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NOELIA A. ERAUSQUIN
GIJÓN.
Lunes, 6 de enero 2020, 03:04
Hace diez años, los efectos de la gran recesión hacían temblar a medio mundo. La quiebra de Lehman Brothers en 2008 había provocado un efecto dominó que derivó en la mayor crisis económica de la historia, pero a principios de 2010 aún se estaba ... muy lejos de conocer las consecuencias reales sobre la vida de los ciudadanos, que se acentuaron a medida que pasaba el tiempo y tuvieron su mayor impacto sobre el empleo en 2012, 2013 y 2014. Doce ejercicios después del inicio de la gran recesión, los asturianos encaran los nuevos años veinte más pobres que entonces, pero incluso en peor situación que iniciaron el anterior decenio, según la mayoría de indicadores estadísticos, tanto sociales como económicos.
Aunque falta por conocer el dato cerrado de 2019, en 2018 el Principado no había recuperado el Producto Interior Bruto (PIB) anterior a la crisis -aunque sí el de 2010- y, en la actualidad, hay más personas en riesgo de exclusión, la mayoría de los ciudadanos han perdido poder adquisitivo, nacen menos niños, la fuga de jóvenes continúa y la población de la región sigue envejeciendo y reduciéndose. La economía crece, pero la recuperación aún no llega a muchos colectivos y hay toda una generación, en cierto modo perdida, que ha crecido bajo los efectos de la recesión.
Los datos son apabullantes. Aunque la mayoría de estadísticas no llegan al final de 2019, sí revelan un inicio de decenio lleno de nubarrones, más aún cuando ya se nota la desaceleración de la economía y hay quien habla, incluso, de otro ciclo negativo.
El último dato del PIB cerrado, el de 2018, asciende a 23.340 millones de euros, tras una recuperación que se inició cuatro años antes, pero que no ha permitido alcanzar las cifras de 2008, cuando se llegó a 23.844 millones. Entonces, la economía inició un descenso que no se detuvo hasta 2015. Sin embargo, con la crisis superada y, a pesar de la inflación, de cerca de un 13% acumulado en los últimos diez años, el PIB no logra coger impulso como en otras comunidades, que sí muestran un comportamiento mucho más dinámico.
El PIB per cápita refleja, sin embargo, avances importantes, aunque se debe, básicamente, a un efecto estadístico, ya que lo que ha caído de forma importante es la población. La región perdió casi 62.500 personas en la última década, un 5,7%. Y eso lo cambia todo. Porque el descenso del número de habitantes repercute en el PIB per cápita -la riqueza que crea la región se reparte de forma teórica entre menos personas- y también influye en un mejor comportamiento del paro -con una tasa de desempleo similar, la cifra de demandantes de trabajo cae-.
Lo cierto es que economía y demografía van con frecuencia de la mano y se retroalimentan. El dinamismo de la primera se nota en la segunda y la caída de esta última repercute en un menor impulso económico, un círculo vicioso al que resulta complicado dar la vuelta.
Así, en la década de la crisis, del paro y de los empleos precarios, en los que sufragar los gastos básicos se complicó para muchas familias, los nacidos por cada mil mujeres cayeron en Asturias de 33,13 a 28,18, casi un 15%, mientras se retrasaba la edad media de la maternidad de los 31,26 años previos a la recesión, a 32,29. Los hijos por madre también descendieron de 1,08 a 1,03. Se impone, de este modo, la Asturias de los hijos únicos y de la población que envejece -hay un 9,5% más de mayores que en 2009 y un 1,6% menos de menores de 19 años-. De hecho, según el Instituto Nacional de Estadística (INE), los asturianos seremos los más viejos de España en 2032, con una media de edad de 51 años.
El Principado se hace mayor por la falta de natalidad, mueren más personas de las que nacen, pero también porque el menor dinamismo de su economía hace que muchos jóvenes emigren. Tanto es así, que más de 45.000 personas de entre 15 y 34 años dejaron la región en la última década. La mayoría buscaron una oportunidad laboral en otra comunidad, pero también hay muchos, más de 17.000, que hicieron las maletas y pusieron rumbo al extranjero.
De este modo, la falta de relevo profesional y de mano de obra cualificada se convierte en uno de los grandes lamentos de la Federación Asturiana de Empresarios (Fade), colectivo cuyo índice de confianza sufre altibajos, pero tiene una tendencia a la baja desde finales de 2017. La cifra de compañías se redujo en el último año, sin haber llegado en ningún momento a repuntar tras los cierres de la crisis. Según el Directorio central de empresas (Dirce), hay 68.661 compañías, muy lejos de las 73.124 de antes del colapso económico.
Los sindicatos, por su parte, alertan de que los puestos que se ofertan son cada vez más precarios, con más empleos temporales y a tiempo parcial y peores remuneraciones que antes, lo que también fomenta esa fuga de talento y la existencia, incluso, de trabajadores pobres. De hecho, nueve de cada diez contratos que se firmaron el pasado año en la región tenían una duración determinada.
Según la última Encuesta de Población Activa, que corresponde al tercer trimestre de 2019, en los últimos diez años se han perdido casi 40.000 puestos de trabajo, un 9,3%, mientras que la tasa de empleo se redujo en un punto y medio y la tasa de actividad en algo más de uno. Sin embargo, la cifra de parados cayó en 1.600 personas (un 2,3%), algo que se explica en parte por ese descenso de la población.
Todos estos indicadores se ven alterados también por la mayor incorporación de las mujeres al mercado laboral, que aumentaron su tasa de empleo del 39,01% al 39,82%, mientras que la de los varones cayó del 51,47% al 47,40%. Precisamente, ellas son las responsables de que la tasa de actividad, que en Asturias es la menor del país (50,74%), no caiga aún más. La de ellas avanzó ligeramente y la de los hombres bajó casi cuatro puntos. Sin embargo, el colectivo femenino concentra la mayor parte de los contratos temporales -tres de cada cuatro- y tiene peores condiciones laborales, con sueldos que representan el 70% del de los hombres.
Tampoco es casualidad que todo esto se dé acompañado por una terciarización de la economía asturiana. En el PIB y el empleo gana peso el sector servicios, mientras lo pierden actividades como la industria y la construcción, con condiciones habitualmente mejores y más presencia masculina.
Con estos cambios, la renta media por hogar, según el INE, cayó entre 2009 y 2018 en 3.800 euros, casi un 12%, de 30.881 euros a 27.069. Así, no es extraño que aumente la tasa de riesgo de pobreza, lo hace de un 13% a un 14%, según el INE, aunque el indicador de la Estrategia Europa 2020 eleva la cifra a dos de cada diez. Un 4,6% de los asturianos aseguran que no pueden permitirse una comida de carne o pescado, al menos, cada dos días, una cifra que hace una década era de apenas el 0,3%, y el 31,6% no tiene capacidad para afrontar gastos imprevistos, diez puntos más que en 2009.
Son personas a las que la crisis ha dejado atrás, entre ellas las 22.500 que de media reciben el salario social en el Principado, una cifra que, no obstante, por primera vez ha tenido una evolución a la baja en este 2019. Pese a ello, el paro de muy larga duración, aquel que implica llevar más de dos años buscando trabajo, sigue disparado: de los 10.500 desempleados de hace una década se ha pasado a 26.500 en la actualidad, prueba de que para muchos asturianos la crisis no está ni mucho menos superada.
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