Pablo Lorenzana

Los asturianos se aprietan el cinturón y reducen el consumo de productos básicos

Los comerciantes intentan navegar entre dos aguas: salvarse como puedan y que sus clientes sufran lo menos posible el impacto de la inflación

Domingo, 21 de agosto 2022

La venta de alimentos básicos se desploma. Según datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, este descenso llega hasta un 8,6% en volumen en el último año al cierre de junio respecto al mismo periodo del ejercicio anterior. El notable encarecimiento de ... los precios (los alimentos subieron el pasado mes de julio un 13,5%, el mayor incremento desde 1994) está provocando una contracción del consumo, que afecta ya a toda la cesta. Así, las compras de pescado disminuyeron un 13,8%; las de carne, un 12%; las de hortalizas, un 13,1%; las de aceite, un 11,6%; las de huevos, un 10,7%; y las de fruta fresca hasta un 10,5%.

Publicidad

Se compra menos pan, «para que no sobre y no haya que tirar» e incluso se ha incrementado la adquisición de barras de menor tamaño. Y las carnes y pescados que se llevan en la cesta de la compra son más modestos que en ocasiones anteriores. Se dice casi adiós a especies tan apreciadas como besugo o virrey y se vuelve a las de siempre, más asequibles, como sardinas y merluza. Lo cuentan comerciantes asturianos que intentan navegar entre dos aguas: salvarse como puedan y que sus clientes sufran lo menos posible los embates de la inflación.

Los hermanos José y Abel Santiago, de cafetería Alameda, no pierden la sonrisa. juan carlos tuero

«El cliente que antes pedía una caña ahora se toma un corto»

En los 36 años que llevan regentando los hermanos Santiago (José y Abel) la Cafetería Restaurante Alameda han vivido épocas de inestabilidad. Por su local, con una clientela muy fiel, han pasado generaciones en circunstancias muy variadas, pero los momentos actuales han modificado los hábitos de consumo. Quien antes pedía una cerveza ahora opta por un corto. Y los que pedían un vino bueno, ahora se decantan por uno de la casa. Además, se ha reducido el número de consumiciones: la ronda de tres vinos se queda en uno. Los menús del día no se han visto resentidos, ya que los precios siguen sin incrementarse, «porque entendemos que los clientes están pasándolo mal», pero las copas de la noche, es decir, los extras, prácticamente han desaparecido. «A las once servíamos las últimas rondas y ahora a las ocho y media, se acabó».El sector está muy «castigado». Los consumidores «valoran el esfuerzo que haces, y el trato familiar que ofreces, pero ellos tampoco llegan a más. Esto va a durar. Vamos a tardar en salir».

Carne picada y pollo

Dicen los carniceros que el pollo y la carne picada ganan adeptos desplazando a los chuletones. Se aprecia la calidad, pero no se puede pagar. Y los vinos buenos quedan para ocasiones muy determinadas y son sustituidos, cotidianamente, por caldos de la casa la mayor parte de las veces.

Conchi López, de peluquería Conloa, en plena tarea, cree que hay que resistir «como se pueda».

«Quiero vivir el momento, pero ¿hasta cuándo? Eso no lo sé»

Huyendo del pesimismo, Conchi López, propietaria de la peluquería Conloa, cree que «hay que resistir», y hacer cábalas sobre lo que va a pasar no lleva a ninguna parte. «Me adaptaré a lo que diga la situación. ¿Hasta cuándo podré seguir? No lo sé». Más de tres décadas después de iniciarse en este oficio, reconoce que las ventas cayeron, aunque la gente mayor sigue, más o menos, con sus rutinas aquí, pero se nota la menor presencia de los jóvenes. Remando contra las dificultades, no ha subido los precios desde la pandemia y sí ha incrementado el sueldo de los empleados, «aunque a mí me han subido la luz y los productos». Siguen los cortes y peinados, a un ritmo similar, pero baja lo relacionado con el cuidado: tratamientos específicos, ventas de artículos vinculados con la caída del pelo, champús e incluso de tintes y hay menos demanda para maquillarse. «Subió el trabajo físico y bajó el de servicios esenciales. Estoy en el punto en el que creo que hay que esperar a ver cómo discurren los acontecimientos y seguir adelante».

En hostelería, «los extras» han ido casi desapareciendo en todo este tiempo en el que la inflación está haciendo mella en los negocios y en las unidades familiares. Así, la ingesta de copas se ha visto reducida a la mínima expresión.

Comercios de ropa, calzado y complementos adelantan rebajas y ofertas a la espera de cubrir gastos y evitar bajar la persiana de forma definitiva. Los comercios de barrio sufren especialmente estos momentos, pero también aseguran sus responsables que entienden que «la clientela lo pasa muy mal» y no quieren crearles más incertidumbres. Pero, ¿cómo se gestiona eso? Ese es uno de los interrogantes que los profesionales plantean. La otra gran pregunta es: ¿qué va a pasar en otoño?

Publicidad

Luz María Fernández, de Tu tienda, escucha día a día a clientes que le cuentan sus dificultades.

«Bajó la venta de pan, se llevan menos barras porque no se tira»

Con una clientela de un nivel medio-alto, por su ubicación en una zona acomodada, Luz María sigue al pie del cañón en un negocio familiar que sobrepasa las cuatro décadas y en el que los últimos envites económicos también pasan factura. «Aquí el poder adquisitivo se nota». Pero ello no ha impedido que en la elección entre dos productos buenos, tenga más éxito el de menor coste. «Bajó la venta de pan y ahora se llevan menos piezas por familia porque no se tira nada, y en las frutas que tienen dos precios muchos eligen la más barata». También las botellas de vino de menor precio ganan en adeptos. Quien compraba la de 8 euros en estos momentos se lleva la de 5. Los clientes más habituales de esta tienda de ultramarinos son personas mayores y les cuesta más renunciar a los artículos que siempre han comprado. «Tenemos márgenes terribles, pero no quieres que repercutan en tus clientes» y es difícil conjugar ambos conceptos. «Soy positiva, el mundo está cambiando pero saldremos de esta, aunque el camino sea largo».

Las respuestas se mueven entre la incertidumbre, la preocupación, el pesimismo y el hilo de esperanza que muchos creen necesario. Algunos opinan que «de esta se va a salir», otros son más pesimistas y dicen que «nada volverá a ser como antes». Y todos coinciden en que esta nueva crisis económica «está haciendo mucho daño» a comerciantes y consumidores. «Mi público es fiel», insisten muchos propietarios de locales de proximidad. «El trato es cercano y familiar y conocemos sus gustos y hasta dónde pueden llegar, incluso», pero eso no significa que afrontar la situación actual sea sencillo.

Godofredo Piñera, de zapatillería los Campos, ante el escaparate de su tienda, que ya cumplió 26 años.

«Las ventas están muy raras, como en la crisis de 2008»

Godofredo Piñera no puede evitar pensar en la crisis vivida en 2008. 26 años después de iniciarse en el negocio de la zapatillería, habla de «incertidumbre» hacia los tiempos venideros y cree que la solución llegará a largo plazo. Tras la pandemia, en su negocio hubo muy buenas ventas porque «la gente salió con ganas de comprar», pero ahora se aguanta una temporada o más con las mismas zapatillas pensando en adquirir otras al año siguiente. ¿Qué va a pasar en el otoño? «La gente está a la expectativa. Aún seguimos disfrutando del verano y las cifras no son significativas». Llegan los catálogos de invierno y trata de avisar de las inevitables subidas de tarifas, «aunque procuro que no sean muy elevadas». Pero, claro, el escaso margen, sale a relucir inevitablemente, porque «queremos ofrecer precios baratos pero tener el menor perjuicio posible para compradores y vendedores». Las ventas «están muy raras, como en la crisis de 2008». Y, no hay que olvidar, que «las rebajas ya no existen como siempre las conocimos».

El problema, además, es que la subida de los precios ni siquiera permite mantener el nivel de facturación de la industria agroalimentaria en nuestro país, que se hunde también como consecuencia del desplome del consumo. Lo hace un 5,2%, hasta 72.662 millones de euros en los seis primeros meses del año. Para las empresas, la situación es muy preocupante porque, además, no se ve por ahora luz a la salida del túnel. «Es inevitable pensar en la crisis de 2008», dice Godofredo Piñera, propietario de un negocio de zapatillería, opinión que comparte el pescadero José Miguel Pérez. Los encargos a sus distribuidores y suministradores se han visto modificados porque hay artículos que hoy no tienen salida y, en cambio, otros se quedarían escasos en relación a la demanda actual.

Publicidad

Manuel Berdasco, de carnicería Berdasco, reconoce que la venta de cachopos ha descendido mucho.

«La hamburguesa Angus, a un euro, pasó de 100 a 250 diarias»

«Todo cambió mucho.Es un quiero y no puedo», asegura Manuel Berdasco, que nota un cambio absoluto de los hábitos de compra. Los productos de mayor precio, como los chuletones, la fabada y los cortes premium, son ventas excepcionales y el cachopo, uno de los artículos estrella de este comercio, ha sufrido especialmente. «Antes los lotes que preparábamos eran de 12-15 por familia y ahora te cuesta sacar alguno». La hamburguesa Angus, a 1 euro, vuela. De 100 diarias que se elaboraban, ahora se preparan 250 y no sobran. Las croquetas a un precio de 2,95 euros la docena han multiplicado la demanda: de 20 docenas cada día ahora se preparan 45 diarias. «Es un sinvivir». También se nota «un gran bajón» en la venta de pan: se piden piezas más pequeñas, y quien lleva fabada deja el compango para otra ocasión, o viceversa.Así es que las ventas, en estos momentos, se centran en carne picada y pollo. «Lo que subió ya no va a volver a bajar. De todas las crisis se salió, pero nos preguntamos: ¿cuánto va a durar esta?».

Agua envasada

Todo indica que, a la espera de la evolución de la guerra en Ucrania y de los costes energéticos, la caída de la producción agrícola y ganadera ocasionada por la falta de lluvias no hará sino agravar aún más la situación. Es algo nunca visto en un sector que se caracterizaba en los últimos años por una estabilidad casi total, pero que está sufriendo con fuerza no solo los efectos devastadores de la guerra y el encarecimiento de cereales y otros productos, sino también las consecuencias de la sequía.

José Miguel Pérez, de pescadería el Puerto, muestra un bonito, muy apreciado por su clientela.

«Los precios que han subido ya no van a bajar nunca más»

«Esto subió» es la frase que a diario escucha el pescadero José Miguel Pérez. «A veces ya me lo dicen desde la puerta». Y es que después de llevar toda la vida en este negocio, no es muy optimista con los tiempos que corren. Han cambiado los hábitos de compra, asegura. Y mucho. Los jóvenes compran comidas preparadas y los mayores, sus clientes cotidianos, no pueden soportar la presión económica que se vive. «Vendo lo de siempre: merluza, sardinas, bocartes y lenguados», pero otros clásicos como el besugo y el virrey han caído en ventas de una forma vertiginosa. Está claro: si el besugo está a 50 euros el kilo y los bocartes, a 5, los consumidores eligen lo que pueden adquirir. «Me voy a amoldar a lo que toque, a lo que pida la gente y a lo que pueda llegar», repite, aunque está seguro de que «esto va para largo y, además, los precios que han subido ya no van a bajar nunca más». Toda una vida vinculada al negocio de la mar le hace pensar que, «después de llevar años sorteando dificultades, vamos a peor».

Desde el ministerio se advierte de que en junio la reducción de las compras se traslada a cualquiera de las categorías principales de alimentos, exceptuando las de agua envasada, que se incrementan un 2,1% y un 4,3% su facturación, pero su precio medio experimenta el crecimiento menos intenso del mercado (2,1%).

Este contenido es exclusivo para suscriptores

3 meses por solo 1€/mes

Publicidad