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Un año para salvar la siderurgia europea. Este es el plazo estimado por el consejero delegado de Arcelor en Europa, Geert Van Poelvoorde, para ... evitar lo que sería un desastre para el conjunto de la economía comunitaria –que ha motivado la elaboración del Plan de Acción para el Acero y los Metales, presentado esta semana por la Comisión Europea– y, en el ámbito más cercano, para la asturiana. En estos doce meses, la siderúrgica tendrá que tomar decisiones de gran calado sobre sus plantas de Gijón y Avilés, sin que el plan europeo contenga medidas concretas y cuyos plazos no son tan inmediatos como reclama el sector para su descarbonización.
La primera determinación que deberá adoptar Arcelor en la región, por ser la más apremiante, es resolver qué pasará con el horno alto 'A'. Esta instalación terminará su vida útil el próximo año –si no se acomete una millonaria reforma, algo que se antoja muy improbable– y la empresa ya se plantea tener que operar con un solo horno alto a partir de entonces, con el objetivo de lograr convencer a la cúpula de la multinacional de que apruebe la inversión que permita electrificar también la acería de Avilés.
El futuro del horno alto 'A' es crucial porque, sin él, la pérdida de producción rondaría el 40%. Al menos hasta que se ponga en marcha el horno eléctrico de la acería de Gijón, cuya construcción se estima que finalice en el primer trimestre de 2026. Aunque, incluso cuando ya esté funcionando, serán necesarios entre seis meses y un año para homologar su producción, que se destinará a los trenes de carril y alambrón. Además, se da la circunstancia de que, al haberse paralizado las inversiones en las plantas de reducción directa del mineral de hierro (DRI, por sus siglas en inglés) en toda Europa –incluida la prevista para Gijón–, para alimentar este nuevo horno de arco eléctrico será necesario importar los prerreducidos de hierro o utilizar chatarra, aunque esta última escasea.
Pero las obras de adecuación que la compañía necesita realizar en el sínter 'A' –que trata el mineral de hierro antes de ir al horno alto– complican las cosas. El caso es que la autorización ambiental del sínter 'B' expira el próximo 31 de diciembre. Por ello, la siderúrgica pretende acondicionar este año el sínter 'A' para que gane en eficiencia de cara a funcionar en solitario. Unos trabajos que se prolongarán durante más de un mes, periodo en el que solo estaría operativo el sínter 'B'. De ahí que la empresa baraje varias opciones para poder organizar la producción.
Por un lado, tendría que importar pellets de mineral de hierro para producir el arrabio, porque solo un sínter no será suficiente para abastecer a los dos hornos altos al 100% de actividad. El problema es que esta materia prima tiene un elevado precio, lo que reduciría la competitividad de la cabecera asturiana, que también se verá amenazada a medida que se vayan retirando las asignaciones gratuitas de CO2. La posibilidad que gana más peso es parar el horno alto 'A', opción que se ya se barajó durante 2024 por la caída de pedidos debido al deterioro del mercado. Bien sea por un tiempo determinado o ya definitivamente, dado la cercanía del fin de su vida útil.
Arcelor invirtió casi 150 millones de euros en las plantas asturianas el pasado ejercicio. El 79% de este montante correspondió a proyectos de inversión, mientras que el resto se dedicó a labores de mantenimiento extraordinarias, así como a repuestos y cilindros. Hay que recordar que ya se han iniciado las obras de construcción del horno eléctrico de la acería de Gijón y también se continúa con los trabajos de ingeniería de la planta de reducción directa del mineral de hierro (DRI).
En cuanto a la plantilla, registró un descenso de 71 empleados respecto a 2023. Este saldo se obtiene de la salida de 204 trabajadores con contrato fijo y la incorporación de 133 eventuales. En este balance se percibe el impacto de la amortización de 131 puestos de trabajo acordada en el marco del expediente de regulación de empleo (ERE) aprobado en mayo de 2024 para dar salida a los nacidos en 1962.
Todas estas decisiones que marcarán el futuro de la siderurgia asturiana tendrán que tomarse en medio de un escenario turbulento, marcado por la caída de la demanda y por la guerra arancelaria iniciada por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, que ha impuesto gravámenes del 25% al acero procedente de la Unión Europea. Según los resultados del pasado ejercicio presentados recientemente a los sindicatos, durante el cuarto trimestre de 2024 los dos hornos altos de Gijón trabajaron a un nivel bajo de producción, como consecuencia de un mercado internacional debilitado por la entrada masiva de acero procedente de países extracomunitarios a precios con los que la siderurgia europea no puede competir.
Esta entrada de productos 'sucios' impacta con gran fuerza en el alambrón, cuya producción el pasado ejercicio equivale al 25% de su capacidad. Estas instalaciones, que trabajan fundamentalmente para el sector del automóvil, arrastraron la actividad de la acería gijonesa un 12% por debajo del objetivo establecido. No obstante, el buen momento del carril logró que el ebitda (resultado bruto de explotación) del cuarto trimestre de la división de largos –que incluye este tren de laminación y el de alambrón, así como la acería– fuera positivo, pese a que la producción fuera un 20% menor de la cantidad presupuestada inicialmente.
En el aspecto más esperanzador, hay buena previsión de cartera para todo el año en hojalata, y en el coste de bobina caliente las plantas asturianas mantuvieron la segunda posición dentro del grupo en Europa en todo 2024 y en los dos primeros meses de 2025.
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