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LA HUELGONA

El día que se perdió el miedo al Régimen

60 años de la huelga de 1962 ·

«Hubo que sufrir mucho, pero movilizó a la sociedad». El 6 de abril, siete picadores del Pozo Nicolasa eran sancionados. Sería la mecha que hizo prender la movilización minera que plantó cara al franquismo

Viernes, 1 de abril 2022, 18:34

¿Y si la huelga de abril de 1962 nunca hubiera tenido lugar? Podría haber pasado. Sus protagonistas coinciden: «No fue planificada ni organizada. Fue imprevista, no como las de ahora, convocadas formalmente». El detonante no es nada extraordinario durante la Dictadura: la sanción a siete picadores del Pozo Nicolasa. Siete que se convirtieron en 65.000 trabajadores. Una sanción que dio paso a un movimiento huelguístico que primero saltó a otros pozos, después a toda la región, y más tarde a buena parte del territorio nacional. Y lo que fueron siete sancionados, y después fueron 65.000, acabaron siendo 300.000 desafiando al Régimen.

«En un país con falta de libertades y un clima de represión se abre hueco la reivindicación y la solidaridad», recuerda Severino García Arias, uno de los sindicalistas que, mes y medio más tarde, negociaría con el ministro José Solís. Por entonces, el franquismo quería hacer ver que había entrado en una nueva etapa, el desarrollismo, con el que esperaba tener un trato privilegiado con la Comunidad Económica Europea. Tras la propaganda, las torturas, deportaciones y los encarcelamientos se seguía produciendo.

«No llevábamos ningún guión. Nadie pensaba que fueran a negociar. Nos cogió a todos con el pie cambiado».

Severino García Arias

Vídeo. Severino García Arias en el barrio de Contrueces (Gijón) Foto: Paloma Ucha / Vídeo: Aida G. Fresno

«Todo el mundo sabía que era necesario un cambio», dice José Antonio García Casal, 'Pity', que por entonces tenía solo 20 años. «Recibo el bautismo de fuego del movimiento obrero. Se dirigían a nosotros, en tono cariñoso, como 'estos carajillos de 20 años'». El detonante el malestar profundo que venía de fondo. Bajos salarios, estancados desde hacía años, altos precios y carestía de alimentos. «Ya lo había en el 57, en la primera huelga, pero esta vez se percibía que la economía estaba mejorando y no así la calidad de vida de los trabajadores», explica el historiador Rubén Vega, uno de los mayores estudiosos de la huelga del 62 y sus consecuencias.

«Se consiguió que el ministro Solís viniera a Asturias a negociar con las comisiones de trabajadores que así lo exigieron»

Vicente García Solís

Vídeo. Vicente García Solís en su casa de Sama (Langreo) Foto: Juan Carlos Román / Vídeo: Aida G. Fresno

«Hubo que sufrir mucho, dejar la pelleya en las comisarías y los cuarteles de la Guardia Civil», revive Vicente García Solís, uno de los miembros más activos. «Desde que tengo uso de razón establecí un compromiso con la sociedad. Tengo 89 años y ahí sigue». Solís entró en la cárcel en el 62 por segunda vez, ya había estado en el 60. Ese 7 de abril marcó un punto de inflexión, para con el Régimen, pero también despertó inquietud en ciertos sectores de la iglesia, llevó a los movimientos estudiantiles a entonar el 'Asturias, patria querida' por toda España, y un grupo de 102 intelectuales, encabezados por Ramón Menéndez Pidal, Camilo José Cela y José Luis López Aranguren le remitieron un escrito a Manuel Fraga en el que, entre otras cosas, le decían que «estamos seguros de que no ha podido ocultarse a su sensibilidad la gravedad de ciertos hechos que estamos presenciando».

Huelga de mineros en el Pozo Fundación Muñiz Zapico

El martes 15 de mayo, Severino García Arias asistió a una reunión en Mieres. Pidió la palabra. «Si el gobierno quiere saber cuáles son nuestras reivindicaciones, que nos permita algo que no es posible por la ausencia de libertades sindicales, que nos deje reunirnos y se las haremos llegar», les dijo. Sin guion y sin haberlo hablado. «Un minuto antes ni se me había ocurrido, y les cogió a todos con el pie cambiado». Al día siguiente se reunirían con el ministro Solís en Oviedo.

Ese día, a la mañana, un grupo había sido la avanzadilla. En ese grupo, 'Pity'. «Solís iba de demagogo; me preguntó si yo era del orfanato minero; le respondí que aunque fuera un guaje, ya trabajaba en La Revenga, y que lo importante era la represión que se estaba sufriendo, y que la policía tenía que dejar de apresar impunemente».

«Se perdió el miedo al Régimen por primer a vez. Y es el momento d e la foto dándose la mano de Gil Robles y Rodolfo Llopis»

José Antonio García Casal

Vídeo. José Antonio García Casal, 'Pity' en su casa en Hevia (Siero) Foto: Imanol Rimada / Vídeo: Aida G. Fresno

Severino fue de tarde. Llevaba las reivindicaciones en un papel que le mandó poner a máquina a una de las secretarias. No supieron nada hasta el día 24, cuando salió publicado en el BOE un decreto donde figuraba el incremento del precio de la tonelada de carbón vendible a 75 pesetas por tonelada. Además, los jurados de empresa serían reforzados por comisiones de trabajadores. Entre las dos fechas, el día 17, recuerda que su mujer dio a luz a su primera hija. «Pensaron que podía estar detenido, pero es que había marchado a estar con mi mujer, que estaba ingresada en Mieres». El 10 de junio terminaría la huelga.

«Sirvió para movilizar a la sociedad. Tuvo importancia a nivel de Asturias y de España, pero también internacional con muestras de solidaridad llegadas desde Francia, Inglaterra y más lugares», explica Vicente Gutiérrez Solís. Para él uno de los primeros logros en esos dos meses es que «se haya forzado a que Solís viniera a negociar a Asturias con las distintas comisiones de trabajadores, que habían exigido hablar con él. Eso fue lo que más fortaleció la solidaridad».

Los deportados durante la huelga de 1962 Fundación Juan Muñiz Zapico

Para Rubén Vega hubo conquista clara y en pleno Régimen, la creación por parte del Ministerio de Trabajo de una oficina para registrar las huelgas. Seguirían siendo ilegales, pero pasarían a figurar en un archivo. Incluso llegaron a circular, aunque se quedarían guardados en un cajón, varios documentos en los que se analizaba el reconocimiento del derecho de huelga.

Los protagonistas, encarcelados, deportados, torturados... son claros: «Por primera vez se perdió el miedo al Régimen», dice 'Pity', quien valora que «unos conseguimos arrastrar a otros». En el corto plazo, aquellos días, lo que se consiguió fue que salieran de la cárcel los más de cien detenidos, y volvieran los deportados.

«Aquellas reivindicaciones eran utópicas. En los tiempos que corren, la gente mira más la realidad y es más individualista», concluye Severino García Arias con cierto pesar.

Entonces, nadie podía creérselo.

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