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Desconfianza, persecución o desvalijamiento. También, inversión, futuro y viabilidad. Depende de a quién escuche uno, o a quién quiera escuchar, llegará a conclusiones bien distintas sobre la situación que hoy atraviesa la planta avilesina de Alu Ibérica, vendida al grupo Riesgo hace unos meses. ... En el primer grupo estarían tanto el Gobierno del Principado como la alcaldesa de Avilés. El consejero de Industria, Enrique Fernández, lo repite prácticamente cada semana, en cuanto surge la pregunta. «No confiamos en el grupo Riesgo, no merecen ningún tipo de credibilidad». Los trabajadores, alineados con esa petición de revertir la venta de Alu Ibérica, van más allá, denuncian amenazas, presiones y ataques a la plantilla. Pero, si escuchamos al segundo grupo, al de la empresa, tenemos un retrato bien distinto: mantenimiento del empleo y, según anunciaron a los pocos días de realizar la compra, una inversión a corto plazo de más de 25 millones de euros para las plantas de Avilés y La Coruña.
En poco tiempo, los trabajadores han visto cómo iban pasando de manos sin que aún, según cuentan, se les haya presentado un plan industrial consistente, «más alla de un pdf con unas notas». Llevan años saliendo a la calle, recorrieron a pie la distancia entre la fábrica en Avilés y Madrid, y ahora, además de ver un futuro sin esperanza, su temor es que la nómina mensual llegue a tiempo. «Desde que está Riesgo, un mes tardaron cinco días más, llevan meses sin pagar a la caja social -la parte del salario que voluntariamente algunos trabajadores derivan hacia beneficios sociales y que gestiona el comité de empresa- o, los planes de pensiones, que llevan un tiempo sin aportaciones». Es el relato que hacen varios trabajadores, que no quieren dar su nombre por miedo a represalias. La situación la ha venido haciendo pública el comité de empresa que, sin ir más lejos, denunció el viernes el impago a la parte de la plantilla que se encuentra de baja. «Ha habido momentos duros, pero pocos como este, y mira lo que hemos pasado; mi miedo es que desaparezca de golpe y quedemos en un limbo, es decir al Fogasa», relata un miembro de la plantilla.
Esta historia, ya tornada en culebrón, podría irse muy atrás en el tiempo. Por ejemplo, a 1998 cuando Alcoa se hacía con la empresa pública Inespal, que venía de dos ejercicios con beneficios. Fruto de aquel acuerdo, entre otros, conseguía un precio especial para la electricidad durante quince años. Si se disparaba, la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (SEPI) se hacía cargo. Eran tiempos en los que el gigante del aluminio estaba aquí, en España, en Avilés. Además, suponía un tractor económico para la comarca, donde aportaba decenas de miles de toneladas para la exportación.
El viento cambió de dirección hace ahora dos años, el 17 de octubre de 2018. Alcoa se plantó. La multinacional anunció el cierre de las plantas de Avilés y La Coruña tras asegurar que eran las menos productivas del grupo, «debido a los problemas estructurales tanto productivos como tecnológicos». Según sus cálculos, la producción de aluminio primario en Avilés era de 93.000 toneladas anuales. Entonces, el Gobierno regional, aún presidido por Javier Fernández, criticó «la insólita forma de proceder».
La solución, mejor o peor, llegó el 31 de julio de 2019 y casi sobre el tiempo de descuento. El Ministerio de Industria y el Gobierno regional remaron en la misma dirección orientando la venta de las plantas hacia el fondo suizo Parter, pasando a llamarse Alu Ibérica. Tras nueve meses de negociaciones, el comprador garantizó el empleo y, a partir de ahí, dependería del volumen de ventas y de que el precio de la energía se redujese. De hecho, condicionó el arranque de las cubas de electrólisis para producir aluminio primario a la reducción del precio de la electricidad. Ese estatuto para la industria electrointesiva que no termina de llegar. Esta operación, nunca gustó a los comités de empresa, ni en Avilés ni en La Coruña, que preferían otras de las opciones de venta.
Todavía, como quien dice, la historia dio un nuevo giro. Era 15 de abril. Alu Ibérica anunciaba la reventa del 74% del capital al grupo Industrial Riesgo, un viejo conocido, puesto que había estado en la misma puja que Parter y fue descartado en las primeras fases. Los nuevos dueños anunciaron «un plan de desarrollo a largo plazo». De momento, lo que cuentan los trabajadores a este periódico es que «las series de electrólisis están paradas y la tarea consiste en limpiar viales o pintar; la zona de fundición ha tenido que ser parada varias veces por falta de material». ¿Hay trabajo?, les preguntamos. «La carga es muy relativa con esta producción cero».
El mismo mes de mayo, según informó el grupo Riesgo, los nuevos propiearios presentaron al comité de empresa su plan industrial. Según relatan varios trabajadores «solo han traído dos hornos, uno ni siquiera es para producir fundición sino para coger muestras de chatarra».
Recientemente, el comité de empresa denunció que se estaba trasladando «tanto material productivo como chatarra, que ya estaba fabricado con anterioridad a una nave industrial de Colloto». Hace poco más de un mes, Alu Ibérica anunciaba un nuevo contrato, con Hycast, por 9,7 millones y por el que se implantaría una tecnología de fundición de última generación en las plantas. Los trabajadores, dicen, «no sabemos nada». Mientras, los gobiernos, central y asturiano, vuelven a estar alienados. Hace un año y medio en la venta a Parter; ahora, en criticar la entrada de Riesgo. ¿Soluciones? Todo son dudas y, mientras, el gigante de aluminio parece una chatarrería.
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