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«Hoy por hoy no se dan» las condiciones para construir en Asturias la planta de reducción directa del mineral de hierro (DRI) que Arcelor había anunciado hace casi tres años, aseguró el presidente de la multinacional en España, el asturiano José ... Manuel Arias, en el acto con el que se dio inicio oficialmente a las obras del horno eléctrico de la acería de Gijón. No se dan en Asturias, pero lo cierto es que, de momento, tampoco se dan en otros países europeos, según un análisis de Rystad Energy, una empresa de investigación energética que elabora estudios para asesorar a las empresas en la toma de decisiones y que asegura que, en la actualidad, realizar el proceso integral del acero verde en Europa no es económicamente viable.
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El informe de esta consultora recuerda que uno de los sectores más «desafiantes» para abordar la descarbonización es, precisamente, el siderúrgico. «A pesar de los incentivos y exenciones fiscales diseñados para promover la producción de acero verde (utilizando electricidad sin emisiones de carbono), las acerías europeas se enfrentan a una lucha cuesta arriba», asegura el documento y considera que «la viabilidad económica a largo plazo del acero verde frente al acero gris (producido con combustibles fósiles) está en grave peligro».
El argumento que emplea es puramente económico y no tecnológico: los productos siderúrgicos respetuosos con el medio ambiente cuestan hasta 1.000 euros más por tonelada que la alternativa tradicional. Y este sobrecoste implica que, para cerrar la brecha, los impuestos sobre el acero sucio tendrían que rondar los 500 euros por tonelada de dióxido de carbono (CO2), un fuerte aumento con respecto a los derechos actuales. De media, en el último año, se han situado en alrededor de 70 euros.
¿Cuál es la alternativa que plantea, entonces, Rystad Energy? La que ha puesto sobre la mesa Arcelor: saltarse en Europa parte del proceso. Su análisis apunta que importar hierro de reducción directa producido ya con hidrógeno verde, pero en países con mejores recursos de energía renovable, como Australia u Omán, «podría ayudar a reducir los costes en Europa». Se trataría de evitar en el Viejo Continente parte de la producción de cabecera, la que tendría que ver con la planta de DRI –llamada a sustituir a los contaminantes hornos altos y los sínter–, pero que la producción se realizara mediante fuentes sostenibles, de forma que tampoco fuera gravada su importación por el Mecanismo de Ajuste en Frontera por Carbono (CBAM, por sus siglas en inglés), la especie de arancel ambiental que está implantando la Unión Europea para evitar la competencia desleal del acero sucio, más barato de producir.
«Cuando el DRI se fabrica en países con costes energéticos más bajos», insiste el documento de Rystad Energy, «el fabricante de acero puede lograr una solución más rentable que producir su propio DRI en Europa».
Sin embargo, no todo es tan sencillo como importar esos prerreducidos de hierro de otros territorios, ya que «la historia del comercio marítimo de DRI indica que podría ser una opción arriesgada para algunas regiones», apunta también el informe. A pesar de que el DRI se plantea como la gran opción verde para seguir produciendo acero virgen, es decir, que no sea reciclado desde chatarra, sino que proceda directamente del mineral de hierro, los volúmenes comerciales han disminuido en los últimos años.
Realmente, aunque este tipo de prerreducidos se esté poniendo ahora de moda, lleva años produciéndose, aunque con combustibles fósiles y, por tanto, con emisiones, no con hidrógeno verde. Sin embargo, explica Rystad Energy que la nacionalización de instalaciones de producción en Venezuela o el conflicto en Oriente Medio u otros que puedan ir apareciendo implican un riesgo para el abastecimiento de las acerías.
De hecho, prescindir de esta fase supone que las plantas siderúrgicas integrales como las asturianas, aquellas que pueden realizar todo el proceso de producción desde el mineral de hierro, dejen de ser autosuficientes y pasen a depender de terceros. «Si bien las siderúrgicas europeas podrían querer ser autosuficientes, las inversiones en este tipo de instalaciones dentro de la UE parecen haberse estancado temporalmente», apunta la consultora sobre los problemas que están teniendo las multinacionales para decidir afrontar este tipo de inversiones. De momento, Arcelor no ha dado luz verde definitiva a ninguna de las plantas de DRI que había anunciado en Europa, no solo a la asturiana, sino tampoco a las previstas en Alemania, Francia o Bélgica ante las dudas sobre su viabilidad económica.
Sin embargo, hay otro problema añadido para la importación de esos prerreducidos de hierro: son difíciles de transportar porque tienen características de autocombustión y explosión. El DRI tiene tendencia a aumentar de temperatura en contacto con oxígeno procedente del aire o del agua y, cuando la temperatura supera los 150 grados, comienza un proceso de autocalentamiento y da lugar a ese tipo de reacciones. En contacto con agua, dulce o salada, se forma hidrógeno, que en atmósferas confinadas puede dar lugar a una explosión. Por ello, tiene que transportarse y almacenarse en atmósferas inertizadas con nitrógeno.
Por eso, precisamente, compañías como Arcelor prefieren contar con una planta de producción de DRI caliente asociada al horno eléctrico híbrido, de forma que se minimicen los riesgos. Pero, para ello, insisten, la producción debe ser económicamente viable. «La industria del acero se encuentra en un momento crucial de la transición energética, luchando contra un impulso para descarbonizar con incertidumbre económica. Importar DRI de países con mejores recursos de energía renovable podría reducir el coste de la producción de acero verde, pero solo si los costes de transporte no superan los beneficios», argumenta Alistair Ramsay, vicepresidente especializado en la cadena de suministro en Rystad Energy.
«Los fabricantes de acero alemanes podrían importar DRI como briquetas de hierro en caliente (HBI) producido a partir de hidrógeno verde de Omán o Australia, si los menores costes del hidrógeno compensaran los altos de envío», ejemplifica. De momento, su informe muestra que actualmente es más rentable importar DRI de Omán que producirlo internamente en el país germano y que, aunque Australia tiene costes del hidrógeno verde más bajos, los logísticos impedirían que esta vía fuera rentable.
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