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Dicen que a río revuelto, ganancia de pescadores. Y algo así ha sucedido con Duro Felguera en los últimos años. Muchas empresas del sector ... han buscado en su plantilla el talento que necesitaban. Y lo han encontrado. La fuga de personal ha sido constante en los últimos seis años, en los que el grupo lleva sumido en una profunda crisis. De hecho, entre 2016 y 2021, perdió más de la mitad de su plantilla sin necesidad de ningún despido colectivo, como el que ha anunciado esta semana.
Según las memorias de la empresa remitidas a la Comisión Nacional del Mercado de Valores, se ha pasado de un promedio de 2.349 empleados en el año 2016 a 1.067 en 2021. Se trata de una merma que ronda los 1.300 trabajadores.
La mayoría de empleados ha abandonado por voluntad propia la empresa ante la crítica situación en la que se encuentra. No ha habido grandes olas de despidos que hubieran requerido de un proceso como el que la compañía ha anunciado esta semana para cuatro de sus sociedades, que emplean a 600 personas, aunque sí los ha habido puntuales. Como ejemplo, en 2021 fueron 8, en 2020 la cifra llegó a 15, 19 en 2019 y 38 en 2018. Las salidas fueron muchas más, cada año por encima del centenar, con especial incidencia en 2018, cuando se perdieron 439 trabajadores, prácticamente el 20% del total, y 2020, con una merma de 373, que llegaba al 24% de una ya reducida plantilla.
Vivir siempre al borde del precipicio hizo que muchos optaran por buscar otro empleo. En algunos casos, fueron distintas compañías las que les contactaron para captarlos; también hay que añadir la circunstancia de que parte del personal de la sede de Madrid, no aceptó su traslado colectivo a Asturias cuando se cerraron las oficinas de la capital en busca de ahorro. En toda esta caída de personal hay que contemplar, asimismo, la finalización de contratos temporales o por obra, que no fueron renovados, incluso las subrogaciones registradas en algunos servicios.
Lo cierto es que ha sido un periodo muy convulso para una compañía centenaria y que ha vivido a lo largo de sus 164 años de historia vaivenes de todo tipo. Esta crisis estalló en 2016. Hasta entonces, la compañía parecía haber capeado el temporal de la Gran Recesión con solvencia. Sin embargo, hace seis años trascendieron los problemas. Las cuentas arrojaban beneficios, pero los impagos, los sobrecostes y avales ejecutados, que afectaban a sus proyectos más ambiciosos, los de Venezuela, Argentina y Australia, no vaticinaban nada bueno. Las facturas vencidas y sin cobrar o las garantías ejecutadas en estas obras dispararon la deuda. Este deterioro llevó a la dirección a intentar negociar la reestructuración de los créditos y a encontrar liquidez vendiendo parte de sus activos.
2017 fue un año aún más tenso. El presidente de Duro, Ángel Antonio del Valle, fue empujado a abandonar el cargo debido a la agónica situación. Mientras, se seguía negociando con la banca acreedora cómo reactivar la compañía y ya se empezaba a buscar un socio industrial que le aportara solvencia. En el puesto le sucedió Acacio Rodríguez con el objetivo de llevar a Duro a buen puerto. No pudo. Hubo posibles inversores. Se habló de Elecnor, Acciona o Bybrook. Nada fructificó. Yse sumaron problemas judiciales por presuntos sobornos en Venezuela y con Hacienda, que reclama 122 millones en un litigio que aún dura por una inspección sobre el Impuesto de Sociedades de los ejercicios 2010-2012 y las rentas obtenidas por la UTE Termocentro, en Venezuela.
En 2018, la ingeniería asturiana ya está al borde de la quiebra, aunque logra salvarse con una reestructuración de su deuda y una ampliación de capital que transformó su accionariado. La banca acepta una reducción del pasivo de 233 millones de euros, pasando de 318 a 85 millones. Los bancos se comprometían a liberar una nueva línea de avales de hasta 100 millones de euros, algo que nunca llegó por su desconfianza.
Durante todo el proceso se produjeron cambios importantes en el consejo, con la salida de Ángel Antonio del Valle, que había dejado de ser presidente el año anterior, y que estuvo a punto de boicotear los planes de la dirección para salvar la firma. Le llegaron a demandar por administración desleal y apropiación indebida.
A finales de julio, Duro Felguera cubría con éxito la ampliación de capital, al lograr 130,4 millones para evitar el concurso, pero la falta de financiación siguió lastrando la cartera de negocio y una auditoría destapó desviaciones en costes y deterioros adicionales en proyectos por 38 millones. Para encauzar la situación, los nuevos accionistas impulsaron el nombramiento del antiguo número dos de Sacyr José María Orihuela como nuevo consejero delegado, una figura perdida en 2011. Tampoco pudo dar la ansiada estabilidad. La compañía planteó un plan estratégico para reinventarse, con su entrada en el sector de las renovables y el foco puesto en el negocio tradicional de servicios. Pero el lastre de la mala gestión anterior era demasiado pesado.
La nueva cúpula directiva detectó deterioros por 153 millones y los contratos no acabaron de llegar, en gran parte, porque la empresa no podía optar a muchas adjudicaciones al carecer de músculo financiero. La búsqueda del inversor y nuevas negociaciones con la banca para lograr que esta liberara avales marcaron el ejercicio. También desinversiones, como la venta de edificios e, incluso, filiales, una senda que ya había emprendido el año anterior.
2020, el año que iba a ser el de la recuperación, se convirtió en el de la pandemia. La falta de financiación y la covid ahogaron al grupo, que pidió en agosto el rescate a la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales por 100 millones de euros, dentro de un fondo creado por el Gobierno central para apoyar a empresas estratégicas que estuvieran en crisis por el impacto del coronavirus. Ante la falta de respuesta, y con una situación aún más deteriorada, en diciembre aumentó la petición en 20 millones. La ayuda no llegó hasta bien entrado 2021.
Esta vez sí, parecía que Duro lograba las armas para encarar la recta de la recuperación. La compañía gijonesa recibía en varias fases los 120 millones de euros del Fondo de Apoyo a la Solvencia de Empresas Estratégicas. En la primera etapa, en mayo del año pasado, recibió dos préstamos de 40 millones de euros. A mediados de diciembre, la SEPI aprobó la modificación de su plan de viabilidad y autorizó la aportación de 80 millones más. A ellos se sumaron seis millones del Principado, que supeditó su apoyo al mantenimiento del empleo y de la actividad, algo que ahora se desmorona. Duro seguía viva gracias a la inyección económica pública, la refinanciación de la deuda y una nueva línea de avales.
Pero los contratos otra vez no acaban de fluir. La guerra de Ucrania ha ralentizado las decisiones de inversión, alega la compañía. Y, pese a todo, confía en poder cumplir los objetivos de contratación y salvar de nuevo el bache, convertido en precipicio. Sin embargo, debe hacerse con menos personal, defienden fuentes de la empresa, que creen que la plantilla está sobredimensionada.
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