Desde algo pequeño como la cucharilla para revolver el café hasta un colosal puente atirantado. Puede decirse que el acero está presente en todas partes, en las que saltan a la vista y también en otras más escondidas, como el alambrón que se emplea en los neumáticos y que, sin ir más lejos, sale de la fábrica de Arcelor en Gijón. Las excepcionales cualidades del acero –duro y resistente, pero maleable al mismo tiempo– han llevado a su utilización en infinidad de sectores, de ahí que su descarbonización sea clave para la economía. Reducir la huella de carbono de la siderurgia –que es elevada por las características de las materias primas utilizadas y los sistemas de producción– provocaría un efecto dominó en toda la industria, sobre todo, pero también en otras actividades.
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Una de los que más claramente se beneficiará de la expansión del acero verde es la construcción, ya que es el principal consumidor, al aglutinar un 35,5%del total en el Viejo Continente (4,44 millones de toneladas métricas mensuales), como recoge el último balance realizado por la patronal siderúrgica europea (Eurofer), con datos de 2023. La operación y construcción de edificios genera un 38% de todas las emisiones de CO2 relacionadas con la energía, según datos del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, de ahí la importancia de avanzar en materiales y técnicas de construcción más sostenibles.
En este terreno, el acero tiene un papel protagonista, ya que los avances logrados permiten un mejor rendimiento ambiental de las construcciones. Más aún si se tiene en cuenta que potenciar la eficiencia de los edificios es uno de los ejes de la transición ecológica diseñada por la UniónEuropea. A esto se suma la previsión –de la ONU– de que la población mundial aumente en 2.000 millones de personas en los próximos 30 años, hasta los 9.700 millones en 2050, lo que conllevará un incremento de las necesidades residenciales y de infraestructuras. Reducir el consumo de recursos y las emisiones, mientras se logra mantener su competitividad, cobra una especial relevancia.
Hay que destacar el impulso que Europa quiere darle al ferrocarril, lo que aumentará la demanda de carril, otro de los productos que se fabrica en Gijón y que ganará en calidad y sostenibilidad una vez que se ponga en marcha el horno híbrido de arco eléctrico que ha comenzado a construirse en la acería y que supone el primer proyecto descarbonizador puesto en marcha por Arcelor en Europa.
11,4 millones de toneladas
de acero bruto se produjeron en España durante el pasado año, un 1,2% menos interanual, según el balance de Unesid.
1,2% se incrementó
la demanda de acero en el país en 2023, hasta los 12,6 millones de toneladas, con un ascenso del segmento de largos (+4,3%).
21.871 personas
trabajan en la industria siderúrgica nacional y en el sector de primera transformación, un 3,3% más que en 2022.
El otro gran sector que más se verá impulsado por la proliferación del acero con bajas emisiones es la industria automovilística y, por tanto, el transporte. El motivo es que los productos siderúrgicos están presentes en más de la mitad de un coche. De acuerdo con los datos de la Organización Internacional de Constructores de Automóviles (OICA), un vehículo de motor puede utilizar de media hasta 900 kilogramos de acero. El grueso se concentra en la estructura de la carrocería, paneles y puertas, lo que dota al vehículo de resistencia y permite la absorción de energía en caso de accidente. El tren motriz y la suspensión, así como las ruedas, el depósito de combustible, los sistemas de dirección y los frenos también incorporan productos salidos de la siderurgia. Entre las ventajas que ofrece destacan la durabilidad, seguridad y versatilidad para diseñar cada modelo.
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El peso del 'ladrillo' y la industria del automóvil es tal para la siderurgia que, en su último Informe de Sostenibilidad, Arcelor señala que las plantas españolas «siguen muy pendientes de la evolución del sector automovilístico y la reactivación de la construcción». De hecho, la actividad de sus fábricas en este país «estará condicionada» a la producción de la industria nacional de automoción, que, aunque continúa un 13% por debajo del nivel prepandemia, creció un 10,4% en 2023. La previsión inicial era que siguiera mejorando sus niveles de ventas este año, pero la caída de la demanda se está dejando notar con fuerza. Por otro lado, el informe apunta que la construcción atravesará dificultades a lo largo del ejercicio y, «con márgenes comerciales reducidos y condiciones crediticias adversas, se espera que crezca a un ritmo modesto del 1,4%».
Si bien el acero es vital para la descarbonización de ambos sectores, también los es para la energía. El despliegue de renovables necesario para alcanzar los objetivos de la transición ecológica ha elevado la demanda de componentes para la eólica y la fotovoltaica, y la previsión es que aumente en los próximo años. Piezas que requieren de una gran resistencia a la corrosión y que se benefician de los aceros más innovadores, como el Magnelis que produce Arcelor enAvilés, que está recubierto por ambos lados con una aleación de zinc, aluminio y magnesio.
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La industria alimentaria –utiliza envases de hojalata, que también se produce en Avilés– y la construcción naval –que Asturias lidera en el ámbito nacional– son otros de los muchos sectores en los que tendrá un impacto positivo que logre ejecutarse la descarbonización de la siderurgia. Las ventajas son múltiples, pero los problemas que acarrea esa transición también. El más complicado de atajar en España es el precio de la energía. Según el barómetro elaborado por la Asociación de Empresas con Gran Consumo de Energía (Aege) correspondiente al mes de agosto, la factura por el consumo de electricidad para las electrointensivas en este país es 2,8 veces el coste que tienen en Francia y 1,8 el de Alemania.
La gran industria hace frente a unos gastos por los servicios de ajuste del sistema que no tienen que asumir sus rivales europeos, lo que amplía la brecha competitiva en más de 12 euros/MWh, cuantifica esta entidad. Además, recuerda Aege que las compensaciones por CO2 indirecto que obtienen las industrias electrointensivas en Francia y Alemania son muy superiores a las que reciben las españolas, que están limitadas por la indisponibilidad presupuestaria. Dado que la electricidad se utiliza para realizar la electrólisis del agua y conseguir así hidrógeno, los precios elevados de la misma condicionan el desarrollo de este vector energético que es una pieza clave para la descarbonización. De ahí que la siderurgia reclame tarifas estables y competitivas, así como una regulación sólida que despeje las piedras del camino para lograr así que la industria del acero sea más sostenible.
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A esto se suma la creciente importación europea de productos procedentes de países que no se rigen por las mismas reglas del juego, ya que no tienen que hacer frente a las estrictas normas ambientales que impone la UniónEuropea y que encarecen la producción. La competencia de China, sobre todo, en este mercado resulta insostenible para los productores del Viejo Continente. Además, la siderurgia del gigante asiático padece ahora los efectos de una crisis inmobiliaria, lo que ha provocado la caída del precio del mineral de hierro, que en agosto alcanzó su nivel más bajo desde 2022.
Hasta que el Mecanismo de Ajuste en Frontera por Carbono no se encuentre plenamente operativo, la llegada de acero 'sucio' seguirá perjudicando al nacional e incluso se duda de su eficacia entonces. En relación con este, también existe preocupación en el sector por la retirada progresiva de la asignación gratuita de derechos de emisión de CO2 a partir de 2026, que supondrá costes adicionales.
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La Agencia Internacional de la Energía (AIE) calcula que, en 2030, el 37% del acero se producirá a partir de chatarra, frente al 24% en 2020. Una cifra que previsiblemente aumentará hasta el 50% en 2050 y más aún en el siguiente medio siglo. Por delante quedan varias décadas en las que la producción de acero primario seguirá siendo esencial, mientras se instaura completamente la economía circular, que pasará por reutilizar, remanufacturar y reciclar las piezas. «Como material permanente que puede reciclarse una y otra vez sin perder sus propiedades, el acero es fundamental para la economía circular», señala la asociación World Steel. Para la sociedad, los beneficios de este nuevo modelo de negocio incluyen «productos duraderos, empleos locales, reducción de emisiones y conservación de materias primas para las generaciones futuras».
Desde 1900, la industria siderúrgica mundial ha reciclado más de 25.000 millones de toneladas de acero y producir una tonelada hoy requiere solo el 40% de la energía que se necesitaba en 1960. Cifras que aporta World Steel y evidencian la reducción de materiales y emisiones que posibilita el sector. En cuanto a la reutilización, la durabilidad del acero permite que numerosos productos se vuelvan a usar al final de su vida útil. Las vías del tren de alta velocidad, por ejemplo, pueden diseñarse de modo que, una vez que se hayan desgastado hasta cierto punto y ya no se puedan utilizar en estas líneas, sean aptas para trazados de baja velocidad. Respecto a la remanufactura, aprovecha la durabilidad de los componentes de acero, ya que solo se reemplazan o reacondicionan aquellos defectuosos o desgastados, que pueden diseñarse para facilitar su desmontaje y refabricación.
La cuarta pata de la economía circular es el reciclaje. El acero reciclado mantiene las propiedades inherentes del original, por lo que garantiza la viabilidad económica de este proceso. En 2021 se reciclaron alrededor de 680 millones de toneladas en el mundo, lo que evitó más de 1.000 millones de toneladas de emisiones de CO2.
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