La inquietud crece entre los trabajadores del acero de Europa por el temor a despidos masivos

La preocupación que hay en la plantilla asturiana de Arcelor es compartida por el resto de los más de 300.000 trabajadores directos del sector en Europa. De hecho, la movilización convocada por CGT en las plantas galas se integró en otra a nivel mundial en la que se pretendía denunciar la falta de claridad sobre el futuro de las factorías, su obsolescencia y los problemas de seguridad que ponen en riesgo la vida de los trabajadores. «Tenemos una industria siderúrgica que se está desmoronando», lamentó Frédéric Sanchez, secretario general de la federación de trabajadores metalúrgicos de CGT.

La ejecución de los planes verdes para sustituir los hornos altos de Dunkerque y Fos-sur-Mer está en cuestión. A principios de año parecían amarrados, tras el acuerdo suscrito entre Arcelor y la energética estatal gala EDF para el suministro de electricidad a precios competitivos procedente de las nucleares. Sin embargo, con el paso de los meses, la multinacional sigue sin apostar por esa inversión y ya ha cerrado uno de los dos hornos altos de Fos-sur-Mer. Aquel pacto, además, hizo temer en la vecina Bélgica la caída del proyecto verde de Gante, para el que se aprobaron después ayudas adicionales, pero que tampoco han servido para conseguir su confirmación.

Mientras, en Alemania, más allá de los problemas de Arcelor, preocupa más el futuro de la factoría de Duisburgo, en la que Thyssen tiene la mayoría accionarial. «Están en juego 10.000 puestos de trabajo», ha advertido Bärbel Bas, presidenta del Parlamento alemán, el Bundestag, que forma parte del consejo de supervisión de la compañía que gestiona la planta. Los 2.000 millones en ayudas con los que cuenta la factoría para su descarbonización parecen no ser suficientes y Thyssen está sumida en una profunda crisis que hace temer lo peor para su división siderúrgica. Sobre la mesa están el cierre de instalaciones y la ejecución de miles de despidos. Desde la Cámara de Industria y Comercio del Bajo Rin se exige «un compromiso político claro» para salvar al sector y Bas, del Partido Socialdemócrata que lidera el canciller Olaf Scholz, advierte de que se podría llegar a perder la mitad de la producción de acero del país.

Ante esta situación, en la cumbre, la Asociación del Acero germana, el sindicato IG Metall y los once estados federados de la Alianza por el Acero han pedido en un documento «medidas efectivas», tanto a los políticos federales como a la UE. Entre ellas, reclaman que se garanticen precios competitivos de la electricidad, acelerar la economía del hidrógeno y que se fomente la creación de mercados para el acero verde mediante compras públicas. «Sin la industria siderúrgica nacional, la independencia de sectores cruciales como el de armamento y el de la automoción estarían en riesgo», advirtió el ministro federal de Economía, Robert Habeck (Verdes). Hay un acuerdo sobre la necesidad de evitar los cierres e incluso sobre las recetas, pero nadie tiene claro que ese consenso sea suficiente.