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Dos asturcones siguen vigilantes en la plaza de la Escandalera de Oviedo. Son el símbolo que aún recuerda lo que en su día fue Cajastur y que, desde mayo de 2011, pasó a ser Liberbank, fruto de la fusión del grupo asturiano -que ... incluía el Banco de Castilla-La Mancha- con Caja de Extremadura y Caja Cantabria. Antes, se había apagado otro símbolo, el de aquella mítica moneda cayendo en la gran hucha que presidía la azotea de su sede en Gijón. Lo más viejos del lugar, y amantes del coleccionismo, todavía tendrán una de aquellas piezas, ahora vestigio del pasado: la hucha que regalaban con la cartilla al abrir una cuenta en la entidad.
Este relato quizá suene a viejo. O nostálgico. Lo es. El tiempo presente abre un nueva etapa, junto a Unicaja, llegando al 80% del territorio nacional. Pero los principios, como los de la mayoría de las cajas del país, fueron otros, llámense modestos o, simplemente que la lógica financiera imperante era otra. 'La Caja', como era conocida, surgió como muchas otras, para dinamizar el ahorro, conceder pequeños créditos y revertir los beneficios en la sociedad. Su arraigo territorial la convirtió en un eje vertebrador autonómico, donde esta contribución económica también tenía el vínculo sentimental de los ciudadanos. El origen de la entidad asturiana se fecha el 17 de junio de 1946, tras la fusión del Monte de Piedad y la Caja de Ahorros de Oviedo con la Caja de Ahorros y Monte de Piedad Municipal de Gijón.
Tampoco escapa a nadie que, en aquella misma lógica, el poder de las cajas lo tenían los políticos. Ahí se libraban otra buena parte de las batallas. El actual consejero delegado, Manuel Menéndez, sabe bien lo que es eso. El expresidente Vicente Álvarez Areces le expulsó de Cajastur en marzo del año 2000 tras un enfrentamiento entre ambos que venía de lejos. Volvió tras un boicot del propio grupo parlamentario socialista en la Junta al jefe del Ejecutivo. Eran los años en los que la elección de los representantes parlamentarios en el consejo de Cajastur eran igual de tensas que las que hoy se viven entre partidos para las designaciones en otros órganos.
De cuando Manuel Menéndez llegó a la presidencia de la caja, en 1995, fue el momento en el que pasó a operar comercialmente como Cajastur en vez de como Caja de Ahorros de Asturias. También cuando los asturcones fueron el nuevo logo de firma, blanco sobre rojo. Símbolo de galope, del acelerón que la economía española experimentaba en el cambio de milenio. En los albores de la crisis financiera de 2008, Cajastur todavía crecía, un 1,29% más que el año anterior. El volumen de negocio alcanzaba los 23.257 millones de euros. Llegó el temporal. Y las primeras proclamas para reestructurar el mapa financiero nacional y reducir el número de entidades. Por entonces, Cajastur estaba inmersa, desde principios de los años 2000, en su modernización y la adaptación a la banca por internet y telefónica.
Aunque su nombre, y los asturcones, estuvieron reconocibles en pueblos y ciudades hasta abril de 2015, cuatro años antes la denominación oficial ya era Liberbank, la misma para toda España tras la absorción de Caja Castilla-La Mancha y, posteriormente, la fusión con Caja de Extremadura y Caja Cantabria. Primero fue la manchega, el 3 de noviembre de 2009. Ese día el Banco de España dio luz verde a la integración parcial a través de Liberta, el banco de gestión de grandes patrimonios de Cajastur. En aquella operación casi la totalidad del coste fue asumido por la caja manchega.
De este episodio, donde el pez pequeño se comió al grande, y hasta llegar a Liberbank, por Cajastur pasaron dos fusiones fallidas -la alicantina CAM y la aragonesa Ibercaja- y la conversión en un banco junto a las antiguas cajas de Extremadura y Cantabria. Desde que esto sucediera en mayo de 2011, pasarían dos años hasta su salida a Bolsa. El precio de salida de la acción se fijó en 0,4 euros, un 63% por debajo de los 1,1 euros a los que el FROB realizó el canje. A sabiendas, Liberbank había ofrecido una prima del 6% durante los dos primeros años para evitar una fuga o venta masiva de acciones y un desplome del valor. El estreno bursátil fue bien. O muy bien. Cerró con una subida del 30%, hasta los 0,52 euros por acción. Los títulos sufrieron una alta volatilidad esa primera jornada e incluso llegaron a ganar un 57% en algunos momentos.
En esta historia ya reciente, uno de los momentos más críticos sucedió en junio de 2017, obligando a la Comisión Nacional del Mercado de Valores a intervenir. El organismo supervisor salió a la palestra para defender la liquidez de Liberbank, prohibiendo durante un mes las especulaciones bajistas sobre esta entidad. No era para menos, el 9 de junio de ese año quedó grabado en la historia como el 'viernes negro' tras haberse producido una caída, la jornada antes, del 18%, por el efecto contagio de la crisis del Banco Popular. La cotización de Liberbank llegó a los 0,68 euros, su menor precio desde agosto de 2016 y tras perder en un solo mes la mitad de su valor. Los inversores temían verse atrapados en una situación parecida a la del Banco Popular, donde sus accionistas habían perdido el 100% de su inversión con la intervención del banco por la falta de liquidez y su posterior venta por un euro al Santander. El temor a ese efecto contagio no se contuvo y la negociación de los títulos en corto de Liberbank llegó a quedar suspendida hasta el 21 de noviembre. La entidad aprovechó para acelerar su saneamiento. Entre otros, liberó de gran parte de su cartera inmobiliaria gracias a un acuerdo con Oceanwood y Bain, que permitiría deshacerse de activos por 602 millones.
Para cuando el 12 de diciembre de 2018, Liberbank y Unicaja formalizaron los contactos ante una posible fusión, dos organismos -el Banco Central Europeo y el Banco de España- ya apremiaban a la reducción del mapa bancario, por fusión o absorción. La unión de ambas entidades hubiera dado lugar entonces al sexto banco por activos de España. Hoy gana una posición, quintos.
Las conversaciones se fueron dilatando y, en el transcurso de las mismas, irrumpió otro actor: Abanca. El 22 de febrero de 2019 la entidad llegó con oferta para Liberbank, y un ultimátum: ofreció 0,56 euros por acción, lo que suponía una prima del 43% en relación al cierre de la cotización de la entidad asturiana el día anterior, además de una prima del 20%. Abanca valoró la entidad en 1.700 millones. El CEO de Liberbank hizo lo posible para que esa opa no saliera adelante y que se retomara el diálogo con el que siempre parece que ha sido el elegido: Unicaja. Su consejo de administración hizo piña. Meses después, la pandemia ha dado el empujón definitivo y este largo culebrón cierra su último capítulo.
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