El director general de Eurofer, el alemán Axel Eggert, en las oficinas de la asociación, en Bruselas. E. C.

Axel Eggert - Director general de la Asociación Europea del Acero (Eurofer)

«España no puede permitirse perder su industria siderúrgica integral»

«Las plantas no se cerrarán por no poder descarbonizarse, sino más bien por la falta de condiciones para invertir en Europa»

Domingo, 18 de febrero 2024, 01:00

Desde hace una década, el alemán Axel Eggert es director de la Asociación Europea del Acero (Eurofer), en la que se integran empresas como ... Arcelor, Celsa, Tata Steel o Thyssen, pero también patronales nacionales, como la siderúrgica española Unesid. Su experiencia en ella, sin embargo, se remonta a 2007. Desde entonces, el sector ha vivido la Gran Recesión, la crisis del coronavirus o la escalada de costes energéticos y, sin embargo, nunca hasta ahora se había enfrentado a un desafío como el actual, una descarbonización que supone otra «revolución industrial» en la que las plantas corren el riesgo de desaparecer si no reciben un apoyo tan ambicioso como las políticas climáticas de la UE.

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–¿Cuál es el estado de salud de la siderurgia europea?

–En 2023 hubo la menor producción de acero bruto de la historia de la UE, alrededor de 128 millones de toneladas. Son menos aún que los 132 del año de la covid e incluso menos que los 129 de 2009, en la crisis financiera. Las perspectivas para 2024 no son optimistas: si bien se prevé que la demanda mejore moderadamente, persiste la incertidumbre por el alto precio de la energía, la inflación, los conflictos en Ucrania y Oriente Medio.... Y, pese a la baja demanda, las importaciones de terceros países siguen en niveles sin precedentes, con una cuota en el tercer trimestre que alcanzó el 27%.

–¿El sector corre el riesgo de desaparecer por la velocidad de la UE con su descarbonización?

–Existe ese riesgo, ya que nuestros competidores globales no tienen que descarbonizarse al mismo ritmo, ni incurrir en los mismos costes y pueden competir con precios más bajos. La industria siderúrgica de la UE debería convertirse en neutra en carbono para 2034, fecha en la que la asignación gratuita de derechos de emisión se terminará.

–¿Son realistas sus plazos?

–No son realistas e, inevitablemente, conducirán a cierres. La Comisión Europea ha propuesto un objetivo global de reducción de emisiones del 90% para 2040 que planteará desafíos similares a otros sectores y aumentará la presión sobre la industria incrementando los precios de la energía. Sin condiciones propicias y un crecimiento drástico de las inversiones verdes, ese objetivo corre el riesgo de seguir siendo abstracto y, al mismo tiempo, aumentar la probabilidad de desindustrialización de Europa.

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–La descarbonización no solo depende de la industria, también del desarrollo de renovables, redes eléctricas, del hidrógeno...

–Nosotros hemos trabajado durante varios años y estamos preparados para desarrollar 60 proyectos de acero con bajas emisiones de carbono a escala industrial por toda Europa para 2030. Pero todo lo demás se queda atrás, empezando por la disponibilidad de infraestructuras del hidrógeno y electricidad limpia en volúmenes apropiados y a precios competitivos.

–Muchos proyectos están teniendo problemas. ¿Qué porcentaje logrará desarrollarse?

–Es prematuro hacer esos cálculos, especialmente porque esta es otra revolución industrial, sin apenas precedentes en el último siglo. Lo que es evidente es la necesidad de una justificación comercial sólida y un terreno de juego equilibrado a nivel mundial. Esas condiciones aún no se dan. Nadie debería quedar atrás por no contar con condiciones de inversión más favorables, que van desde los costes de la energía hasta las ayudas de Estado.

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–¿Cuál es la principal dificultad?

–La principal es la falta de una política industrial integral en la UE que contemple la cadena de valor completa, que fomente la inversión en tecnologías limpias y, al mismo tiempo, racionalizar todas las políticas, desde la energía hasta el comercio, el medioambiente... Falta una justificación económica clara para invertir en los proyectos de descarbonización en Europa en comparación con países como Estados Unidos. Sobre el terreno, existen numerosos desafíos, empezando por garantizar el acceso al hidrógeno y la electricidad verdes a precios asequibles y también hay muchos obstáculos para obtener permisos. Los procedimientos para lograr financiación de la UE son complejos y no es sencillo obtener la aprobación de Bruselas para contar con ese apoyo público.

–¿Qué sucederá con las plantas que no afronten esa descarbonización?

–Las plantas no solo cerrarán porque no sean capaces de descarbonizarse, sino más bien por la falta de condiciones propicias en Europa para invertir en esa transición. Durante muchos años, junto con los sindicatos, hemos abogado por un Plan de Acción de la UE sobre el Acero Verde. Con medidas a retazos, probablemente produciremos menos, aunque más verde, pero esto beneficiará poco al planeta si la demanda restante se abastece con importaciones intensivas en carbono.

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–El plan verde para transformar la siderurgia asturiana está bloqueado. ¿Puede permitirse un país como España quedarse sin siderurgia integral?

–Cada planta siderúrgica en Europa es un activo estratégico y no debe descuidarse. El acero forma parte de la columna vertebral de la industria europea y es esencial en las cadenas de valor, tanto tradicionales como de tecnologías limpias. No podemos tener autonomía estratégica sin una industria siderúrgica sana. España no se puede permitirse perder su siderurgia integral.

–¿Son conscientes los gobiernos de esta importancia?

–La industria, en su conjunto, ha estado algo desatendida en Europa en los últimos años. La pandemia, los cambios geopolíticos debido a las tensiones entre China y Estados Unidos, la guerra de Rusia en Ucrania, el conflicto en Oriente Medio y la carrera mundial por las tecnologías limpias sirven como llamadas de atención para que los responsables políticos reconozcan la importancia estratégica de mantener una base industrial fuerte. Ahora más que nunca necesitamos resiliencia y no dependencia.

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–¿El arancel ambiental, el CBAM, impedirá las deslocalizaciones que pretende evitar?

–Es una medida sin precedentes que apoyamos. Su introducción es vital para evitar la fuga de carbono. Sin embargo, aborda solo una pequeña parte de los costes de descarbonización y solo atañe a las importaciones. Los riesgos de elusión son particularmente altos en un sector complejo como el del acero, con más de 350 códigos aduaneros, diferentes tecnologías de producción con huellas de carbono heterogéneas y flujos comerciales con muchos terceros países. La eficacia del CBAM aún está por demostrar. La vigilancia es imperiosa: la Unión Europea debe aún ultimar varias regulaciones para su implementación. Debemos asegurarnos de que se cierren todas las posibles lagunas.

–De momento, no contempla ningún elemento de corrección para las exportaciones...

–Esta es una de nuestras mayores preocupaciones. Hemos estado abogando por una solución para salvaguardar 20 millones de toneladas de exportaciones, que corren el riesgo de perder competitividad en los mercados mundiales. Ese peligro se revaluará a finales de este año y nuevamente en 2027. Esperamos que se aborde, porque sin una solución para las exportaciones corremos el riesgo de perder capacidad de producción y empleo.

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–La industria transformadora tendrá que competir a nivel global con acero más caro. ¿En qué posición se quedará?

–Europa ha decidido seguir adelante con ambiciosos objetivos de descarbonización. Esto tiene un precio y requiere medidas de equilibrio. Los sectores transformadores deben ser incentivados para que utilicen acero verde a través de la contratación pública y el alcance del CBAM debería ampliarse a estos sectores. Existe, igualmente, el riesgo de que acero verde barato y subsidiado de países como China inunde el mercado de la UE, de manera similar a las importaciones del que tiene alto contenido en carbono. No obstante, esto presentaría un riesgo extremo, como han demostrado los recientes acontecimientos geopolíticos y las perturbaciones de la cadena de suministro. Las cadenas de valor manufactureras europeas solo pueden fortalecerse con acero europeo.

«La UE debe estar a la altura de la ambición de su política climática»

–Países como EE UU con su Ley de Reducción de la Inflación están atrayendo inversiones, también otros como India o Brasil. ¿Hace Europa los deberes?

–Parece que hay un impulso reciente, altos funcionarios de la Comisión que, cada vez más, abogan por convertir el Pacto Verde Europeo en un pacto para la descarbonización industrial. Esperamos que el próximo ciclo político, tras las elecciones europeas, traduzca este cambio en una acción concreta. Europa no puede permitirse el lujo de tener una política climática ambiciosa sin políticas industriales, energéticas, comerciales y presupuestarias igual de ambiciosas.

–En Europa se han flexibilizado las ayudas de Estado y países con mayor potencia económica, como Francia y Alemania, están concediendo ayudas mayores. ¿Se está rompiendo el mercado único?

–Un plan para toda la industria siderúrgica de la UE, apoyado por los Estados Miembros, habría sido el enfoque correcto. Pero, como esto no ha sucedido, algunos países están avanzando con razón para asegurar sus activos económicos y estratégicos vitales. Esperamos que esto sirva de inspiración para otros. No obstante, garantizar la coordinación y oportunidades de financiación similares en toda la UE es vital. Debemos garantizar que la UE en su conjunto siga siendo una región atractiva para la inversión, al tiempo que se preserva el mercado único.

–Entonces, habría sido mejor un fondo común...

–Los fondos a nivel de la UE son el enfoque correcto y, en este ámbito, la UE debe estar a la altura de la ambición de su política climática con recursos financieros también ambiciosos, pero no todo es cuestión de fondos. Hay más medidas efectivas que apoyan la igualdad de condiciones en los mercados internos y externos, como adoptar medidas comerciales que protejan a quienes descarbonizan de aquellos que no lo hacen para evitar vernos inundados de importaciones al mismo tiempo que preservamos nuestras exportaciones. Preservar la integridad del mercado único garantizando la igualdad de condiciones frente a terceros debería ser siempre la prioridad.

–Hay más apoyos para la construcción de plantas que para su operación, ¿qué ayuda financiera necesitan los proyectos?

–Siempre hemos sido muy claros sobre la magnitud del desafío al que se enfrenta y sector y las implicaciones financieras para las empresas. Estimamos que los 60 proyectos planificados necesiten 31.000 millones en gastos de capital y 54.000 en gastos operativos, un total de 85.000 millones de euros. Por eso pedimos a la UE que proporcione un argumento económico claro similar a lo que se ve en EE UU.

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