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LA HUELGONA

Cómo la huelga inspiró al arte y a los intelectuales

60 años de la huelga de 1962 ·

Pluma y pincel . Gil de Biedma comparó el silencio de posguerra con el de la 'Huelgona'. «El de hoy es distinto, porque está cargado». Lo estaba, de ilusión y esperanza

Viernes, 1 de abril 2022, 18:32

Todo ocurrió «cuand o entovía nes barriaes podía vese a les muyeres variando la llana de los colchones, (...) cuando'l turullu marcaba'l ritmu deeles nuestres vides». Son palabras de Alberto Vázquez en el cómic 'Los llazos coloráos', lectura imprescindible para aproximarse no solo a la 'Huelgona' de 1962 , «l'añu que punxo a esta tierra nel mapa y l'añu en que dicen que la Dictadura partióse pela metá», sino también a las que la precedieron y las que continuaron una estela que, hasta la fecha, la mayoría de los artistas han dibujado con las tonalidades pardas propias de una época triste.

El mero canto del 'Asturias, patria querida' llegaría a «sacar de quicio al franquismo»

La de Vázquez es una de las últimas obras surgidas en torno a la huelga de 1962, pero esta fue representada gráficamente casi desde su propia génesis. Tan pronto, al menos, como la brutal represión a los paros mineros fue conocida a nivel internacional. En aquel momento, Dionisio Ridruejo, antiguo falangista y coautor de la letra del 'Cara al Sol', pero activo opositor al régimen franquista a la sazón, encabezó un informe sobre la criminalización estatal de los intelectuales y artistas, 102 en total, que habían rubricado la carta a Manuel Fraga, ministro de Información y Turismo, para exigir explicaciones sobre las detenciones llevadas a cabo en Asturias.

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Que en aquel momento la 'carta de los 102' fuera firmada por intelectuales de la talla de Vicente Aleixandre, Antonio Saura, Juana Francés o Jaime Gil de Biedma es el testimonio histórico de un apoyo que tendría, también, una faceta artística. La muestra más conocida fue el candil de Picasso, pero hubo más. En verso, por ejemplo, Rafael Alberti dejó dicho que «mi mano y mi corazón, / ¡contigo!, que Asturias grita, / como ayer: ¡Viva el Nalón / y viva la dinamita!». O, muy poco después, Carlos Álvarez, ante el conocimiento del asesinato de Julián Grimau por parte de un régimen acogotado, gracias a los mineros de Asturias, por la presión internacional: «El champán a los labios: por Asturias /(corría el mes de mayo, ¿recordamos? /Ocurrió / que el ritmo de la vida fue un momento /medido, controlado, / sometido, /por el sudor minero todo estaba / sujeto entre sus manos, solamente / sedesbordó la dignidad».

Y de la pluma a los pinceles. Más allá de Picasso, también desde Francia José Ortega pidió «solidaridad con los mineros en huelga», y la revista satírica 'Le Canard enchaîné' representó a Franco sobre un pedestal desestabilizado por el incansable trabajo de los mineros. La prensa fue fundamental para la difusión de estas imágenes, anónimas, pero sustitutivas del vacío fotográfico que caracterizó a aquella 'huelga silenciosa'. En 'España Hoy' se publicó, así, la tinta china de uno obreros con los brazos caídos frente al castillete de Nicolasa y, cómo no, un candil.

«Hoy, y muchos días más, sus lámparas no iluminarán las galerías», subtitulaba aquella publicación de Ruedo Ibérico. La 'huelgona' traspasó fronteras y llegó a convertir al que, con el tiempo, se convertiría en himno de Asturias en un cántico subversivo. Cuenta Manuel Vázquez Montalbán, en el prólogo de 'Las huelgas de 1962:hay una luz en Asturias' (Rubén Vega, coord., 2006) que, encarcelado por manifestarse, siendo estudiante, en Madrid, fue condenado a tres años por cantar el 'Asturias, patria querida' e instigar a cantarlo «desde la más absoluta voluntad subversiva». El terremoto de la huelga, con su epicentro en Asturias, desestabilizó al régimen al punto de que «una canción considerada idónea para excursiones en autocar sacara de quicio al Franquismo».

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'O tempora, o mores', que dirían los clásicos. El fracaso de la autarquía, las primeras movilizaciones públicas contra la dictadura y el posicionamiento de Europa, a partir del paro de los 'siete de Nicolasa' hizo que muchos, fuera de nuestras fronteras, asegurasen tener 'de subir al árbol' a 'coger la flor'. Con todo y eso, fue aquí donde la gente se jugaba la piel. Integrándola, a veces, a los lienzos magníficos de artistas como Manuel Calvo, quien incorporó a su famoso cartel en apoyo a la huelga los versos del 'Patria Querida' -aunque ovetense, vivía en Madrid-, o el recientemente fallecido Jaime Herrero, cuyo huelguista, transportado por la Benemérita y el clero, mira desafiante, desde su prisión de cartulina, al espectador. Ambos, Calvo y Herrero, eran, como los mineros huelguistas, jóvenes nacidos durante la guerra, y que no entendían ya de aquel silencio sordo impuesto tras el final de la misma. «Como después de una detonación cambia el silencio, así la guerra nos dejó mucho tiempo ensordecidos», escribió Gil de Biedma. «Pero el silencio /es hoy distinto, porque está cargado. / Nos vuelve a visitar la confianza». Del blanco y negro de la posguerra se pasaba, por fin, a los tonos pardos de los tiempos duros que anuncian, pese a todo, esos cambios que siempre vienen de la mano de la esperanza.

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