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Un reloj inteligente por 15,99 euros. Un conjunto de bikini por diez o tres tops por 5,10. Quince bombillas LED por 6,53 euros. Y así hasta el infinito. Las plataformas de comercio electrónico transfronterizo de China han sacudido el comercio occidental con la misma estrategia: producción 'low cost' en China, envíos directos a través de poderosos canales logísticos, y un pírrico beneficio que muchos estiman incluso negativo. Nombres como Aliexpress, Temu o Shein se han convertido así en gigantes que dominan el mercado de numerosos productos: desde el 'ultra fast fashion', hasta la electrónica básica.
Pero hay otro elemento clave en la ecuación que ha dado como resultado el monstruo del bazar chino 'online': los impuestos. Hasta julio de 2021, las compras realizadas fuera de la Unión Europea con un valor inferior a 22 euros no pagaban ninguno. Y muchos vendedores chinos se limitaban a declarar valores menores para evitar abonar el IVA que sí era de aplicación a partir de ese importe. Hace tres años, la UE decidió exigir su pago en origen a todos los envíos. Pero hasta 150 euros aún no tienen que pagar derechos de aduanas o arancel alguno.
O sea, que ahora mismo una compra en las plataformas chinas incluye el IVA pero está libre de aranceles. Y los comerciantes locales afirman que esto destruye su negocio. «No puedo competir porque tengo unos costes muy superiores: tengo que abonar el alquiler de la tienda y sueldos que no tienen nada que ver con los chinos», comenta Marina Fernández, que regenta una tienda de iluminación en Bilbao. «Algunos critican que mucho de lo que nosotros vendemos también está hecho en China, pero no tienen en cuenta el trabajo que hacemos para asegurar la calidad del producto y el servicio al cliente posterior a la compra», se defiende.
No es la única que piensa así. El pasado mes de febrero, una asociación de fabricantes europeos de juguetes adquirió en Temu 19 piezas diferentes y las analizó a fondo: ninguna cumplía los estándares europeos, y 18 suponían un serio peligro para los niños. Algo similar sucede periódicamente con productos de sectores tan variados como la cosmética o los electrodomésticos. «Que no cumplan los requisitos no es solo un problema de calidad que reduce la vida útil de las cosas. Puede suponer también un peligro para la seguridad», añade Fernández, que, en su ámbito, destaca la posibilidad de provocar un cortocircuito. «Dos cosas pueden parecer iguales a la vista, pero ser completamente diferentes debajo de la carcasa», sentencia.
La Comisión Europea no tiene dudas al respecto: las plataformas chinas hacen competencia desleal. Y, por eso, según avanza el diario Financial Times, este verano propondrá la eliminación del mínimo de 150 euros para imponer derechos de aduana a todos los paquetes que procedan de fuera de la UE, no solo de China. Es una medida que ya se planteó en mayo del año pasado y que busca proteger a la industria local encareciendo los productos chinos. Lo mismo que ha hecho con los coches eléctricos del gigante asiático, que ahora cuestan hasta un 38,1% más por los aranceles que han entrado en vigor este mes.
Los números del negocio de las plataformas transfronterizas marean: la Comisión estima que el año pasado se adquirieron en la UE 2.300 millones de productos con un valor inferior a los 150 euros. El mayor porcentaje, un 20,5%, procedía de China. Algo similar sucede en Estados Unidos, donde plantean hacer exactamente lo mismo. Sobre todo porque, al otro lado del Atlántico, las reglas son todavía más favorables al comercio 'online' chino: todos los productos que cuesten menos de 800 dólares entran sin pagar impuesto alguno. Es lo que se conoce como norma 'de minimis', y el año pasado se beneficaron de ella más de mil millones de envíos -un 53% más que en 2022- con un valor estimado en 54.500 millones de dólares. En ocho años, el volumen de estas compras se ha multiplicado por 6,4.
Por si fuese poco, Washington asegura que este es también un coladero para todo tipo de productos ilegales. «No menos del 94% de todas las importaciones entran con la regla 'de minimis', y suponen el 90% de los narcóticos ilegales, productos agrícolas no autorizados y falsificaciones», afirma el presidente del Comité para la Competencia Estratégica, Mike Gallagher. «El uso del 'de minimis' está acelerando la exportación de empleos americanos -por su deslocalización- y propiciando que las empresas chinas que utilizan mano de obra forzada entre trabajadores uigures tengan carta blanca. No podemos esperar que las empresas americanas compitan con otras extranjeras que no pagan impuestos. Si el Congreso no toma cartas en el asunto, el comercio local tendrá que trasladar sus operaciones y empleos a China», argumentó, señalando que Shein y Temu -que representan el 30% de los envíos- pagan cero dólares de impuestos en Estados Unidos. El fin del 'de minimis' podría incrementar el precio de cada paquete entre 20 y 30 dólares, restando gran parte del atractivo a las compras 'online' desde el gigante asiático.
Es solo cuestión de tiempo que Occidente ponga barreras a estos negocios, que afectarán también al modelo utilizado a menudo por 'influencers' que venden productos que se producen y se envían directamente desde China, conocido como 'dropshipping'. Dependiendo de los impuestos que se impongan, el golpe puede ser sustancial. «Creo que hará subir los precios para los consumidores y que, por tanto, comprarán menos en general y en particular en esas platformas. Será bueno para la oferta local», vaticina Luis Galán, director de la consultoría especializada en comercio electrónico chino 2Open.
Celia Bernardo, fundadora de la marca de moda Celia B y defensora del 'slow fashion', también cree que el impacto puede ser «heavy», que Europa «va a recaudar un montón de dinero», y que «seguramente se ralentice la compra de 'fast fashion'». No obstante, esta diseñadora asturiana, que trabajó para grandes firmas chinas, vaticina que las plataformas se adaptarán «y acabarán abriendo centros logísticos como los de Amazon para evitar los impuestos de alguna forma».
Galán es de una opinión similar. «Supongo que recurrirán más a importaciones tradicionales, de empresa a empresa, para reducir el peso del comercio transfronterizo en su negocio. Eso aumenta sus riesgos y hará daño a la oferta china, pero propiciará más un cambio de modelo de negocio haciendo importación primero y luego venta, que de proveedores», analiza el consultor.
A esto hay que añadir la presión que ejercen los crecientes precios de la logística. Se han encarecido tanto el transporte marítimo como el aéreo y, aunque están lejos de los máximos que marcaron tras la pandemia, suponen un elemento que reduce la competitividad de los productos. «Las plataformas chinas han entrado haciendo 'dumping' con sus productos. Si no pierden dinero en la venta, lo hacen con las devoluciones. Lo cierto es que resultan artificialmente baratos, porque la estrategia es ganar cuota de mercado y aumentar después los precios, pero cualquier variación en el transporte, por ejemplo, puede hacer insostenible este modelo», comenta un empresario español afincado en Shanghái que pide mantenerse en el anonimato y que apoya los gravámenes.
No obstante, también hay quienes temen que los impuestos afecten a la población occidental con menos recursos, que ahora tiene a su disposición alternativas más económicas, y que se dispare la picaresca. Al fin y al cabo, los inspectores de Aduanas ya están completamente desbordados ahora, como para ponerse a hacer más chequeos. «Algunas empresas ofrecen declarar valores inferiores a los reales para no pagar impuestos. Esto puede conllevar la confiscación de la mercancía, costes añadidos e incluso una multa a la recepción del paquete», advierte la Aduana europea, que tendrá que incrementar sus recursos para que esta amenaza no quede en papel mojado.
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