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Definir a la generación 'millennial' –como a cualquier otra– resulta bastante complicado, pero sí hay una serie de rasgos intrínsecos que ayudan a ello. Son, en esencia, los hijos de los 'baby boomers', y la primera generación puramente digitalizada. Los nacidos entre principios de los ... 80 y finales de los 90 –tan solo es un rango aproximado– han tenido la suerte de disfrutar de las ventajas tecnológicas que han inundado la sociedad, especialmente en los últimos 20 años, pero también han sufrido las inseguridades que esos avances han traído consigo y han transitado en su vida profesional entre los efectos de dos graves crisis económicas, primero la Gran Recesión y luego la del covid.
En el plano laboral, los jóvenes comprueban cómo, de forma paulatina, sus ingresos cada vez se ven más reducidos como consecuencia de la precarización del empleo. Sin ir más lejos, desde 2008 la renta neta media por persona en la franja de entre 16 y 29 años, si se descuenta la inflación, ha retrocedido un 14,3% en el ámbito nacional. La situación es similar en el tramo de 30 a 44 años, que ha visto reducida su capacidad adquisitiva un 9,5% en el mismo período. En el abanico de 45 a 64, ha descendido un 12,7%. El único colectivo que ha salido ganando en este tiempo es el de mayores de 65, cuya renta neta media por persona se ha visto incrementada en un 8% desde el año 2008.
En cualquier caso, la pérdida constante de poder adquisitivo no es el único palo en la rueda de la generación 'millennial'. La rotación laboral es ahora muy superior a la que había hace unas décadas. De hecho, según datos de Randstad, uno de cada cuatro menores de 35 años quiere cambiar de empresa y uno de cada tres lo conseguirá. La parcialidad y la temporalidad se ceban con el colectivo, que rota con más frecuencia (20%) que los profesionales de mayor edad, y lo mismo ocurre con su intención de cambiar de puesto (36%). Como consecuencia de estos datos –aunque no son la única causa–, los 'millennials' postergan cada vez más decisiones vitales como comprar una vivienda, casarse o tener hijos.
Una constante de los jóvenes es la dificultad de acceso a la vivienda, ya no solo por la precariedad laboral sino por los precios, las condiciones que imponen las entidades financieras y por la reducción de las bonificaciones por parte de la Administración pública. Lo que hace unos años eran facilidades, como por ejemplo la concesión del 100% de la hipoteca o unas condiciones de crédito muy favorables, hoy se convierte en una quimera como consecuencia de los tipos de interés más elevados.
Sin salarios más altos, resulta muy complicado ahorrar, y sin ese colchón esta generación no puede afrontar el pago de la entrada de un piso. «Siempre me lo dice mi padre, antes no había tantas trabas y además había más ayudas. Cuando firmé la hipoteca ya no me pude desgravar nada, porque eliminaron las deducciones en el IRPF por la compra de viviendas en el año 2012», lamenta Andrés Suero, natural de Avilés. En 2023, el crédito promedio en Asturias fue de 110.364 euros a casi 25 años, con una cuota mensual de 546 euros.
Hasta para quienes vuelven de la capital de España tras unos años resulta insalvable la dificultad de acceso a la vivienda. Alicia Sala nació en Oviedo hace 34 años y, tras residir una buena parte de su vida entre Toledo y Madrid, decidió regresar a Asturias este año con su marido. «Los precios de compra no están mal, pero los de alquiler están por las nubes. Nuestra idea era conseguir un alquiler barato y ahorrar un poco, pero con estos precios no lo veo, así que nos estamos planteando comprar. Tenemos la suerte de tener el piso de mi madre para poder ir tirando al principio», explica.
Con los datos en la mano, las cifras dan la razón a los jóvenes. El importe medio de las hipotecas firmadas en España ha aumentado un 240% en casi 30 años: de los 42.600 euros que se financiaban de media en 1994 (primer dato que aporta el Instituto Nacional de Estadística) hasta los 143.000 euros actuales. En ese mismo período, los salarios tan solo han subido un 107%, menos de la mitad, según cifras de la OCDE. Como consecuencia de ese incremento del precio de las hipotecas –muy superior al de los sueldos– y de las dificultades de financiación, se firman menos créditos de este tipo en la región. En los años previos a la crisis de 2008, en Asturias se suscribieron casi 17.000 hipotecas al año. En 2023, no llegaron a 7.000, lo que supone un desplome que ronda el 60%, según datos del INE.
Carmen Pravia también se fue de Oviedo hace casi 10 años en busca de mejores oportunidades profesionales dentro del mundo de la abogacía, algo que la región no le podía ofrecer. «A día de hoy, sigo desarrollando mi carrera profesional como abogada y, si bien hice algún intento de volver a Asturias, las opciones laborales son incomparables. Es frustrante la cantidad de gente joven que abandona su ciudad natal, pero la situación ha cambiado y, por mucho que cueste asumirlo, es muy difícil que tengamos la vida que han tenido nuestros padres en su ciudad de origen y formando una familia a edad temprana en buenas condiciones». La joven señala que, a pesar de todo, «Madrid es una ciudad donde las cosas funcionan y el abanico de posibilidades para crecer personal y profesionalmente es infinito». «Echo de menos tener a mis padres cerca», reconoce Pravia, pero sostiene que, «aunque duela, volver a Asturias es impensable». Muchos 'millennials' han tenido que echar mano de la ayuda familiar para poder afrontar gastos tan elevados. Laura Rodríguez, natural de Palencia, se trasladó a vivir a Salinas hace unos años y en los últimos meses se ha casado, ha firmado una hipoteca y ahora espera una niña: «He conseguido todo esto porque me ha ayudado mi familia, tanto con la boda como con el piso, y gracias a eso he podido afrontar los gastos, porque solo con mi esfuerzo habría sido imposible», reconoce.
El Principado es, según un estudio realizado por Bodas.net junto a Google y Carles Torrecilla, profesor de Esade, la comunidad autónoma con mayor coste medio por invitado, con 267 euros por persona, el doble que Murcia (134 euros). Esto implica que un enlace con 150 personas salga por unos 40.000 euros, una cifra inasumible para la mayoría de los jóvenes. Es un factor que se suma al problema de la vivienda y que hace que la edad media actual a la hora de formalizar un matrimonio en Asturias sea de 38 años, lo que supone un retraso de una década respecto a hace 30 años, según el INE.
El número de matrimonios también se ha desplomado en el Principado, pues si se descuentan los últimos tres años (distorsionados por la pandemia), el descenso en la pasada década fue del 20%, aunque en este caso también entran en juego aspectos culturales y sociales. La amalgama de factores anteriormente descritos afecta a la natalidad y es una de las grandes causas del envejecimiento de la población, porque Asturias está, junto con Canarias, en la cola en el índice de fecundidad. En 2022 –últimos datos disponibles– ya se registró menos de un hijo por mujer, en concreto, 0,97.
Se supone que los 'millennials' son la generación más preparada de la historia, o al menos la más formada, pero los jóvenes han comprobado a golpe de crisis económicas cómo esto no es garantía de nada. «Hay gente que tiene diferentes carreras, másteres o prepara oposiciones, pero al final tu tiempo invertido no se ve reflejado. En ese sentido, es normal que la gente en Asturias esté frustrada, porque los trabajos de hoy son muy precarios», asegura Cintia Lorente, nacida en Luanco.
«Independizarte con 30 años tú solo, porque no tienes por qué tener pareja, es imposible. O ahorras o pagas el piso, pero las dos cosas a la vez es complicado. Los precios son desorbitados, yo pagaba 550 euros en Gijón por 40 metros cuadrados, pero le tienes que sumar otros 120 de garaje, más la comida y los gastos. Con mi sueldo de enfermera residente era imposible y tuve que irme», lamenta.
Hoy resulta muy complicado que una persona de esta generación se independice de forma individual, así que la mayoría espera a tener una base de ahorro o a encontrar una pareja para emanciparse sin tener que asumir tanto gasto. «No sé por qué la gente se asombra de que alguien viva hasta los 35 años con sus padres, si es que igual no le queda otra opción. A mí me pasó, y te sientes muy frustrada, porque por muy bien que estés con tus padres piensas que con todo lo que has estudiado y te has esforzado es un paso atrás en tu vida. Ahora me he ido a vivir con mi pareja a un piso que ni yo ni mi pareja podríamos pagar de forma individual. Como sociedad, estamos en un punto de no retorno que, en lugar de asombrarnos de cómo están las cosas, nos hemos conformado», señala Lorente.
El desempleo juvenil es uno de los grandes problemas estructurales del mercado laboral asturiano. Basta con repasar las estadísticas para comprobarlo, ya que el pasado ejercicio cerró con una tasa de paro entre los jóvenes del 28,6%. Asturias se situó así, en 2023, como la sexta comunidad autónoma con este indicador más elevado, tan solo por detrás de Andalucía (40%), Canarias (34,5%), La Rioja (32,3%), Extremadura (31,4%) y Castilla y León (29,5%), según datos del Instituto Nacional de Estadística recogidos en la Encuesta de Población Activa (EPA).
El Principado se colocó como la región con mayor cifra de paro juvenil de toda la cornisa cantábrica, aunque no es el único indicador preocupante. También es la tercera región con la tasa de empleo más baja del España, con un 18,7%, pues únicamente registran peores cifras Extremadura (19,3%) y Canarias, (19,1%). Muy lejos queda la media del conjunto nacional, que se sitúa en el 26%.
En cualquier caso, es cierto que, aunque las cifras sean altas, se ha producido una bajada de la tasa de desempleo juvenil en Asturias, que retrocedió del 47,5% al 28,6% en 2023. No obstante, la de actividad sigue siendo la más baja de España, con un 50,8%, frente al 59% nacional, aunque es el mejor dato desde 2016. En cuanto a los inactivos –las personas de 16 o más años no clasificadas como ocupadas ni paradas–, alcanzaron los 437.200 en Asturias, 400 menos que un año atrás.
Los 'millennials' tienen más aversión al riesgo que las generaciones posteriores y sus principales inversiones se basan en fondos o planes de pensiones, en lugar de criptoactivos o renta variable, según un estudio del Observatorio del Ahorro Familiar. «Hay una preocupación generalizada por la pensión, ya que muchos piensan que no van a recibir suficiente dinero del sistema público, son conscientes de que necesitan un plan de pensiones», apunta Eva Ducka, profesora de Ealde Business School, en declaraciones para BBVA Research.
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