el sur de Europa. No obstante, todo dependerá del mercado, recalcan desde la empresa y los sindicatos, mientras la siderurgia europea en bloque clama por más apoyos para abordar la descarbonización y que se frene la entrada de acero barato y contaminante extracomunitario. De lo contrario ya avisa del cierre masivo de factorías.
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