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Hay un consenso generalizado: las renovables abaratarán el precio de la electricidad y España, con sus horas de sol, contará con un coste de producción ... más competitivo. Así lo apunta el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC), que calcula una rebaja de más del 30% para 2030, pero también lo hacen expertos internacionales. Esta misma semana, en el Día del Hidrógeno de Enagás, Philip Christiani, socio de Copenhagen Infrastructure Partners (CIP), el gestor de fondos más grande del mundo dedicado a inversiones en renovables totalmente nuevas, apuntaba que solo en la península ibérica, en el mar del Norte y en el Báltico se podrá lograr producir hidrógeno de forma rentable. Y, de momento, los costes de la solar ganan por goleada a los de la eólica marina.
Es a esa energía futura autóctona y más competitiva a la que se aferra el Gobierno central para convencer a Arcelor de que desarrolle por completo su plan verde en Asturias, lo que implica construir la planta de reducción directa del mineral de hierro (DRI), clave para mantener la producción de acero virgen en España. El problema es que para 2030 aún falta más de un lustro, que la vida útil del horno alto 'A' finaliza en 2026 y que ese año se empezarán a eliminar los derechos de CO2 gratuitos, con lo que se penalizarán más las emisiones y los hornos altos serán cada vez menos competitivos.
Arcelor duda de la viabilidad de su proyecto con los plazos actuales, que supone más de 1.000 millones de inversión y para el que tiene concedida una ayuda de 450, y también del apoyo que pueda recibir del Estado, en comparación con el que ya están dispuestos a dar países como Alemania o Francia, cuyo suministro de hidrógeno será más caro a la larga, pero puede ser casi inmediato en caso galo, al basarse en la energía nuclear de la que dispone el país, considerada por la Unión Europea como descarbonizada.
Mientras, en España el coste de la electricidad sigue siendo el gran caballo de batalla de la industria. Según el último barómetro de la Asociación de Empresas con Gran Consumo de Energía (Aege), en la que se integran Arcelor y Asturiana de Zinc, aunque el precio medio del mercado diario se ha ido rebajando e igualándose al de sus competidores -en enero fue de 73,76 euros/MWh, un 3,5% inferior al de Alemania y un 3,7% menor que el de Francia-, la factura final para este tipo de empresas es muy superior e incluso puede duplicarla, ya que la industria no goza aquí del mismo tipo de tarifas, ayudas y exenciones.
La petición de este tipo de compañías es que se reforme el estatuto del consumidor electrointensivo, de forma que se reconozca a las hiperelectrointensivas, y también que se llegue al máximo de las ayudas que permite Bruselas. Sin embargo, el Gobierno no está por la labor de abordar cambios en un estatuto negociado con Bruselas y que la entonces ministra Reyes Maroto siempre defendió que llegaba al límite de lo aceptado por la Unión Europea, a pesar de que otros países sí van más allá.
Esos máximos que se imponen desde Bruselas es el argumento esgrimido para no elevar las ayudas, a pesar de que la industria insiste en que estas podrían ser superiores. Así, el actual titular de Industria, Jordi Hereu, anunció que su departamento subirá de 244 millones de euros a 300 las compensaciones por los costes indirectos del CO2, aunque Aege asegura que esa cifra podría duplicarse, ya que depende directamente de los ingresos recibidos por el Estado de los derechos de emisión del año anterior. A pesar de su rebaja en este inicio de 2024, la previsión para 2023 era recaudar alrededor de 3.500 millones de euros.
La nueva Ley de Industria que diseña el Gobierno intentará atraer nuevas actividades e inversiones, facilitará trámites y declarará algunos sectores estratégicos, pero el sector tiene claro que la clave en España serán esos futuros costes energéticos más reducidos, siempre que la regulación y su tributación acompañen.
Porque no solo será la electricidad, con su abaratamiento llegará también el del hidrógeno, el gran vector con el que se prevé descarbonizar buena parte de la industria pesada. Dos tercios de su coste de producción se deberá, precisamente, al suministro eléctrico, según calcula el presidente de Mibgas, Raul Yunta, que ya trabaja en definir un futuro mercado para este gas renovable. Jaime Martín, director ejecutivo de Refino y Química de Repsol, calcula que España logrará un precio, al menos, un 25% más bajo que el de países como Alemania.
No obstante, desde Asturias se esgrimen también otras ventajas del proyecto asturiano. Los sindicatos, en pie de guerra con la multinacional, recuerdan que los costes salariales son inferiores en España que en Francia o Alemania.
Asimismo, se desataca la buena ubicación de las plantas, con salida al mar, o la mejora competitiva lograda en el último año, que ha permitido mejorar la posición de carril y alambrón, hasta el punto, recuerdan fuentes de la empresa en la región, que se ha atraído la primera inversión en el continente integrada en un plan de descarbonización: el horno eléctrico híbrido que se instalará en la acería de Gijón y que da viabilidad a la división de largos. Se trata, por el momento, de la única obra ya aprobada y contratada de las que integran todos los proyectos verdes de la multinacional, más allá de plantas piloto. Por el momento, está previsto que se abastezca de prerreducidos de hierro importados, pero contar con la planta de DRI en las inmediaciones lo haría más competitivo.
Otro argumento que suma es, precisamente, la cercanía con los clientes y su demanda potencial, por ejemplo, gracias el tirón que tendrán las infraestructuras de renovables. Hace falta acero para construir las estructuras que sujetan los paneles solares. Y las torres eólicas también necesitan de la siderurgia. España es, además, una potencia en la cadena de valor de esta energía, que sigue creciendo en el mar, como demuestran los planes de Windar en las antiguas instalaciones de Alcoa en Avilés, los de Duro y Zima en El Musel, los de Haizea en el puerto de Bilbao o los de Navantia.
Mientras, la automoción parece ir recuperándose poco a poco y más allá de los problemas por los que atraviesan algunas marcas, como Ford, todo apunta a que esta industria seguirá siendo estrategia en España. Además, la chapa de los vehículos, por su calidad, debe ser de acero virgen, procedente del mineral de hierro, por lo que no valdría la reciclada en cualquier horno eléctrico.
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