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El ministro de Industria, Jordi Hereu, insta ahora a sumar esfuerzos para conseguir que la fábrica de Arcelor en Avilés cuente con un horno híbrido de arco eléctrico como el que se está construyendo en Gijón, después de que la siderúrgica anunciara ... el pasado martes, como adelantó EL COMERCIO, su intención de paralizar las inversiones de plantas de reducción directa del mineral de hierro (DRI) en Europa y, por tanto, en Asturias. «Ahora nos tenemos que centrar en electrificar los dos grandes procesos de las dos acerías, ahí hay mucho que hacer para consolidar el ciclo integral», apuntó el ministro en declaraciones a la SER.
Según Hereu, con la electrificación de las acerías de Gijón y Avilés «habremos dado un gran salto adelante que después dará mucha más fuerza para enfrentarnos al proceso de transformación del DRI». El Gobierno de España y la familia Mittal, máxima accionista de Arcelor, firmaron en 2022 un memorando en el que se dejaba abierta la posibilidad de que Avilés contará con una acería eléctrica, pero, hasta el momento, no se han conocido avances en esta negociación.
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El Ejecutivo central insiste en que está «firmemente comprometido con el mantenimiento del ciclo integral del acero en nuestro país», como recordó el martes tras conocer la decisión de Arcelor de aplazar las inversiones en las plantas de DRI. De hecho, remarcó que la materialización de estas instalaciones es «una inversión estratégica para España y el Gobierno está comprometido en que salga adelante, ya sea con ArcelorMittal o con terceros».
Pero ahora el Ministerio de Industria pone el foco en conseguir un segundo horno eléctrico para modernizar la acería de Avilés como prioridad. Su argumento es que será más fácil conseguir la instalación de una planta de DRI si son dos los equipamientos que tiene que abastecer, tanto para convencer a Arcelor de que dé el visto bueno a esta inversión como para llevarla a cabo con otras empresas. La intención de la siderúrgica es conservar el horno alto 'A' operativo hasta que la acería de Gijón entre en funcionamiento, lo que sucederá en 2026 si se cumple el calendario establecido inicialmente. De este modo, se mantendría la capacidad productiva, que asciende a 4,8 millones de toneladas con los dos hornos altos a pleno rendimiento.
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Mientras que estas instalaciones comenzaron a construirse el pasado mayo, las de Avilés son un proyecto, pero no hay nada firmado todavía. En el inicio de las obras de la acería de Gijón, el pasado mayo, el entonces presidente de Arcelor en España, el asturiano José Manuel Arias, señaló que «hoy por hoy no se dan» las condiciones para la planta de DRI, pero recalcó que el primer paso del plan de descarbonización y el más relevante es que las acerías estén electrificadas, de forma que puedan utilizarse prerreducidos de hierro o incluso arrabio. Es más, Arias incidió en que no hay un plazo determinado para tomar una decisión definitiva sobre la DRI porque «lo importante es electrificar las acerías».
En cualquier caso, sin las instalaciones que sustituirán al horno alto 'A' y el sínter 'B' –la empresa tiene el compromiso de desactivarlo el 31 de diciembre de 2025–, las factorías asturianas perderán gran parte de su cabecera. Si Arcelor quiere que las acerías funcionen con prerreducidos de hierro, será necesario importarlo y, por tanto, el proceso productivo se encarecerá. Incluso con la consecución del plan verde completo, el recorte de la capacidad se cifró en 1,2 millones de toneladas y en casi mil empleos, un 20% del total.
Como la acería eléctrica de Avilés es solo, al menos de momento, un proyecto que se negocia, se desconoce qué capacidad tendría. No obstante, hay que tener en cuenta que la vida útil del horno alto 'B' acabará en 2030, aunque podría extenderse. El problema es que en 2026 se empezarán a eliminar los derechos de CO2 gratuitos, con lo que se penalizarán más las emisiones y, como consecuencia, producir con hornos altos se encarecerá.
El transporte es uno de los sectores más afectados por el frenazo de Arcelor a la inversión de la planta de reducción directa del mineral de hierro (DRI), según el informe difundido el miércoles por REGIOlab, el Laboratorio de Análisis Económico Regional de la Universidad de Oviedo. No en vano, la siderúrgica es el mayor cliente del sector en Asturias, como reconocen las propias patronales. Supone el movimiento de alrededor de 70.000 camiones, 1,7 millones de toneladas –tanto en transportes externos como internos en las propias factorías– y una facturación de 30 millones anuales. En total, implica, al menos, al 20% del negocio del transporte por carretera de la región. De ahí que la preocupación entre empresas y trabajadores sea enorme.
El presidente de la Asociación de Empresarios del Transporte, Logística, Aparcamientos y Actividades Afines de Asturias (Asetra), Ovidio de la Roza, ya advirtió a principios de este año de que se venía percibiendo una «espectacular bajada» de los servicios contratados por proveedores y clientes habituales de Arcelor. Y esta misma semana concretó que la caída de la demanda en este ejercicio que está punto de terminar se ha desplomado más de un 20%. Hizo hincapié en que no contar con la planta de DRI –«la crónica de una muerte anunciada»– supondría un «impacto brutal en todos los términos», ya que se perdería la siderurgia integral. «Ojalá se pueda revertir esa decisión, aunque lo veo complicado, porque es un problema muy serio para toda Asturias», subrayó el presidente de Asetra, quien también lamentó la incertidumbre sobre la acería eléctrica para Avilés –como la que se está construyendo en Gijón–, que negocian la multinacional y el Gobierno de España.
Según un informe difundido por Asetra en febrero, la caída de los tráficos vinculados a la siderurgia se cifró en un 14,3% en 2023 respecto a 2022 por la «espectacular bajada» de los transportes contratados por proveedores y clientes habituales de Arcelor en la comunidad. De este modo, la reducción de la actividad de la multinacional de la familia Mittal por la debilidad del mercado y la entrada de exportaciones lastra al conjunto de la industria asturiana, cuyos tráficos descendieron un 4,9% el pasado ejercicio.
Así las cosas, De la Roza instó a los gobiernos regional y estatal a «ponerse las pilas» para que Arcelor cumpla con las inversiones previstas en su plan de descarbonización en Asturias. «Hasta ahora, evidentemente, no se las han puesto», apuntó, al tiempo que lamentó que solo ha habido «frases sueltas» por parte de las administraciones.
También el presidente de Cesintra, Alejandro García Monjardín, destacó la enorme influencia de Arcelor en el transporte por carretera asturiano. Incluso se percibe en el negocio «cuando paran instalaciones unos días por falta de clientes», como ha ocurrido recientemente con el tren de alambrón, uno de los productos más afectados por las importaciones de acero 'sucio' procedente de países que están fuera de la Unión Europea. Si finalmente no se construye la planta de DRI tras el aplazamiento de la misma –y las del resto de Europa–, como adelantó el pasado martes EL COMERCIO, «va a tener una repercusión grande en el transporte, causará mucho perjuicio en el sector y en general».
La importancia de las instalaciones que ejercerían, en cierta forma, el papel de un horno alto y un sínter es mayúscula para el transporte de mercancías, y el global de la economía asturiana, porque «permitiría tener un futuro» a la siderurgia al asegurar su carácter integral. Sin la planta de DRI, se acabaría perdiendo la cabecera y habría que importar los prerreducidos de hierro para alimentar la nueva acería de Gijón, lo que encarecería la producción.
Incluso con este equipamiento y el horno híbrido, el descenso de la capacidad productiva rondaría los 1,2 millones de toneladas anuales, lo que repercutirá tanto en el empleo directo de la siderúrgica como en el indirecto, en el que el transporte tiene un papel protagonista. «Nos preocupa porque Arcelor es el principal agente económico y productivo que tenemos aquí en Asturias y que se reduzca la inversión del plan de descarbonización va a tener un impacto muy negativo», incidió García Monjardín.
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