José María Pérez miraba esta mañana a la marcha a su paso por Ataquines, con un agridulce sentimiento de resignación. Vestido con camisa y vaqueros, en vez de camiseta sindical, casco y deportivas, explicaba que ha tenido que abandonar la marcha. «Yo por mí estaba ahí, y hasta Madrid, pero no ha podido ser». La factura física le estaba saliendo demasiado cara, y todavía quedan largas jornadas bajo el sol. «Por eso sigo viniendo a animarlos», explica. Un aliento de ida y vuelta. Cuando pasan los mineros de la zona suroccidental de Asturias, sus compañeros de Cerredo lucen el lema «Ánimo, Pepe». Va por él. Saben que no es fácil abandonar el grupo y volver para casa, el orgullo y las ganas de luchar tiran. Pepe les aplaude emocionado, y ellos a él.
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Más adelante, la marcha minera se detiene en un área de servicio en Palacios de Goda, y cuando superan el cartel que marca la entrada a Arévalo (aunque aún les falten cuatro kilómetros para el polideportivo donde duermen), la diputada regional de Izquierda Unida, Noemí Martín, se une a la marcha. «No lo he hecho antes porque soy consciente de mi tono físico, pero aún así quiero hacer una parte de la etapa junto a ellos», comenta, ya con el chaleco reflectante puesto. Recuerda que luchan «no solo por sus trabajos, si no por los de mucha gente».
Hoy también han querido estar junto a ellos al principio de la marcha del carbón los alcaldes de Pola de Lena, Mieres y Villablino. Además de Laura González, exconsejera y exeurodiputada. Hay una madre preocupada por su hijo, José Luis Fernández Roces, que participa en la marcha, y a quien ha venido a apoyar especialmente. No es que lo necesite, ya que «está de caminar», asegura su progenitora, y es de los que, tocando madera, no ha de lamentar lesiones ni ampollas demasiado problemáticas.
De ello se ocupa, entre otros, un quiromasajista de reciente incorporación a los equipos de Cruz Roja que atienden a los mineros, y que lleva ya realizados más de ochenta masajes que suponen un gran alivio para los afectados.
Tres periodistas, un presentador, una terraza, y una experiencia que compartir en primera persona a través de la radio.
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Esta tarde hemos sido quienes acompañamos a los mineros día a día para contarlo quienes nos hemos puesto delante de los micrófonos. Se habló de cómo vemos a los mineros, de cómo les sientan las malas noticias procedentes de Bruselas, del apoyo, prácticamente inesperado, que están hallando en localidades lejanas ya de las cuencas mineras. Se nos pidió una opinión acerca de si creemos, viendo lo que vemos, que la marcha servirá para algo. La respuesta tuvo varias vertientes, pero todos coincidimos en que la minería se sabe símbolo de reivindicación obrera, que si ellos caen el movimiento sindical inevitablemente se reduciría, y que por eso, además de por la causa por la que luchan, no cejan en su empeño. Algo que corrobora el hecho de que sea fácil escuchar, mismamente en Arévalo, en un bar cercano al polideportivo donde hoy duermen, frases del tipo «teníamos que estar todos con ellos», de boca de quien maneja la caja registradora. Como informadores en esta marcha,obligatorio es pulsar a diario los ánimos de los mineros y de la gente que los recibe. La incógnita de qué pasará en Madrid la despejaremos, pero no en las ondas, sino sobre el terreno.
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