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NOELIA A. ERAUSQUIN
GIJÓN.
Sábado, 11 de mayo 2019, 04:31
Arcelor lleva meses con advertencias sobre las dificultades que afectan al sector del acero en Europa, unos problemas que ayer cambiaron de protagonista y se trasladaron del gigante metalúrgico con sede en Luxemburgo a otro coloso industrial, el alemán ThyssenKrupp. El grupo germano anunció a la vez el fracaso de la fusión de sus actividades siderúrgicas con la india Tata Steel, ante las exigencias de desinversiones de la Unión Europea, y su «nuevo programa» de reestructuración, que «incluye la supresión de 6.000 empleos», 4.000 de ellos en Alemania y el resto en el extranjero. Parte del ajuste podría recaer en España, aunque todo apunta a que no tendrá incidencia en la línea de 'Elevator', con instalaciones en Asturias y unos 900 trabajadores entre sus factorías de Mieres y el centro de I+D+i de Gijón.
Aunque fuentes de la empresa apuntan a que es demasiado pronto para saber qué plantas sufrirán los recortes de personal, la división en la que se integra la actividad del Principado es la que mejores resultados está dando al grupo y con casi toda probabilidad quedará al margen del ajuste. No obstante, sí podría sufrir alguna reestructuración, porque con el fracaso de la fusión con Tata, Thyssen también desiste de dividir la multinacional en dos como tenía previsto, por un lado la parte de materiales, que englobaría el negocio del acero, rodamientos, forja y sistemas marítimos, y por otro, la de soluciones industriales y bienes de equipo, en la que encajarían las instalaciones asturianas, en las que se fabrican escaleras mecánicas y pasillos rodantes, además de pasarelas de embarque y soluciones aeroportuarias, junto con el área de componentes del automóvil y soluciones industriales. Ahora, sin embargo, la multinacional apuesta por segregar únicamente el negocio de 'Elevator', en el que están sus actividades asturianas, y sacarlo a Bolsa.
Accionistas del grupo, como Elliot (con presencia también en EdP) y Cevian llevaban tiempo presionando para que esta actividad pudiera seguir en solitario, ya que consideran que tendrá una mejor progresión y su éxito no quedará diluido en los resultados de la multinacional.
El nuevo plan de reestructuración llega después de que la Comisión Europea exigiera a Tata y Thyssen mayores desinversiones para autorizar su fusión, como ya lo hizo con Arcelor para comprar Ilva. La compañía de Lakshmi Mittal aceptó vender a Liberty House sus factorías de Piombino (Italia), Galati (Rumanía), Skopje (Macedonia), Ostrava (República Checa), Dudelange (Luxemburgo) y varias líneas de Lieja (Bélgica), pero Thyssen y Tata no están dispuestas a hacer más concesiones y, aunque todavía no se ha tomado ninguna decisión oficial, la compañía alemana estima que la alianza no será aprobada.
El portavoz de Competencia de la Comisión Europea, Ricardo Cardoso, aseguró, simplemente, que la investigación sigue en marcha y que el plazo provisional que tiene su departamento para tomar una decisión es el 17 de junio. «Tenemos hasta esa fecha para hacer pública nuestra posición sobre la fusión», afirmó, aunque las dos empresas dan por fracasada su unión.
«Más compromisos o mejoras (en la oferta) afectarían negativamente a las sinergias que se pretendían con la fusión hasta el punto de que la lógica de la 'joint venture' ya no sería válida», afirmó ThyssenKrupp, que considera también que «la desaceleración económica y sus efectos en el desarrollo empresarial y el entorno actual del mercado de capitales» impiden llevar a cabo la separación en dos de su negocio, que iba a ser efectiva el 1 de octubre.
La fusión frustrada de Thyssen con Tata iba a ser el mayor acuerdo de estas características en el sector metalúrgico europeo en más de una década. De hecho, el precedente anterior era la compra de Arcelor por parte de Mittal en 2006. La nueva alianza nacía con una plantilla conjunta de 48.000 trabajadores y una cifra de negocio combinada de unos 15.000 millones de euros al año.
El inversor sueco Cevian había criticado duramente el plan de fusión con Tata y la deriva que estaba teniendo el negocio de Thyssen y había llamado a su reestructuración, mientras que Elliot Management, dirigido por el millonario Paul Singer, también había exigido cambios de calado, que ahora parecen llegar. «Construimos un nuevo Thyssenkrupp (...) Vamos a cambiar muchas cosas, y no será un camino fácil», aseguró ayer el presidente de la multinacional, Guido Kerkhoff.
De los 6.000 empleos que suprimirá Thyssen, aproximadamente un tercio corresponderá al sector siderúrgico. La preocupación se cierne así sobre factorías como la de Galmed, en Sagunto, que Thyssen adquirió en 2003, precisamente, después de que la Comisión obligara a venderla para aprobar la fusión de Arbed, Usinor y Aceralia.
Los vientos no soplan a favor de Thyssen, que también tiene que hacer cambios en sus previsiones y sus cuentas. En el tercer trimestre, la multinacional reintegrará a Steel Europe, la división del acero que ya había unido a Tata, a la espera de la aprobación de la Comisión Europea. Esto conducirá a un ajuste hasta ahora inesperado. De hecho, ya prevé cerrar el año con pérdidas netas y con un flujo de caja negativo en «varios cientos de millones de euros». En los próximos resultados también se incluirá una provisión de 100 millones de euros para hacer frente a posibles multas derivadas de una investigación en Alemania por haber pactado precios con rivales para los productos planos y chapas de aceros al carbono.
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